PARTE 30   LA GRACIA COLECTIVA

La Cabalá enseña que cada una de las tribus de Israel representa una sensibilidad particular del alma: Iehuda se asocia al habla, Isajar al pensamiento, Zebulún al movimiento, Reubén a la vista, Simón a la audición, Gad al trabajo, Efraim a la sexualidad, Menashe al olfato, Benjamín al dormir y los sueños, Dan a la ira justiciera, Asher al comer y Naftalí a la risa. Por supuesto, cada idea codifica una riqueza de información que debe ser elaborada en profundidad para ser apreciada. Es también importante recordar el principio de interinclusión, según el cual todos los sentidos tienen dentro de si una traza de los otros. No son mutuamente excluyentes, sino que más bien están conectados esencialmente y entramados con los otros, formando un sólo conjunto unificado.

Durante el tiempo en que estaba el Templo en pie, el Sumo Sacerdote vestía una pechera, el Joshen Mishpat, que contenía doce piedras preciosas diferentes representando a cada una de las doce tribus de Israel y poseía el poder de oráculo. Era uno de los dos métodos para resolver cuestiones de importancia para la comunidad, donde no es aceptable el error humano. La mayoría de tales decisiones eran hechas por el Sanhedrín, un consejo compuesto de setenta y uno de los sabios más grandes de la generación. Cada sabio se distinguía por haber alcanzado tal grado superior de conocimiento de la Torá, que incluso sus respuestas instintivas a las preguntas y las experiencias de la vida eran consistentes con las verdades de la Torá.

Aun así, los prejuicios personales eran minimizados más todavía con el requerimiento de que se reglamente según el voto de la mayoría. Pero para ciertos interrogantes tales como ir a la guerra o no, se buscaba el consejo Divino por medio este pectoral. Sobre las piedras estaban grabados los nombres de las tribus y de los patriarcas y en respuesta a las preguntas del Sumo Sacerdote ciertas letras resplandecían. El Sumo Sacerdote estaba imbuido en esos momentos de inspiración Divina, lo que significa que se le daba acceso a esferas de información que estaban más allá de lo que puede ser deducido por el simple razonamiento humano. Podía determinar el mensaje recombinando las letras iluminadas para formar una oración que se constituía en la última palabra sobre la materia.

Esto establece una importante metáfora. De la misma manera que cada individuo debe identificar previamente su talento individual, antes de ser capaz de expresar la belleza innata del alma, así debe actuar colectivamente la comunidad de Israel. La composición del pectoral del Sumo Sacerdote muestra que sólo cuando cada tribu cumple su rol y realiza su contribución particular y necesaria a la nación en conjunto, el alma colectiva de Israel puede alcanzar la perfección y la consumación. Y sólo entonces la voluntad objetiva de Dios para la creación, representada por las letras brillantes del pectoral, se pondrá de manifiesto como un estado de gracia, paz y armonía dentro del pueblo de Israel y entre las naciones.

Dicho de otra manera, el Sumo Sacerdote procuraba el consejo divino por medio del pectoral cuando era necesario para el pueblo judío conocer el deseo de Dios en relación a un asunto específico del momento. El oráculo tenía doce piedras, organizadas en un cuadrado de tres por cuatro, representando a cada una de las tribu y como tal simbolizaba la unificación y armonía perfectas de los doce arquetipos o clases de personalidades del pueblo judío. Cuando cada uno lograba su máximo potencial, individualmente y en relación a los demás, entonces la armoniosa perfección, que era la revelación de la voluntad de Dios, se revelaba como profecía en el pectoral.

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