LA DIGNIDAD HUMANA

.רַבִּי אֶלְעָזָר הַקַּפָּר אוֹמֵר, הַקִּנְאָה וְהַתַּאֲוָה וְהַכָּבוֹד מוֹצִיאִין אֶת הָאָדָם מִן הָעוֹלָם

“Rabí Eleazar Hakapar dijo, la envidia, la lujuria y el afán de honores sacan a la persona de este mundo.” (Pirkei Avot, Capítulo 4 Mishná 21)

La envidia, la lujuria y el honor son las raíces de los pecados. La envidia pertenece principalmente a la dimensión conductual, ‘mutvá’ en el alma, correspondiente a las sefirot de eternidad-esplendor-fundamento. La lujuria pertenece a la dimensión ‘emocional’, “murgash”, bondad-poder-belleza. El honor pertenece al ámbito de los atributos intelectuales, del alma, “muscal”, sabiduría-entendimiento-conocimiento.

Hajnaá-Havdalá-Hamtaká

En la psicología Jasídica que nos enseña el Baal Shem Tov Baal Shem Tov, se explica que todo proceso evolutivo de refinamiento personal consta de 3 etapas.

La envidia, la lujuria y el honor son el “lado opuesto” del orden de la rectificación fundamental de “sumisión, separación y dulcificación”, con un orden inverso al que figura en nuestra mishná:

El atributo de hajnaá, sumisión es no tener envidia en absoluto, por cuanto que ‘no merezco nada’ y tengo que sentirme “rico por ser feliz con mi porción” que Dios me ha dado como regalo.

En havdalá nos separamos de todos los malos deseos (procedentes del alma animal) y nos enfocamos en que “los deseos de los justos son sólo buenos”.

La dulcificación corresponde a la rectificación de la búsqueda de honores. El orgulloso persigue su honor propio e ilusorio (y entonces “el honor huye de él”), pero realmente “cada hombre necesita disminuir su propio honor y aumentar el honor de Dios”, reconociendo que “la corona y el honor son del que Vive por Siempre” (el honor en pertenece esencialmente a Dios y para el hombre hay una extensión de ese honor).

Disminuir del honor sí mismo es entregar el honor a Dios (para devolver la extensión a la Esencia), y así el ‘honor del hombre’ se endulza al ser parte del honor de Dios, porque “todo lo que Dios Todopoderoso a creado en su mundo no fue creado sino para Su honor”, ​​y en esto cumple “Dale de lo Suyo [el honor que es suyo] porque tú y lo tuyo es suyo” (y así “el hombre huye del honor y el honor lo persigue”) Disminuir su propio honor” es la sumisión en la dulcificación, y “aumentar el honor del cielo” es la dulcificación misma.

Después del orden de sumisión-separación-dulcificación viene otra sumisión, como un nivel superior proveniente justamente de la dulcificación primera, un grado más elevado de entrega de uno mismo. En nuestro caso, cuanto más haya un honor verdadero más se somete la persona cuando otorga el honor a Dios. Además, después de la rectificación de la envidia, la lujuria y el honor, viene otra etapa de envidia buena y refinada: como “los celos de los escribas aumenta la sabiduría”, porque cada uno trata de emular a los que más saben, y un “espíritu de celo” sagrado (espíritu de pureza) como los celos de Pinjás y Eliahu en aras del cielo.

Los Tres Pecados Capitales

La envidia, la lujuria y el honor pertenecen a las tres ofensas más graves: los celos son la raíz de shfijut damim, el derramamiento de sangre; la lujuria es la raíz de guilui araiot, el adulterio, por supuesto; el honor es la raíz de la avodá zará, la idolatría (que toma el honor del “Rey Honorable”).

Incluso en esto, la corrección está en el proceso de sometimiento-separación-dulcificación: la tendencia al derramamiento de sangre debe ser completamente dominada, extremar la precaución de no dañar a nadie en absoluto (como el que avergüenza a a su amigo en público que es un derramamiento de sangre). En el caso de la inclinación al adulterio se debe hacer una separación, entre los malos deseos prohibidos y entre el amor entre un hombre y su esposa, “Encontró una esposa, encontró el bien”, “El deseo de los justos es sólo bueno”. El impulso de la idolatría (el honor) ya lo anularon los sabios al comienzo del período del Segundo Templo, es decir, lo convirtieron completamente en el servicio a Dios (y por lo tanto ya no hay un ‘instinto’ que nos lleve impulse a alejarnos de Dios tras una idolatría) la dulcificación.

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