REZAR A DIOS SIN BARRERAS

Como la Cabalá comenzó a ser revelada en la Edad Media, muchos sabios rabínicos sospecharon del tema de las sefirot. Ellos temían que las personas que escucharan acerca de la Cabalá y no la estudiaran lo suficiente y pudieran estar equivocadas al pensar que al orar a Dios, uno debe dirigirse a Él a través de las sefirot (algo que abordamos al comienzo de nuestra discusión sobre los Nombres de Dios). Para evitar esto, uno de los grandes eruditos talmúdicos [Isaac Bar Sheshet, España 1326–1408] acuñó una frase que describe la intención correcta que una persona debe tener al orar: “Estoy orando a Aquel a quien un niño pequeño se dirige como Dios”. Los niños pequeños, en su sencillez e inocencia, no están contaminados por las nociones falsas y las suposiciones intelectuales incorrectas que plagan la mente adulta. Una hermosa historia jasídica ilustra cómo un niño intuye y aborda la esencia de otro:

Rabi Shneur Zalman de Liadi, el Alter Rebe quería “probar” a su joven nieto, Menajem Mendel, quien más tarde se convertiría en el tercer Rebe de Jabad, el Tzemach Tzedek. Lo sentó en su regazo y le preguntó: “¿Dónde está el zeide [abuelo]?”. El joven Menajem Mendel señaló la cabeza de su abuelo. El Alter Rebe sonrió y sacudió la cabeza: “No. Esa es la cabeza del zaide. ¿Dónde está el Zaide? El niño señaló el pecho de su abuelo. Nuevamente el Rebe sonrió pero negó con la cabeza: “No. Ese es el corazón del zeide. ¿Dónde está el Zeide? Y así continuó el ejercicio hasta que el niño se quedó aparentemente desconcertado. Saltó del regazo de su abuelo y se fue, al parecer, a jugar afuera.

De repente se escuchó un grito agudo desde fuera de la ventana del Rebe: “¡ZEIDE! ¡ZEIDE!”

El Alter Rebe salió corriendo para ver qué había sucedido y fue recibido por un sonriente Menajem Mendel que trinó alegremente: “¡Aquí está zeide!”.

El niño pequeño se dio cuenta de que no había un “abuelo” que se podía señalar. El abuelo era el hombre que salió corriendo hacia él cuando lo llamó por su nombre.

De manera similar, no se puede señalar a Dios, porque Dios no es corpóreo, sin embargo, no hay nada más real o más existente que Dios. Entonces, aunque no se puede señalar a Dios, definitivamente se le puede suplicar y llamar, siempre que el llamado se origine de una intención inocente y pura de suplicar al Todopoderoso mismo, y no a ninguna de Sus manifestaciones externas. En ese sentido, cualquier llamado puede ser el Nombre de Dios. De hecho, cuanto más endeble es la relación que tiene el llamado con los Nombres que describen los atributos o manifestaciones de Dios, más posibilidades tiene de romper las barreras intelectuales equivocadas que nos alejan continuamente del Todopoderoso. Entonces, aunque no se desalienta el estudio de los Nombres de Dios, se alienta a que aprendamos lo suficiente sobre ellos para que no se conviertan en una barrera más que nos impida abrir un canal honesto de comunicación sincera con el Todopoderoso.

Una de las enseñanzas más fundamentales del Ba’al Shem Tov es que la madurez (gadlut) debe seguir a la inmadurez (katnut).

La inmadurez aquí se refiere a la llamada inocente del niño, cualquiera que sea la palabra o el Nombre que elija. Madurez significa que uno ha estudiado y sabe cómo meditar en los Nombres de Dios en la oración de acuerdo con las enseñanzas de la Cabalá. Dios quiere que maduremos, así como un padre quiere que su hijo madure. Pero hay algo en la juventud que nunca debemos perder. Los jasidim dicen: “Un jasid siempre es joven”. Y así, en las palabras del profeta: “Porque un joven es Israel, y yo lo amo”.

del Libro del rabino Ginsburgh

QUÉ NECESITA SABER DE CABALÁ

ver introducción para principiantes en nuestra página web

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