Parte 36   La Bondad y La Maldad

La cabalá concibe el bien y el mal como polos opuestos del espectro continuo de la moralidad. Esto significa que cualquier situación o entidad en la vida contiene elementos de ambas partes. La habilidad del hombre de descender en forma segura por el espectro de lo moral hasta el polo de la maldad para transformarla en bien, es una función de la fuerza con que está aferrado a las regiones superiores, cerca del extremo de la bondad. Cuando está firmemente anclado en el bien, esto es, se siente cercano en su relación con Di-s, no teme descubrir algún mal dentro suyo o en el mundo, y su descubrimiento no representa una amenaza a su confianza general en el eventual triunfo del bien sobre el mal.

La naturaleza animal del hombre lo empuja implacablemente hacia el polo del mal, alejándolo del reconocimiento de Di-s, mientras que su alma Divina lo empuja hacia el polo del bien. El espíritu del hombre asciende hacia las alturas, mientras que el espíritu animal tiende a descender cada vez más abajo, hacia la tierra. Por lo tanto, su capacidad de permanecer aferrado a la bondad depende de su éxito en dar preferencia a su alma Divina sobre su alma animal.

Cuenta el Talmud acerca de cuatro sabios, rabi Akiba y tres de sus discípulos, que se ocuparon de ciertas técnicas místicas de meditación y ascendieron a los reinos trascendentes de la percepción Divina.

Ben Azai miró [por sobre la Gloria Divina] y murió; dicen de él [proféticamente] las sagradas escrituras: “Apreciada por Di-s es la muerte de Sus piadosos” (Salmos 116:15). Ben Zoma miró y perdió la cordura; de él dicen las escrituras: “Has encontrado miel, come [no más que] tu medida, para que no te sientas lleno y la vomites” (Proverbios 25:16). El tercero Elisha ben Avuia, miró y se convirtió en hereje. Rabi Akiva entró en paz y salió en paz.

Está explicado en cabalá que cada uno de estos sabios trató de rectificar el pecado de Adam y su efecto sobre el mundo. Antes del pecado, el bien y el mal existían en dos reinos separados y no se mezclaban de ninguna manera. Cuando Adam y Eva comieron del árbol del conocimiento del bien y el mal, estos se entremezclaron y se creó el espectro continuo de moralidad antes mencionado.

El error de Elisha ben Avuia fue que trató de rectificar el pecado enfrentándose directamente con la maldad y descuidó primeró aferrarse al bien. Focalizándose enteramente en la maldad que hay en el mundo, perdió su habilidad de reconciliar la existencia del mundo con un Di-s benevolente y compasivo. Las dudas que le presentó el mal fueron demasiado grandes para él, llegando a la conclusión de que no hay Di-s y se volvió hereje.

Se cuenta que vió a alguien que le pidió al hijo que suba a un árbol y le traiga algunos pichones de un nido de palomas. El hijo, al complacerlo, cumplió dos mandamientos de la Torá al mismo tiempo: honrrar a sus padres (Exodo 20:12) y alejar a la madre de los pichones de su nido antes de tomar a sus hijos (Deuteronomio 5:16). La recompensa prometida para ambos mandamientos es la de larga vida, pero el niño calló accidentalmente del árbol y murió. Semejante anomalía fue más de lo que Elisha ben Avuia pudo soportar.

Rabi Akiva, por el contrario, buscó rectificar el pecado de Adam enfatizando el bien y venciendo al mal indirectamente. A pesar de que finalmente no tuvo éxito, no obstante fue capaz de salir ileso del intento. De momento que se mantuvo aferrado al sentido de benevolencia de Di-s, el mal en el mundo no constituyó una contradicción para él.Rabi Akiva mantuvo esta perspectiva hasta el final de su vida. Cuando fue atrapado enseñando Tora durante las persecuciones de Adriano, fue sentenciado a muerte, y mientras los romanos rastrillaron su carne con cepillos de hierro, él recitó el Shemá, “Oye, Israel, Di-s es nuestro Di-s, Di-s es uno”, la declaración de unidad de Di-s. Continuó pronunciando la palabra “uno” hasta que expiró. La existencia del mal no presentó ninguna duda para su fé, por cierto su fé fue tan fuerte que fue capaz de sentrise cercano a Di-s incluso cuando su carne era rastrillada con cepillos de hierro.

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