2 La Naturaleza del Alma

Toda alma humana posee 10 sefirot o poderes espirituales. Los tres primeros son intelectuales y los siete restantes se relacionan con las emociones.

Los tres poderes del intelecto son las fuerzas motivadoras principales del componente Divino del alma. Los siete poderes emocionales son las fuerzas motivadoras principales del componente del alma animal.

Esta es la razón por la cual gran parte de la identidad judía se basa en el principio de “tres”. El pueblo judío desciende de tres patriarcas; en nuestras plegarias rezamos: “Di-s de Abraham, Di-s de Itzjak y Di-s de Iaacov”. La bendición sacerdotal se compone de tres versículos (tres bendiciones individuales). Nuestros sabios dicen: “Bendito sea Di-s, el Misericordioso, quien otorgó una Torá que se compone de tres partes (los Cinco Libros de Moisés, Los Profetas y Los Hagiógrafos) a un pueblo que posee tres grupos (Sacerdotes, Levitas e Israelitas) en el tercer mes (Siván) por medio de tres ( Moisés Aarón y Miriam)”.

Aunque el principio de tres es innato en la mente del alma Divina del judío, es secundario a nuestra fe absoluta en la Unicidad esencial de Di-s, que trasciende el poder de la mente. Los elementos Divinos del alma, al ceñirse a la sabiduría de la Torá, que une la mente del hombre a Di-s, se vuelven completamente conscientes del Uno absoluto, como está dicho: “Oye Israel, Di-s es nuestro Di-s, Di-s es Uno”. (ver nota #1).

Los tres poderes intelectuales, en el estado innato del alma animal, están subyugados a los deseos terrenales de los siete poderes emocionales. Para corregir esta “confusión” fueron otorgados los siete preceptos de Noé.

La “rectificación” espiritual para un no judío consiste en refinar los siete poderes innatos emocionales al comprometerse a cumplir los siete mandamientos de Noé. De esta manera, la naturaleza primera e innata del no judío se transforma en una segunda naturaleza ya rectificada, que le permite “penetrar” en los tres niveles más altos de su alma y captar el “Uno”. Esta percepción (muchas veces en forma repentina) lleva a los siete poderes emocionales a servir a los tres poderes Divinos y no al revés. Si un no judío descuida su obligación de observar sus siete preceptos, se queda sin poder percibir la verdadera unidad de Di-s y su consciencia puede llegar a caer en idolatría, con su engañosa adoración a: “los tres”, las estrellas, la naturaleza, los yoguis, el panteón de los “dioses”, el dinero, etc., etc. En resumen, la idolatría se puede definir como el culto a cualquier cosa o a cualquier persona que no sea el Único y verdadero Di-s.

Nota #1:

Por otra parte, la identidad innata del no judío se basa en el principio de “siete”. Existen 70 naciones en la tierra que derivan de Noé. La esencia de estas naciones está en las siete naciones canaanitas que ocuparon la tierra de Israel antes que el pueblo judío la conquistara.

El número siete tiene también un significado especial en la tradición judía, denota “cariño”. En palabras de nuestros sabios, “todos los siete son queridos”. Por otra parte, para los no judíos los números representan una realidad general secular. Para ellos, el séptimo día de la creación no es cualitativamente diferente a los seis precedentes. Es un día de trabajo y de experiencia de Providencia e inminencia Divinas. Sin embargo, para un judío el séptimo día, el Shabat, es cualitativamente diferente de los restantes seis días de la semana. Es un día de descanso de los esfuerzos mundanos, un tiempo para experimentar la trascendencia Divina. El siete para el judío refleja unidad, mientras que para el no judío, pluralidad.

En el alma judía, los siete poderes emocionales están subordinados y sirven a la búsqueda espiritual de los tres poderes intelectuales. Las 70 almas de Israel que bajaron a Egipto están subordinadas a los tres patriarcas judíos.

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