Parte 18  Plegaria Sincera:  Dulcificación dentro de la Sumision

Después de la contemplación intensiva de las propias falencias que se describió en los capítulos previos, la persona se vuelve hacia Di-s en oración, llorando desde lo profundo de su corazón. Le implora en busca de amparo y que, en Su infinita misericordia, le tienda un puente sobre el abismo que lo separa de El. Cada faceta del apercibimiento que tiene la persona de esa distancia, se vuelve la causa y el motivo de otra plegaria, otro llanto dirigido hacia Di-s.

Este sollozo no está expresando depresión, sino más bien frustración y amargura, y como dijimos antes, sólo es feliz aquel que está verdaderamente conciente de su humildad. Aunque no está contento consigo mismo, más bien está amargado, esta amargura lo mueve a la plegaria.

Cuando alguien esta acosado por un problema y seguramente por algún tipo de ansiedad, debe suplicar a Di-s para que lo ayude a resolverlo. Creer en la omnipotencia y misericordia de Di-s implica que sólo El puede proveer y seguramente proveerá la solución cierta a cualquier cuestión. La persona siempre se beneficiará con el interés bondadoso que Di-s tiene por su vida, tanto a través de las palabras inspiradoras de la liturgia, como del libro de Salmos o de la verbalización espontánea e informal de los deseos del corazón.

No debe caer en la trampa de pensar que por cuanto El es compasivo por naturaleza, no es necesario rezar, o si lo hace padecer sufrimientos a pesar de Su infinita compasión, significa que es por su propio bien. Aunque por cierto todo esto es verdad, es sólo una parte del cuadro. Di-s quiere que reconozcamos ante El nuestra impotencia y sepamos que podemos y debemos dirigirnos a El para todo. De esta manera, incluso si los sufrimientos son para la expiación de los pecados o para la rectificación de una encarnación previa, la sentencia siempre puede ser conmutada con la plegaria.

Se explica por ejemplo, que la razón por la cual Di-s mantuvo estériles a nuestros patriarcas por tanto tiempo, fue para inspirarlos a rezar por hijos. En forma similar, se dice del Baal Shem Tov que cierta vez él y sus discípulos fueron a visitar a un judío muy pobre y se proveyeron allí de casa y comida hasta acabar con sus pertenencias. Cuando la esposa del pobre hombre llegó hasta la desesperación ante tamaño desastre, estalló en llanto pidiendo salvación a Di-s. Enseguida, su marido descubrió un tesoro de monedas de oro oculto en su patio trasero. Cuando fue a relatarle la buena nueva al Baal Shem Tov, este le contó que ya había vislumbrado que estaba destinado a heredar una gran riqueza, pero no la recibía por no rezar por ella, a causa de su actitud indolente y su decidia. Así, el Baal Shem Tov tuvo que hacer algo drástico para forzarlo a implorar por su sustento, y el único camino fue llevarlo a una pobreza tan extrema que no le dejó otra opción.

El acto de rezar sirve para aplastar el ego, porque cuando al persona invoca la misericordia de Di-s, está admitiendo que hay ciertas cosas en la vida que son tan grandes para él que no le es posible encontrar la clave para su salvación. Y como en el cuento, en cuanto el ego es aplastado, las ansiedades se desvanecen con él, el viento las pone fuera de combate y ya no presentan tan tremenda amenaza como antes.

Sumario:

Hemos identificado entonces tres distintos subprocesos dentro del proceso general de sumisión.

1. La supresión general del ego, que es la sumisión dentro de la sumisión.

2. La examinación detallada de las falencias y ansiedades, que es un acto de separación dentro de la sumisión.

3. La plegaria sincera y humilde a Di-s, la conversación privada entre el hombre y su Creador, que es similar a la etapa dulcificante de la confidencia hacia un mentor confiable, y se puede identificar claramente con la etapa de dulcificación dentro de la sumisión.

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