EL SIGNIFICADO DE LA PALABRA ‘CABALÁ’

PARTE 1 – La “Tradición recibida”

La palabra hebrea קבלה, Cabalá se ha convertido en el término estándar utilizado para referirse a la amplia gama de pensamientos y prácticas místicas reveladas y transmitidas como parte de nuestra tradición judía. El uso popular de este término, como veremos, se remonta aproximadamente a 800 años.

Antes de eso las enseñanzas místicas del judaísmo eran conocidas con otros nombres. Por ejemplo, en el Talmud, encontramos:

  • Sitrei Torá, “Misterios de la Torá”
  • Ta’amei Torá, “Razones de la Torá”
  • Maase Bereshit, “Obra de la Creación”
  • Maase Merkavá, “Obra de la Carroza”

En fuentes post-talmúdicas, encontramos la tradición esotérica referida como:

  • Jojmá Penimit, “Sabiduría interior”
  • Jojmat Ha’Emet, “Sabiduría de la Verdad”
  • Jojmá Nistará, “Sabiduría de lo Oculto”
  • Sod, “secreto”

Entonces, ¿a qué podemos atribuir la persistente popularidad de la Cabalá, una palabra que suena bastante monótona al lado de estas expresiones más sugerentes?

Generalmente el término Cabalá se traduce como “Tradición Recibida”. En este sentido la Cabalá transmite la continuidad de una tradición que se ha transmitido de generación en generación.

Sin duda la transmisión del conocimiento místico es fundamental para el significado de la palabra Cabalá, pero existen muchas otras connotaciones asociadas con su raíz hebrea k-b-l (pronunciado: kabel; deletreado: kuf-beit-lamed), además de las más comunes “receptividad/aceptación”. De hecho, la raíz hebrea de Cabalá ק-ב-ל, k-b-l, aparece en la Biblia quince veces con varios significados: (además de como aparece la raíz en las secciones arameas de la Biblia).

En cada una de las tres partes de la Biblia: la Torá (los Cinco Libros de Moisés), los Profetas y los Escritos – la raíz kbl posee un significado independiente:

  • En la Torá (2 apariciones), significa “correspondencia”,
  • en los Profetas (2 apariciones) significa “oposición”,
  • y en los Escritos (11 apariciones), significa “receptividad/aceptación”.

Como el significado de “oposición” está íntimamente relacionado con el de “correspondencia” (ambos implican entidades situadas cara a cara, una frente o “contra” la otra), las consideraremos como una sola y entonces veremos cómo las dos connotaciones básicas de la raíz k-b-l – “correspondencia” y “receptividad/aceptación” – transmiten la esencia y el propósito de la tradición cabalística.

(Del libro “Qué tiene que saber de Cabalá”, del rabino Itzjak Ginsburgh)

PARTE 2 – Cabalá como “Correspondencia”

Aunque la raíz hebrea k-b-l (pronunciada: kabel; deletreada: kuf-beit-lamed) aparece quince veces en la Biblia, su aparición en los Cinco Libros de Moisés se limita a dos versículos en Éxodo. Ambos versículos se refieren al tapiz que colgaba sobre el Tabernáculo portátil, conocido como “Tienda de Reunión”, en el cual, en el Sagrado de los Sagrados, se albergaba el Arca de la Alianza.

Este tapiz constaba de dos paneles largos, cada uno con cincuenta lazos a lo largo de su borde. Los paneles se unían acoplando los lazos con broches dorados. La Torá describe estos bucles como makbilot, “correspondientes o paralelos”, entre sí, introduciendo así la primera aparición de la raíz k-b-l.

El primer versículo, en el que Dios instruye a Moisés con respecto a los detalles del techo de pieles del santuario del desierto, dice:

Cincuenta lazadas harás en la primera cortina, y cincuenta lazadas harás en la orilla de la cortina que está en el segundo ensamblaje; las lazadas se corresponderán [es decir, serán paralelas, makbilot, de la raíz k-b-l] entre sí [lit. (como) una mujer hacia su hermana].

El segundo versículo, que describe la ejecución de Moisés de este detalle, dice:

Cincuenta lazadas harás en una cortina, y cincuenta lazadas harás en el borde de la cortina que está en el segundo ensamblaje, correspondiendo las lazadas [de la raíz k-b-l] una a una

Así vemos que el significado original de la raíz k-b-l en la Torá implica correspondencia y complemento.

En la medida en que la primera aparición de cualquier raíz en la Torá represente su origen conceptual (o en términos cabalísticos, su “corona”), comprender este uso de la raíz y su contexto nos ayudará a apreciar otras connotaciones de la palabra Cabalá y arrojará luz sobre por qué ha llegado a denominar la tradición mística judía.

El Tabernáculo, que fue construido para ser una “Tienda de Reunión” entre Dios y el pueblo de Israel, incorporó muchos motivos simétricos y elementos correspondientes. El ejemplo más significativo de correspondencia fue el de los dos querubines de oro esculpidos encima del Arca de la Alianza que se encontraba en el santuario interior del Tabernáculo, el Sagrado de Sagrados. Al dictar su diseño y disposición, Dios le dice a Moisés:

… y sus rostros, uno hacia el otro [lit., (como) un hombre hacia su hermano]

(Aunque la raíz k-b-l no aparece aquí en el texto hebreo, sí aparece en la versión aramea del Targum).

Mientras que la expresión “[como] un hombre hacia su hermano” aparentemente implica que los jerubim – querubines eran varones (ya que el singular de jerubim, jerub, es un sustantivo masculino, gramaticalmente, la expresión debe leerse en tiempo masculino), las fuentes rabínicas los representan como hombre y mujer, símbolos de la relación esponsal entre Dios e Israel. La Tienda del Encuentro en sí misma representa un dosel nupcial, un lugar donde Dios podría estar en comunicación con Su amado pueblo. Esta unión, como relata el Libro del Éxodo, tomó la forma de mensajes que emanaban “de entre los querubines sobre el Arca del Testimonio”.

La correspondencia entre Dios e Israel manifestada en el corazón del Tabernáculo sirvió para promover la transmisión de la fuerza vital Divina a través de la creación. Esto se debe a que Dios e Israel son los prototipos de cada “transmisor” (mashpia) y “receptor” (mekabel). Cuando los canales de comunicación entre ellos estaban abiertos y activos, toda la creación se beneficiaba.

Al aparecer como masculino y femenino, los jerubim aluden a la identificación cabalística de transmisor y receptor como las fuerzas masculina y femenina que operan dentro de la realidad. Por lo tanto, cada hombre y mujer tiene el poder de emular la simetría de los querubines y, a través de su correspondencia, afectar la medida en que la fuerza de vida Divina encuentra su camino hacia el mundo.

Así encontramos que el Tabernáculo estaba dotado de una correspondencia “interior” -expresada por los querubines en el Sagrado de Sagrados – y una “exterior”, reflejada en las “lazadas correspondientes” que conectaban los dos paneles de su voladizo. En la medida en que la Cabalá identifica la realidad interna como inherentemente “masculina” y la realidad externa como “femenina”, no sorprende que los querubines se describan en términos masculinos, “[como] un hombre hacia su hermano”, mientras que las lazadas se describen en términos femeninos. términos, “[como] una mujer hacia su hermana” (nuevamente, esta es una necesidad gramatical, ya que la palabra para “lazada” en hebreo es femenina).

Sorprendentemente, el valor numérico combinado de “un hombre hacia su hermano” y “una mujer hacia su hermana” (1118) es idéntico al de la declaración por excelencia del judaísmo: “Escucha, oh Israel, Dios es nuestro Dios, Dios es Uno.” Al establecer correspondencias uno a uno tanto en el modo masculino como en el femenino, uno llega a experimentar la unidad subyacente que prevalece en toda la realidad: “Dios es uno”. Este es el objetivo final de la Cabalá.

Como disciplina que ilustra las múltiples correspondencias entre los niveles de la realidad y señala la unidad esencial de la creación y la raíz Divina de la que deriva, la Cabalá merece su nombre.

PARTE 3 – Cabalá como “Aceptación”

En la última parte de la Biblia, los “Escritos” o Hagiógrafos, donde la raíz k-b-l alcanza su mayor prominencia, apareciendo once veces y siempre en el sentido de “receptividad/aceptación”.

El primer verso de esta colección aparece en el Libro de Proverbios:

Oye el consejo y recibe la instrucción
para que tengas sabiduría en tu final. (19:20)

La conjunción en este verso que aparece entre “oír” y “recibir” alude a la importancia de biná, “entendimiento”, la emanación (sefirá) femenina de la luz Divina asociada con el sentido del oído.

La asociación entre “entender” y “oír” se basa en el papel que desempeña el entendimiento para ayudar a diferenciar la verdad de la falsedad a través de un proceso de meditación interior, un proceso que como el de escuchar requiere cierta sensibilidad a los matices.

El oído se asocia con lo femenino en virtud de su método operativo, oír es un proceso de recepción y absorción, los aspectos esenciales del aspecto femenino. Estas son las cualidades necesarias para comprender las sutiles y a menudo elusivas verdades divinas transmitidas a través del pensamiento cabalístico.

El verso anterior de Proverbios que vincula el término Cabalá con la “aceptación de la instrucción” alude a un importante rasgo de carácter que nos predispone a absorber adecuadamente la sabiduría superior. Conocido en las fuentes jasídicas como el rasgo de la sumisión del ego, la aceptación voluntaria de las instrucciones de Dios transmitidas en la Torá es un requisito previo absoluto para convertirse en un recipiente capaz de contener la sabiduría Divina.

A esto se alude en el versículo mismo cuando afirma que el propósito de “oír” y “aceptar” es “para que llegues a ser sabio en tu final”. La “sabiduría del final” es una alusión a la sabiduría oculta de la Cabalá, que se revela cada vez más a medida que nos acercamos al Final de los Días.

PARTE 4 – Cabalá y el Libro de Ester

Como implica su nombre hebreo Meguilat Ester, el propósito final de este texto es inspirar la “revelación” (guilui) de lo que está en un estado de “ocultación” (hester): la participación activa y continua de Dios con Su creación.

Ostensiblemente, el Libro de Ester cuenta cómo los judíos de Persia después de la destrucción del Primer Templo se salvaron de la aniquilación gracias a la intervención de la reina Ester, una joven que había ocultado su judaísmo cuando fue secuestrada por el rey y luego coronada como su consorte real. Rica en subtexto e insinuaciones, la narrativa es una crónica de conspiraciones que se entrelazaron para transformar lo que iba a ser una tragedia oscura, en alegría y luz. No debería sorprendernos, entonces, que este libro esté repleto de símbolos y terminología que son centrales en el discurso cabalístico.

La protagonista de la historia es la reina Ester. Le fue dado el nombre hebreo de Hadasa al nacer, luego asumió su nombre persa Ester con el fin de ocultar su identidad judía. El nombre en sí mismo evoca una asociación irónica con la palabra hebrea hester, que como se señaló anteriormente significa “ocultamiento”. Según el Talmud, el nombre Ester alude al verso de Deuteronomio en el que Dios dice: “Ciertamente esconderé (haster astir) Mi rostro en ese día”.

Como veremos, este versículo tiene especial relevancia para el Libro de Ester y los eventos descritos en él. 

Lejos de ser una coincidencia la similitud entre Ester y hester resalta la naturaleza críptica de la existencia de la Reina y, por asociación, la de todos los judíos en el exilio.

El destierro de los judíos de su antigua patria menos de un siglo antes – y la ocultación del “rostro” de Dios, que representó la destrucción del Templo – obligó al pueblo elegido a participar en la lucha del bien contra el mal en un lugar extraño, donde la confrontación entre estas dos fuerzas se oscureció a su vez. Además, en el exilio, el Pueblo Judío fue privado de la revelación profética; por lo tanto, su mundo parecía estar regido por sucesos arbitrarios, como en el sorteo (en persa, purim) por el cual se decidía la fecha de su aniquilación.

Fue un tiempo oscuro. Dios parecía estar ausente, sentimiento acentuado por el hecho de que el Nombre de Dios no aparece ni una sola vez a lo largo de todo el texto del Libro de Ester.

Sin embargo, el mensaje final de la historia contenida en este libro es que la Divina Providencia y la preocupación operan en todo momento y en todo lugar, incluso cuando están completamente ocultas, para asegurar la supervivencia y la salvación del pueblo judío. Aquí es donde se cruzan los caminos del Libro de Ester y las enseñanzas de la Cabalá, porque el objetivo de la conciencia cabalística es iluminar el elemento oculto de la gracia Divina que es inherente a la creación a pesar de la aparente retirada de Dios de nuestro plano inmediato de experiencia.

PARTE 5 – Cabalá como “Compromiso”

La raíz k-b-l en sí misma aparece en el libro de Ester en tres versículos. Examinemos los dos últimos:

Y los judíos aceptaron como vinculantes las observancias que habían comenzado, y como Mordejai les había escrito. Los judíos ordenaron y aceptaron sobre ellos, y sobre su simiente, y sobre todos los que se unieron a ellos, para que no fallara, que guardarían estos dos días según su escritura, y según su tiempo señalado cada año

Estos dos versículos son lo suficientemente similares como para insinuar la existencia de un solo principio del cual ambos se derivan. Ambos versículos se refieren al compromiso de los judíos con una conmemoración continua del gran milagro y la victoria que presenciaron. No obstante, los dos versículos difieren en términos del contexto en el que se expresa ese compromiso.

El primer versículo enfatiza el hecho de que el compromiso de los judíos en ese momento era una continuación de “lo que habían comenzado a hacer” antes. Los sabios interpretan esto como una referencia a la observancia de los mandamientos de la Torá recibidos en Sinaí, enfocando así el verso en un pasado distante.

El segundo verso, por otro lado, genera un contexto futuro al enfatizar cómo el compromiso debía ser vinculante para todas las generaciones venideras, así como para cualquier converso que decidiera vincular su destino con el del Pueblo Judío.

De estos versículos se infiere que los judíos de la época establecieron como vinculantes permanentemente los compromisos que asumieron en el momento de la revelación en el Sinaí.

Los sabios – al referirse al Sinaí como matan Torá, “la entrega de la Torá”, en lugar de kabalat Torá, “la recepción de la Torá” – parecen sugerir que fue un evento caracterizado más por la fuerza de la iniciativa de Dios que por la estupefacta respuesta de Israel. La formulación de esa respuesta – como “haremos y escucharemos” – enfatiza la acción (realizar los mandamientos) sobre la aceptación (comprenderlos).

Fue este desequilibrio inherente el que requirió una rectificación posterior.

En el momento de la entrega de la Torá, solo Moisés ascendió al monte Sinaí. El resto del pueblo permaneció en la base de la montaña. Al no haber ascendido al mismo nivel que Moisés, el pueblo más tarde se encontró vulnerable a la ofuscación y la ilusión, como lo expresó su deslizamiento hacia la adoración de ídolos con el incidente del Becerro de Oro.

Sin embargo, en la época de Ester, todos los judíos “ascendieron al monte” y juntos experimentaron la cabalá, la “aceptación”, de Moisés, como está dicho, “Moisés recibió [kibel] la Torá del Sinaí”.

Estos desarrollos significativos afectaron no solo la tradición revelada de la ley y la práctica de la Torá, sino también la tradición esotérica. Por lo tanto, no sorprende que ocultos dentro del texto del Libro de Ester uno pueda encontrar numerosas alusiones a conceptos y términos que en las generaciones posteriores se convertirían en pilares de la Cabalá.

PARTE 6 – El Libro de Ester y la Narrativa

La tradición cabalística también hace uso de la forma narrativa como complemento del discurso abstracto destinado a comunicar verdades profundas. El texto de Cabalá más antiguo, el Sefer Ietzirá, enfatiza este punto en su oración inicial:

Con treinta y dos senderos maravillosos de sabiduría,

talló Dios… y creó Su mundo con tres libros:

“escriba”, “libro” e “historia”.

Cada uno de los tres “libros” con los que Dios creó Su mundo: “escriba” (sofer), “libro” (sefer) y “historia” (sipur), proviene de la raíz hebrea de s-p-r (shin–pei–reish).

El término sefirá en sí mismo, quizás el término más básico dentro del léxico de la tradición cabalística, encuentra expresión repetida en el Libro de Ester. De los nombres de las sefirot – las emanaciones de luz y energía divinas que son las fuerzas básicas de la creación – todos menos uno aparece explícitamente en el Libro de Ester. Ningún otro texto bíblico exhibe tal densidad de terminología cabalística.

La raíz s-f-r tiene tres connotaciones distintas, todas las cuales se reflejan en el significado de la palabra sefirá:

  • Como una “emanación” de la luz Divina, la sefirá se deriva del sapir bíblico, “zafiro”, cuyo brillo está asociado con el trono celestial vislumbrado por los profetas.
  • El término sefirá también denota un atributo o rasgo específico por el cual Dios se expresa en el mundo. Vemos esto en las palabras que comparten la raíz s-f-r: sipur, “historia”, y sefer, “libro”.
  • Finalmente, el término sefirá, en la medida en que alude a la estructura matemática abstracta de la creación, puede verse como expresando la idea de mispar, “número”, también asociado con la raíz s-f-r.

La asociación que más nos interesa en referencia al Libro de Ester debido a su aparición repetida es la segunda, que vincula a la sefirá con “libro” e “historia” (sefer y sipur).

Esta referencia se ve reforzada por el uso del término meguilá, “pergamino”, basado en la raíz que también significa “revelar”. La forma física del rollo mismo contribuye al sentido de una revelación que se despliega.

Este efecto se intensifica aún más con el uso del sipur, “historia”, como formato literario para comunicar el mensaje del rollo. En el sipur, hay una tensión constante, con el equilibrio variable entre lo oculto y lo revelado contribuyendo a dar forma a la perspectiva que pretende el narrador. El esclarecimiento progresivo de todos los aspectos ocultos dentro de la historia trae consigo una resolución satisfactoria de esa tensión y una apreciación mucho más profunda de los temas literarios evocados en el proceso. Ningún otro relato en toda la Biblia aprovecha tanto el medio narrativo como la historia de Ester.

(del libro “Qué Necesita Saber de  Cabalá” del rabino Itzjak Ginsburgh, ed. Gal Einai)

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