PIRKEI AVOT 3:7: TRANSITANDO EL CAMINO: EL ESTUDIO DE LA TORA, LA VIDA Y EL EGO

 

Rabí Iaacob dice: El que transita por un camino estudiando, e interrumpe su estudio para decir: “¡Qué hermoso es este árbol! ¡Qué hermoso es este campo arado!” la Torá lo considera como si hubiera desperdiciado su vida

רַבִּי יַעֲקֹב אוֹמֵר, הַמְהַלֵּךְ בַּדֶּרֶךְ וְשׁוֹנֶה, וּמַפְסִיק מִמִּשְׁנָתוֹ וְאוֹמֵר, מַה נָּאֶה אִילָן זֶה וּמַה נָּאֶה נִיר זֶה, מַעֲלֶה עָלָיו הַכָּתוּב כְּאִלּוּ מִתְחַיֵּב בְּנַפְשׁוֹ

La Torá es un árbol, “Ella es un árbol de vida para aquellos que se aferran a ella.” Esta reflexión debería ocasionar que una persona que ve un árbol recuerde la semejanza del árbol a la Torá. No debería causar que detuviera su estudio. Específicamente, el árbol representa la Torá Escrita que desciende del cielo mientras que el “campo arado” mencionado en la mishná representa la Torá Oral, el resultado del trabajo humano.

Volviendo al autor de nuestra mishná, Rabi Iaacob, lo primero que hay que remarcar es que es un taná [sabio de la Mishná] único que no aparece en ningún otro tratado de la Mishná, excepto en el tratado de Avot. Rabi Iaacob obviamente recibió su nombre del patriarca Iaacob considerado “el pilar de la Torá”. La conexión entre los dos se fortalece cuando descubrimos que Iaacob vivió durante 147 años, donde 147 es el valor de ” árbol hermoso”, ilan naé (אִילָן נָּאֶה). De hecho, la vida de Iaacob se divide en “árbol” (אִילָן), 91 años hasta que nació Iosef -un hito importante en su vida- y otros “hermosos”, naé (נָּאֶה), 56 años después del nacimiento de Iosef.

Según algunos comentarios, la forma de entender nuestra mishná es preguntar por qué alguien que está estudiando Torá interrumpiría su estudio para comentar sobre un árbol o un campo. El estudio de la Torá debe ser constante e ininterrumpido en el alma porque es a través de la Torá que la persona se aferra a Dios. Pero alguien que interrumpe su estudio debido a un fenómeno físico atractivo es como una persona que salta desde el techo de un edificio elevado en un intento por quitarse la vida. Al hacerlo se separa de la vida real como dice el versículo: “Y ustedes que se aferran a Havaiá vuestro Dios están todos vivos hoy.”

Aquel que interrumpe su estudio de la Torá de esta manera está demostrando que los árboles y los campos le interesan más que el estudio de la sagrada Torá. “Y es una profanación del honor de la Torá que un árbol sea más importante que su estudio de la Torá”.

De acuerdo con esto, la expresión “¡Qué hermoso es este árbol!” es solo un síntoma del problema real, que es tener un orden de prioridades erróneo.

La raíz psicológica de las prioridades erróneas

Profundicemos más en la raíz del problema y descubramos la razón del desarrollo de este orden erróneo de prioridades, según el cual los asuntos y visiones de este mundo captan la atención más que la Torá y las mitzvot. Como explicaron los maestros jasídicos, el problema comenzó mientras la persona estaba estudiando Torá, mucho antes del encuentro descrito en la mishná.

Cuando una persona estudia Torá, debería permanecer asombrada ante la sagrada Torá, sintiendo su infinita profundidad, amplitud y longitud. Los sabios describen el sentido del infinito que la Torá invoca como el sentimiento experimentado por “un perro que lame el agua del océano”; es imposible beber todo el océano y es imposible aprender toda la Torá. Este sentido de lo infinito hace que nos aferremos al que tiene el mayor poder de todos: el Todopoderoso, que nos da la Torá. Si una persona no se aproxima al estudio de la Torá de esta manera -percibiendo que realmente ha abarcado poco- después de cada vez que estudie se dará palmaditas en la espalda e imaginará, ya sea consciente o inconscientemente: “Qué persona grande y piadosa soy.” En lugar de aferrarse a Dios continuamente a través de la Torá, tal individuo se engrandece por el mérito de su estudio de la Torá.

La interpretación de su declaración, “¡Qué hermoso es este árbol!” se vuelve personal. Al señalar el árbol, se está refiriendo nada menos que a sí mismo: “Porque el hombre es [como] el árbol del campo”. Al medir constantemente cuánto ha aprendido y cuánto ha progresado y cuánto quiere lograr, revela que su aprendizaje en realidad se centra en sí mismo, no en Dios. Incluso cuando está aprendiendo, su crecimiento personal -como el crecimiento de un árbol- es más importante para él que encontrarse con Dios a través de Su Torá. Por lo tanto, la motivación interior para su estudio no es la Torá en sí misma, sino lo que él puede obtener al estudiar Torá. Por lo tanto, es natural que otros eventos y vistas lo distraigan de su estudio.

El Maguid de Mezritch explicó la raíz de este problema usando las propias palabras de la mishná, de la siguiente manera: 

“El que transita por un camino” se refiere a una persona que se dedica a estudiar Torá. Al caminar se está identificando con las leyes de la Torá (llamadas halajot en hebreo, palabra que proviene de la misma raíz que “caminar”. Pero es interrumpido. El Maguid explica que no es interrumpido su estudio por el paisaje que ve, sino su apego a Dios es interrumpido “debido a su estudio”, mimishnató (מִמִּשְׁנָתוֹ) La adición gramatical de la preposición relacional “debido” o “a causa de” sugiere que su incapacidad para concentrarse en solo la Torá se deriva del hecho de que mientras aprendía, se enfocaba en sí mismo y no en su conexión con Dios.

Este es un fundamento particularmente importante del servicio Divino. El estudio de la Torá debe realizarse con cuidado para no caer en el orgullo que separará al alumno de Dios. Tan pronto como una persona detiene el flujo de su estudio de la Torá para contemplarse a sí mismo, “Vaya, realmente estoy aprendiendo, soy el erudito de la Torá de quien los sabios dijeron: ““Oh” árbol, “Oh” árbol, ¿con qué puedo bendecirte?” – está preocupado por sentir su propia existencia, su propia autoconciencia. Esto interrumpe su apego a Dios.

Salvar al mundoEsto se aplica a mucho más que la Torá. Algunas personas ya han descubierto exactamente cómo rectificar el mundo. Mientras una persona esté pensando en su plan (su mishná) y cómo implementarlo -usando su hoja de ruta- se considera que está “transitando por un camino” como en nuestra mishná, en su camino hacia la rectificación del mundo. Si de repente se da cuenta de “qué hermoso es este árbol”, es decir, qué sensato y hermoso es mi plan, es precisamente en este punto que pierde todo su plan y “pierde su vida”, pues ahora su hoja de ruta no es para la rectificación del mundo, sino más bien, para su inflado de su ego personal.

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