PARTE 21  CURACIÓN A NIVEL DE JAIÁ Y IEJIDÁ

El tercer nivel de curación es a través del poder de los Nombres sagrados, tales como los inscriptos en los amuletos que se llevan en el cuerpo o conservado en algún lugar visible.

Un Nombre sagrado tiene el poder de atraer influjo Divino hacia los aspectos supraracionales del alma, produciendo una suprema experiencia Divina que fortalece el alma y le brinda suficiente poder para curar el cuerpo.

Este método de curar, se relaciona en particular con el tercer nivel del alma, la neshamá, que es la habilidad del alma de percibir directamente la presencia de Di-s en el mundo y sentir el aliento de vida Divino entrando en su ser.

El nivel de la neshamá está inicialmente en forma inconciente en la psique del hombre, porque el estado de conciencia inicial innato es exclusivamente el de nefesh (conciencia física, material) y ruaj (conciencia espiritual).

Los Nombre sagrados se dirigen a la neshamá y la traen a un estado de apercibimiento y experiencia concientes. Uno siente que Di-s está siempre dentro de si –“Di-s es tu sombra, del lado de tu mano derecha”. Di-s está siempre allí para protegerte y curar todas tus dolencias espirituales y físicas.

El curador experto que hace uso de los Nombres sagrados debe ser un cabalista “experto”. Debe conocer el exacto matiz y poder de cada uno de estos Nombres, y al escribir un amuleto debe rezar a Di-s, en un estado de sincera humildad y autoanulación, para que su remedio sea efectivo y meditar en todas las intenciones Divinas prescriptas por la cabalá con respecto al Nombre específico (junto con el nombre del paciente).

Dicen que rabí Israel Baal Shem Tov escribió sólo su propio nombre en un amuleto hecho para curar a un paciente enfermo. Con esto produjo, a nivel de la neshamá, que el paciente sea conciente de que el alma del verdadero tzadik está presente junto a él en todo momento. El verdadero tzadik atrae el conocimiento auténtico de la absoluta unidad y bondad de Di-s (para curar toda carne) a la conciencia de todas las almas conectadas a él.

Curación a nivel de Jaiá (el viviente)

Nuestros sabios hacen referencia al cuarto nivel de curación de la siguiente manera: “si nos duele la cabeza, debemos profundizar en el estudio de la Torá… si nos duele todo el cuerpo, debemos profundizar en el estudio de la Torá”.

De manera similar, nuestros sabios enseñan: “aquel que profundiza en la luz de la Torá, la luz de la Torá lo revitaliza”.

Para atraer vitalidad física desde la luz de la Torá, nuestra alma se debe conectar de verdad a la Torá, la palabra de Di-s. La luz de la Torá es la luz trascendente de Di-s, la luz infinita que “rodea todos los mundos”. A este nivel, la experiencia del alma no es la de la presencia de Di-s como algo diferente a esa experiencia del alma (irradiando Su luz Divina dentro del alma y el cuerpo), sino más bien ella se siente como una misma entidad dentro de la presencia de Di-s. Esto es así porque “la Torá y Di-s son uno”.

Esta experiencia es a nivel de jaiá, “el viviente”, la percepción de la luz de la Torá como “nuestra vida y el largo de nuestros días”. El poder del vínculo reforzado del alma hacia la Torá es suficiente para atraer la fuerza de la curación al cuerpo.

Este nivel de curación es análogo a la ley de que un cuerpo de agua impuro (enfermo) se purifica instantáneamente cuando “besa” las aguas de una mikve pura. De la misma manera, cuando el alma toca –“besa”– las aguas puras de la Torá, se “mezcla” con las aguas vivientes, recibiendo así suficiente fuerza de vida para curar el cuerpo.

Sin embargo, en el dicho de nuestros sabios —“si nos duele la cabeza…”— el término “dolor” (en hebreo jash) es usado (más que una palabra fuerte de enfermedad física) implicando que el mal al que se refiere aquí no es que se ha dañado mortalmente un órgano interno vital, sino un simple “dolor” en uno de los miembros del cuerpo (o en todos —“si nos duele todo el cuerpo…”).

Aquí, continuando con la analogía de las aguas puras de la mikve, la luz de la Torá ciega los ojos de las “cáscaras” (kelipot) impuras responsables de la enfermedad. La influencia negativa de las “cáscaras” desaparece y el cuerpo se recupera. No obstante, cuando los órganos internos vitales del cuerpo han sido dañados mortalmente, el “beso” de la luz de la Torá no es suficiente para curarlos milagrosamente (es decir, regresarlos a su estado completo de ser anterior).

El cuarto nivel del alma, jaiá, es identificado en cabalá con el origen de la sabiduría Divina de la Torá. Este es más elevado que la capacidad del alma de percibir la presencia de Di-s en el mundo y experimentar Su aliento de vida penetrando en su ser, el nivel de neshamá, energizado con Nombres sagrados como se describió arriba. De este nivel está dicho: “la sabiduría [de la Torá] da vida a sus poseedores”.

Se nos enseña en cabalá que jaiá del alma reside en el “fluido aéreo” por sobre el cerebro, por debajo del cráneo. Esto corresponde en nuestro servicio Divino a un estado de verdadera autoanulación —como el que experimentamos cuando nos sumergimos en las aguas puras de la mikve— imbuidos con un sentido de infinita serenidad.Se debe observar que desde este nivel en adelante, el curador y el paciente se vuelven uno. Aquí, con el servicio espiritual del alma doliente logramos curarnos.

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