Parte 12  Sumisión, Separación y Dulzura

Entre los dos extremos que hay desde el silencio hasta el habla, la Cabalá y el Jasidismo identifican un tercer estado intermedio. En el sueño de Ezequiel (Ezequiel 1:4), también se alude a este estado cuando se refiere a la luz encandescente en la segunda sílaba de la palabra jashmal, esta vez en su significado de separación. Así, tenemos de esta manera tres estadios: silencio, separación y habla.

Como se mencionó anteriormente, la segunda ayuda que un confidente puede ofrecerle a una persona que sufre un malestar sicológico es mostrarle que existe un lugar dentro de suyo que no ha sido afectado por su problema. Una vez que se le hace notar esta realidad, la persona puede utilizar ese punto intacto de buena salud y optimismo para darle una nueva forma a su situación y con esto, también otorgarle a su imagen personal una luz más positiva. Su individualidad ya no es más sinónimo de su problema; ahora tiene una identidad y una personalidad independientes y ajenas a su problema. Esta separación mental de la consciencia de la persona de sí mismo es la separación a la cual se ha hecho mención anteriormente.

Sólo cuando la persona se libera de la identificación con sus problemas los puede encarar con objetividad y transformarlos en bien. El mal dentro del hombre es verdaderamente mal sólo cuando no hay ninguna posibilidad de atacarlo. Los tres términos (silencio, separación y habla), describen los actos que el individuo realiza en relación al fenómeno de su psiquis al cual está enfrentado.

El Baal Shem Tov introdujo un segundo terceto de términos, que describe el mismo proceso psicológico interno que atraviesa el individuo cuando tiene contacto y reacciona frente a los problemas que se le plantean. Este terceto es: sumisión, separación y dulzura. Sumisión se refiere a la anulación del ego, a través de silenciar la turbulencia interna del pensamiento. Es el proceso mediante el cual se aisla al mal que posteriormente se elimina. Dulzura es la reevaluación de la realidad en (la luz positiva de) la raíz del bien que estaba atrapado dentro del mal.

Este proceso triple, enseña el Baal Shem Tov, es una faceta integral de cualquier experiencia de crecimiento espiritual, y de hecho, la experiencia profunda de cualquier faceta de la realidad. Sólo es de esperar que estos tres términos se puedan asociar con una correspondencia de uno a uno con los tres estados de terapia psicológica:

Reprimir la ansiedad, como ya fue descrito, es un proceso de auto anulación. Al reducir la magnitud del ego en general los problemas del individuo van desapareciendo en forma concomitante. Como ya se mencionó, esto se puede lograr de dos formas: A través de la contemplación de la grandeza de Di-s y la humildad del hombre o a través de pedirle a Di-s que acalle la agitación producida por el propio ego. Este rechazo auto impuesto de involucrarse con el ego y con los problemas que éste plantea es un acto claro de silenciar el ruido interno con el cual el ego trata de monopolizar la atención del individuo. La abnegación del ego, requisito para este proceso, constituye un acto de sumisión; la persona debe anular su ser ante la realidad superior que es Di-s.

Ignorar la ansiedad (la segunda fase de la terapia que ya hemos mencionado), es la capacidad de la persona de cortar los lazos emocionales y conceptuales vinculados al mal que existe dentro de él. Como hemos notado, esto se logra eligiendo deliberadamente llenar la mente con pensamientos positivos, idealmente de Torá, pero también de cualquier naturaleza positiva. Este es el primer aspecto del Iosef interior de cada individuo, como ya hemos dicho. Al elegir deliberadamente no sumirse en su propio mal, la persona corta psicológicamente su relación con el mal y deja de identificarse con él, lo que claramente constituye un acto de separación.

Articular la ansiedad es la capacidad de la persona de descubrir y expresar el mal escondido dentro suyo y con la ayuda de un confidente objetivo y preocupado, analizar y curar los problemas que se suscitan. Este es claramente un proceso de habla y dulcificación, donde el lado amargo y oscuro de la personalidad se hace parte del lado normal y sano.

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