En el Zohar (el texto clásico de la Cabalá) y en otras fuentes del judaísmo, encontramos que existen tres (manifestaciones de Divinidad), que en esencia son Una: Di-s, Israel y la Torá. El Zohar señala: “Israel, la Torá y El Santo, bendito sea, son Uno”. Como se explicó anteriormente, antes de la contracción, desde la perspectiva Divina (y del origen del alma judía) estos tres se revelan en forma manifiesta como Uno absoluto.
La Torá es la sabiduría y el espíritu de Di-s, de lo que está dicho: “Él y Su sabiduría son Uno”. Israel es el hijo de Di-s (el hijo es la esencia manifiesta del Padre). Cuando en la Biblia se hace mención del “hijo” (de Di-s), ese hijo es “mi primogénito, Israel”. Esto se refiere a todo el pueblo de Israel (cuya consciencia deriva del nivel Divino y espiritual de Atzilut, como ya fue explicado).
Más adelante, se nos enseña en el Zohar que la Torá cumple la función de conectar el nivel de la consciencia creada de Israel con Di-s. La Torá es, de este modo, un “intermediario” entre “dos” entes esenciales, el Padre y el hijo (como se explicó en Cabalá y en Jasidut: El hijo nace de una “gota” de la sabiduría del Padre); así vemos que el tres se “reduce” a dos (Di-s e Israel). De la misma manera, el tres se “expande” a cuatro (en correspondencia con las cuatro letras del Nombre esencial de Di-s, como ya fue mencionado). En relación a este último concepto, el nivel de Israel se divide en el tzadik (la figura recta mesiánica presente en cada generación) y el pueblo judío (“la congregación de Israel”) en general. Ellos se definen como el “hijo” y la “hija” de Di-s, respectivamente.
Ningún judío hubiera soñado jamás considerar al pueblo de Israel como una entidad en sí misma y rezarle, Di-s libre. Tal pensamiento ni siquiera entra en la consciencia judía. Lo mismo se aplica con respecto a la Torá. La Torá constituye el espíritu santo de Di-s. Pero ningún judío hubiera soñado en su vida considerar a la Torá como una entidad independiente. El alma judía, que deriva de Atzilut, nunca comete el error de unir una realidad independiente con una de las manifestaciones de Di-s.
Al Único que nosotros le rezamos es a Di-s. Éste es uno de los trece principios de fe, como fue explicado por Maimónides. Así es como se reveló Di-s antes de la contracción inicial. La consciencia judía siempre tiene la esencia de Di-s en lo más profundo de la fe que se encuentra en su corazón, como ésta se reveló antes de la contracción inicial.
No hay forma (excepto la conversión al judaísmo, en el caso que el nacido no judío se sienta auténticamente incentivado a ello) que la consciencia de un no judío pueda alcanzar el nivel de pre-contracción. La consciencia del no judío deriva de uno de los tres niveles inferiores de Briá (“Creación”), Ietzirá (“Formación”) y Asiá (“Acción”), que perciben la pluralidad como pluralidad. Desde esta perspectiva, el “Padre”, el “hijo”, y el “espíritu” aparecen como tres entidades separadas. Esta afirmación, desde la perspectiva de la consciencia no judía, que estas entidades son esencialmente una, es inconsistente. La consciencia no judía no puede unificar verdaderamente a los tres y entender que su esencia es una. Perciben a cada uno de los tres como si tuviera una “personalidad” propia tan fuerte que pudieran existir en forma independiente. Esto es idolatría.La tentativa del no judío de parodiar este secreto fundamental de tres que es uno, destruye completamente la autenticidad de la paradoja del concepto. Cuando la consciencia no proviene de Atzilut, el “hijo” se separa del Padre, y el “espíritu santo” también se separa como personalidad independiente y el alma no judía cae en idolatría. Esto está prohibido tanto para el no judío como para el judío. La prohibición de idolatría es la más importante de los siete preceptos de Noé.