PARTE 16    EL PODER DE LA PLEGARIA

La investigación científica moderna ha verificado algo que la humanidad conoce desde hace tiempo: la plegaria a Di-s es potente, tiene el poder de curar o, expresado en palabras de fe, una plegaria de corazón trae desde lo Alto el poder de curar.

Hemos estudiado en cabalá y jasidut que hay cinco niveles de plegaria para el enfermo, que corresponden a la cuatro letras del Nombre esencial de Di-s Havaiá, y un quinto nivel trascendental aludido por el pico superior de la iud.

A continuación describiremos estos niveles en orden ascendente:

Enseñan los sabios que “la plegaria que reza una persona enferma para si misma es más potente que la que otros realizan para él”. ¿Quién otro que la propia persona enferma puede identificarse con sus sufrimientos y padecimientos? Su plegaria sale de las profundidades del corazón, se dirige hacia Di-s con toda su alma como única esperanza de recuperación.

Estudiamos en cabalá que el alma sufriente y afligida —que está en un estado espiritual de exilio existencial— corresponde a la sefirá de maljut, que a su vez corresponde a la hei final del Nombre de Di-s Havaiá. Cuanto más se identifica la persona con el atributo de maljut —identificando su sufrimiento personal con el de la Presencia Divina y la “congregación de Israel” como un todo (ambas apelaciones de maljut)— más potente es la plegaria para él.

Por otro lado, nuestros sabios enseñan que “si hay una persona enferma en nuestra casa, debe dirigirse a un sabio y pedirle que implore [a Di-s] que tenga misericordia de él”. Vemos aquí que la plegaria de un verdadero sabio tiene, más que cualquier otro, el pode despertar la misericordia de Di-s por el enfermo (incluida la misma persona enferma y sus allegados, su familia).

La habilidad de despertar misericordia depende de nuestra conección con la sefirá de tiferet, cuya experiencia interior es de misericordia y compasión por los demás. Esta sefirá corresponde a la vav del Nombre de Di-s. El alma arquetípica que le corresponde según la cabalá es la de nuestro patriarca Iaacob. Es el que despierta misericordia por la “congregación de Israel” (representada por su esposa Rajel). Iaacov representa también el arquetipo del sabio de la Torá.

Desde la perspectiva de tiferet, el sufrimiento de maljut es visto bajo una luz diferente y profunda, de aquí su habilidad de despertar más misericordia por maljut que esta misma.

De todas maneras, incluso esta elevada perspectiva de la realidad y la plegaria que inspira son consideradas parte de los niveles “revelados” de Divinidad (las letras vav y la hei final del Nombre de Di-s) en contraste con los niveles “ocultos” de Divinidad (las letras iud y la primera hei) a los que nos referiremos a continuación.

Enseña jasidut que el tzadik verdadero, con el sólo poder de su mente (sin necesidad de expresar verbalmente sus pensamientos y emociones en la plegaria) puede, milagrosamente, curar por gracia Divina la enfermedad y liberar al prisionero.

Al concentrar su pensamiento en el alma sufriente, el verdadero tzadik conecta su alma con la del otro, extiende su mano hacia él y lo saca —lo redime— de su enfermedad.

Este poder redentor deriva de la sefirá de biná, que corresponde a la primera hei del Nombre de Di-s. El Zohar se refiere a biná como “el mundo de la libertad”, el summum de la redención espiritual (el secreto del año de Jubileo, el año cincuenta), que corresponde al portal cincuenta del entendimiento, cuando los esclavos son liberados y las tierras retornan a sus propietarios originales).

En general, el pensamiento, al contrario del habla, corresponde al “mundo oculto” de biná, la primera hei, y por eso el poder del pensamiento del tzadik está a este nivel oculto. Como todo judío tiene el potencial interior de volverse un tzadik —del futuro, está dicho que “Tu pueblo son todos justos [tzadikim]”— en cierto sentido este nivel pertenece a cada uno de los judíos, en relación a su prójimo judío o incluso en relación a si mismo. Es especialmente importante la enseñanza del jasidut con respecto al poder del pensamiento en relación a uno mismo (o a aquellos por los que está preocupado profundamente): “piensa bien e irá bien”.

Por encima de este nivel se encuentra la bendición sacerdotal. Aquí, la voluntad explícita de Di-s —la bendición sacerdotal es un mandamiento de la Torá— atrae energía Divina y poder de curación desde un más alto nivel que el que es inherente al pensamiento del tzadik.

La voluntad de Di-s, expresada a través de los preceptos de la Torá, derivan del nivel de jojmá, la iud del Nombre de Di-s Havaiá. En el Zohar encontramos la sentencia: “la Torá emana desde jojmá”. La experiencia interior de esta sefirá es la verdad y la absoluta autoanulación. Este estado de autoanulación es por cierto la esencia seminal del amor de Israel. La total identificación con nuestro prójimo judío, con la que el sacerdote bendice al pueblo.

La bendición sacerdotal comienza con la letra iud. Tiene quince palabras y las trece primeras contienen esta letra. Estas trece iudim de la bendición sacerdotal se interpretan en cabalá como equivalentes a los trece atributos de misericordia, cuyo origen está en keter pero que son revelados al mundo por el poder de jojmá, la iud —primera letra— del Nombre Havaiá.

En el Templo, cuando bendice al pueblo, el sacerdote debe pronunciar el Nombre de Di-s Havaiá tal como está escrito (en cualquier otro lugar y contexto está prohibido). El poder Divino así evocado deriva del nivel de jojmá, el nivel del mundo de Atzilut —“dominio privado” de Di-s (el Templo Sagrado en lo alto)— conocido en cabalá como “el secreto del Nombre”.

Por encima incluso de los dos niveles ocultos y los dos revelados descriptos, existe un quinto, trascendente nivel. Es el nivel de “infinita paciencia Divina”, correspondiente a la corona suprema (keter) y al extremo superior de la iud del Nombre de Di-s Havaiá.Aquí uno simplemente espera la salvación de Di-s con infinita paciencia. Ni reza con palabras audibles ni piensa pensamientos concientes. La completa fe en la Divina Providencia —todos los caminos de Di-s son buenos— transforma nuestro estado general de conciencia en un estado de alegría, “felicidad en el sufrimiento”. En completo silencio, uno es conducido hacia las alturas para alcanzar el nivel de “Mi pensamiento, que no es tu pensamiento”. Paradójicamente, aunque a este nivel no hay fin para nuestra paciencia y perseverancia, cuando se alcanza este nivel de perfecta fe en Di-s —uno con el Eterno— “la salvación de Di-s es como el pestañeo del ojo”.

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