Parte 30   El Discurso Terapéutico

Se enseña en la cabalá y el jasidismo que además de la comprensión general de la Torá que comparte con todos los judíos, cada judío en particular tiene una conección especial [o ángulo a través del cual se conecta con] la Torá, distinta de los demás. Por eso la obligación judía de estudiar Torá consiste no sólamente en la exigencia de dominar ciertos tipos o cantidad de información, sino también en la de revelar ideas o comprensiones nuevas que le ofrece su propia perspectiva de la Torá. Identificándose con su fuente personal en la Divinidad, puede revelar su conección especial con la Torá, y así revelar su porción de ella.

Cuando sucede esto, el individuo judío y su mentor participan en cierta medida de la experiencia de Moisés, el conducto humano a través del cual la Torá fue introducida en el mundo. La profecía de Moisés fue la más perfecta y transparente de todos los profetas, y de acuerdo a la palabra de nuestros sabios: la Presencia Divina hablaba por la garganta de Moisés.

Un aspecto central del futuro mesiánico es que toda la humanidad alcanzará este nivel de unión con Di-s: “Yo derramaré Mi espíritu en toda carne, y tus hijos e hijas profetizarán (Ioel 3:1). Incluso quien no haya alcanzado este nivel de comunión con Di-s, se podrá beneficiar con la capacidad del habla de revelar la esencia íntima e inexplotada de su alma Divina, y lo hará con un hablar cándido y espontáneo.

El habla es visto según el método jasídico como la segunda de las tres vestimentas o instrumentos que tiene el alma para expresarse. El pensamiento es la vestimenta más refinada y abstracta, y la más externa y concreta es la acción. El camino general que sigue una idea que nace en la mente es secuencialmente la de estas tres etapas: pensamos acerca de la idea, hablamos de ella y finalmente actuamos en consecuencia. Por eso, pensamos en el habla y la usamos como un modo de expresar la ideas que ya hemos desarrollado y meditado en nuestra mente conciente, por lo que podría parecer que el habla no puede revelar a otra persona más que nuestro mundo interno de pensamiento. Sin embargo, el mundo del pensamiento conciente es muy limitado en relación a los vastos reinos del pensamiento inconciente que integran la mente subconciente, por lo que el habla podría aparecer restringida a expresar las ideas limitadas de la mente conciente. Pero la verdad es que el habla no está ligada a ninguna forma específica de pensamiento, es una vestimenta independiente que funciona por si misma.

Así como a veces no hablamos acerca de nuestras ideas, sino que simplemente pensamos y luego actuamos directamente sin expresarla verbalmente, también, a veces, salteamos el pensamiento conciente y expresamos con el habla una idea originada en los niveles preconcientes de la mente. Este tipo de expresión es completamente espontáneo y improvisado, en contraste con el discurso bien razonado y deliberado que expresa las ideas cuidadosamente editadas y censuradas por la mente conciente a través de la facultad del pensamiento conciente. En tales casos de habla espontánea, las ideas expresadas son profundos pensamientos subconcientes que no han sido refinados por la mente conciente.

Como todos sabemos, estas expresiones involuntarias de la mente subconciente ocacionalmente pueden escurrirse por entre el proceso de censura de la mente conciente y surgir inintencionalmente, a veces para nuestra desazón, en el curso de la conversación.

Para que la facultad del habla exprese los profundos recovecos de la mente de manera más asidua, la persona debe ser persuadida, de alguna manera, a bajar la guardia. Esto raramente se puede conseguir directamente y con su consentimiento conciente, por lo que es usualmente el trabajo del terapeuta o confidente, relajarlo y hacerlo sentir suficientemente confortable y confiado para permitir que el centinela de su mente conciente sea arrullado en un estado de adormecimiento temporario. Entonces, la conciencia del confesante cambia a un modo más natural y espontáneo, al despojarse de la armadura sicológica afectada, que viste normalmente para protejer la imagen que desea preservar para si mismo y los demás.Una vez hecho esto, la persona puede comenzar a verbalizar en mayor medida sus percepciones de la Torá, así como aquel que ha alcanzado el nivel de comunión con Di-s descripto en los capítulos previos.

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