JUTZPÁ SAGRADA

Es muy conocida la pregunta acerca de nuestra parashá respecto a la conducta de Iosef frente al faraón. Luego de interpretar sus sueños como un presagio de siete años de abundancia seguidos de siete de hambruna, Iosef le ofrece un consejo no solicitado de cómo prepararse para esos eventos, algo que parecería una jutzpah (irreverencia) impropia: “Y ahora, el faraón debe buscar un hombre imaginativo y sabio y designarlo sobre la tierra de Egipto…”.

¿Quién le pidió a Iosef este consejo y de dónde obtuvo la audacia para hablarle al faraón de esa manera?

La respuesta yace en la observación que realizamos ayer acerca del número 146, que es igual a la cantidad de versos de la parashah y a 2 veces “sabiduría”, jojmá.

La unión de las sabidurías

El Zohar describe una sabiduría superior de la Torá que sostiene y rectifica la realidad y otra inferior, con la cual Dios creó el mundo y que se encuentra embebida en la naturaleza. La sabiduría inferior es la del rey Shlomoh, el heredero espiritual de Iosef; la superior es la que inspira la forma correcta de manejar la realidad con justicia y paz de manera tal que pueda alcanzar los objetivos decretados Divinamente.

En Iosef se unen ambas sabidurías mediante un proceso de pensamiento único. No puede pensar en una sin contemplar la otra; no puede siquiera pensar en ellas por separado. Describir los flujos y reflujos del mundo natural, que constituyen la sabiduría inferior y en el caso de los sueños de la parashá son las épocas de abundancia y de hambruna que habrían de cernirse sobre el mundo, no se pueden disociar de una descripción de cómo rectificar la situación desde el punto de vista humano, la sabiduría superior.

Ambos van de la mano, por lo que, en cuanto a Iosef concierne, todo lo que hizo fue ofrecer al faraón una interpretación de sus sueños; no está dando un consejo no requerido, ya que realmente el sueño y su interpretación, por su propia naturaleza, deben contener dos aspectos, la realidad y la rectificación de la realidad.

La unión en el séptimo día

Esta unificación de la sabiduría superior y la inferior está ilustrada en el significado del Shabat.

Por un lado, el séptimo es un día como cualquier otro, donde la naturaleza aparenta seguir su curso normal. La persona necesita comer y beber, llueve, nieva o brilla el sol, etc. Por otro lado es especial, porque se nos convoca a conectarnos con la naturaleza de una manera diferente; la Torah nos prohíbe percibir el mundo natural como lo hacemos durante los días de semana. En lugar de eso, se nos insta a rectificarlo conectándolo con la sabiduría de la Torah, la verdadera fuerza rectificadora de la realidad.

Este es el secreto del pueblo judío y la razón por la cual sólo un judío puede observar el Shabat. De hecho, de acuerdo con la Torá, la penalidad para un no judío que observa el Shabat es la muerte. Esto es así porque una persona sin la Torá no puede rectificar verdaderamente la naturaleza, sólo puede aspirar a mantenerla más o menos en su estado original.

El no judío aún no está sensibilizado con el secreto de la rectificación de la realidad, incluso en su nivel más bajo, que está simbolizado en Shabat por la categoría de actos prohibidos llamados borer , “separar”. Estas acciones están prohibidas porque la rectificación de la realidad se consigue a través del proceso de separación, separando el mal del bien.

Esta es la esencia interior de la sabiduría inferior, la capacidad del alma judía de purificar la realidad durante los días laborables. Explican los sabios que los actos que son considerados sabiduría y no trabajo no están prohibidos en Shabat, indicando que el propósito de ese día es rectificar el mundo a través de la sabiduría superior de la Torah. Así, la existencia física creada a través de la sabiduría inferior se extiende dentro del tiempo y el espacio del Shabat donde es rectificado por la sabiduría superior.

De esta manera ambas sabidurías trabajan juntas en el séptimo día: la creadora e inferior actúa de forma pasiva y la superior rectificadora del mundo, de forma activa. Este es el significado de la declaración de los sabios que todas las acciones de Shabat son duales. Por ejemplo, cuando uno come en Shabat siguiendo las leyes pertinentes, aparte de los procesos naturales que está realizando, al mismo tiempo está rectificando el alimento a un nivel que durante los días de semana es muy difícil de alcanzar.

Las siete vacas y el Shabat

En el sueño del faraón, las siete vacas simbolizan el Shabat, el séptimo día y la sabiduría superior de la Torá, que aparece como un punto central dentro de la mente del monarca; las segundas siete vacas representan en cambio la realidad profana del mundo natural y la sabiduría inferior.

Por cierto, a continuación de la doble interpretación que realizó Iosef de su sueño, el faraón se excitó sobre manera. Percibiendo por si mismo que el Creador vivía en Iosef, les preguntó a sus sirvientes: “¿Se puede encontrar un hombre como este en quien mora el espíritu de Hashem?”

Sorprendentemente, esta es la segunda vez que aparece en la Torá “el espíritu de Hashem”, רוח אלקים ruaj Elokim . La primera vez fue en el segundo verso de Bereshit: “Y el espíritu de Hashem sobrevolaba sobre las aguas”. Allí explican los sabios que este espíritu era el de Mashíaj, implicando claramente que Iosef es la primera encarnación del Mashíaj, que como este unifica la sabiduría superior con la inferior.

Este es el hermoso segundo vínculo entre la primera y la décima porción de la Torah.

La auto referencia de Miketz

La exclamación del faraón acerca de Iosef citada antes: הנמצא כזה איש אשר רוח אלקים בו , ¿ hanimtzah cazeh ish asher ruaj Elokim bo ? La suma de los valores numéricos de las iniciales de esta frase: hei caf alef alef reish alef bet , es 230, igual que la parashah que nos ocupa מקץ Miketz , constituyendo esto un magnífico ejemplo de auto referencia de la parashah refiriéndose a si misma.

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