SECRETOS ILIMITADOS

Rabi Itzjak Luria – El Arizal

Secretos Ilimitados por Yerachmiel Tilles

«Si toda el agua del mar fuera tinta y todo el gran firmamento papel, y todas las cañas plumas,  todo eso no sería suficiente para que escriba toda la sabiduría que he adquirido.»

En la ciudad santa de Tzfat (Safed) hace más de cuatro siglos, los discípulos de Rabí Itzjak Luria, el Santo Ari de bendita memoria, una vez le preguntaron por qué no registró por escrito sus extraordinarias enseñanzas de la Cabalá.

«Si toda el agua del mar fuera tinta”, Rabi Luria contestó, y todo el gran firmamento papel, y todas las cañas plumas,  todo eso no sería suficiente para que escriba toda la sabiduría que he adquirido.»

«Cuando empiezo a revelarles un secreto», confesó: «Siento un aguacero de influencia Divina, como los rápidos chorro de una cascada. Al principio me encuentro imposibilitado de transmitirles la más mínima cantidad de esta sabiduría. Entonces ideo una forma de canalizarla de manera que pueda revelarles una ínfima parte de ese secreto.

«Sería peligroso», advirtió, «si recibieran muchas cosas a la vez – como un lactante que se podría ahogar y morir con la leche de su madre si fluye demasiado rápidamente a la boca.»

Una tarde de verano, un discípulo del Ari, Rabi Abraham Haleví, entró en la casa de su maestro. Era Shabat por la tarde y se encontró con Rabi Luria durmiendo en su cama.

Al mirar más de cerca, Rev Abraham notó que los labios del Arizal se movían, murmurando. Intrigado se inclinó para escuchar. Entonces Rabi Luria despertó.

«¿Qué estás haciendo?» -preguntó el Ari Hakadosh.

«Por favor, perdóname», se disculpó en su discípulo. «Noté que sus labios se movían y quería oír lo que estaba diciendo.»

«Te explico,» el Arizal dijo mientras se sentaba. «Cuando duermo mi alma sube al cielo a través de canales claramente definidos. Los ángeles servidores vinieron a mi encuentro y escoltaron mi alma al ángel supremo. Me preguntó a qué ieshivá celestial deseaba asistir ese día. Elegí una y fui llevado inmediatamente allí. Allí en el ieshivá estudié misterios de la Torá que nunca antes se habían enseñado en la tierra».

Rev Abraham Haleví escuchaba sin aliento. «Por favor ¿podría decirme lo que estaba aprendiendo ahora, mientras estaba durmiendo la siesta?»

Su mentor se rio. «Hago un llamado a los cielos y la tierra como testigos de que si yo fuera a exponer durante ochenta años consecutivos lo que aprendí hoy, sería incapaz de terminar explicando los secretos que he oído acerca de la sección de Bilam en la Parashat Balak. Créeme, esto no es una exageración.»

Adaptado de «Safed – La Ciudad Mística» de Dovid Rossoff.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *