EL TRATADO DE LOS PADRES
Rabi Janina, diputado de los Kohanim, decía: oren por la integridad del gobierno, porque si no fuera por el temor a su autoridad, un hombre se tragaría vivo a su prójimo.
El gobierno es una necesidad muy básica de la sociedad, todos somos socios. La existencia misma de la humanidad requiere cooperación. (“El hombre es un animal político” – Aristóteles). Todos estamos en el mismo barco y si no hubiera temor al gobierno el barco se hundiría rápidamente. La raíz de este concepto está en la sefirá de biná (entendimiento – Ima -Madre) donde aprehendemos que la existencia requiere responsabilidad y no se sostiene por sí misma. Entendemos un concepto por medio de un concepto diferente y luego captamos el resultado potencial. (Biná es llamada “omek ajarit“, “la profundidad del resultado final”). Por lo tanto el papel del gobierno es salvaguardar la existencia y organizar a todos los socios, porque son todos iguales y deben ser protegidos.
Sin embargo, hay un enfoque superior. “El reino de la tierra es imagen del reino de los cielos”. El rey humano refleja el reino de Dios y de Él obtiene su autoridad. Según esto, el temor que el rey suscita en su ciudadanía es el talento de su alma para sentir la majestad de Dios y anularse ante ella. De esta manera, el reino modela la cultura humana como un sistema jerárquico que reconoce el abismo entre lo pequeño y lo grande, se rinde al Gran Dios y se identifica con Su bondad y benevolencia para derramarla sobre todos. La raíz de esta percepción está en la sefirá de Jojmá (sabiduría, Aba, Padre), en la cual la percepción es que la creación está vitalizada por su apertura a lo maravilloso y lo elevado. Hay un énfasis especial en la persona del rey y no en el sistema del reino en general.
En los reinos de las naciones del mundo se destaca el primer enfoque, la necesidad de un gobierno para evitar la anarquía. Sin embargo, para los reyes de Israel temerosos de Dios el enfoque está en el honor especial otorgado al rey (personalmente), como representante del reino de Dios sobre Israel y el mundo entero.
Por lo tanto, podemos decir que la transición del exilio a los días del Mashíaj es un ascenso desde la luz de la sefirá de biná en maljut a la luz de jojmá en maljut. Con respecto a biná (sin la luz de jojmá) se dice “Él me sentó en la oscuridad”, la oscuridad del exilio, cuando la Nación de Israel está esclavizada bajo el yugo de las naciones del mundo, de la cual se desprenden severos juicios. Por el contrario, en los días del Mashíaj habrá una revelación de la luz de jojmá en maljut, en la imagen de un rey justo que se anula a sí mismo ante Dios.
En la segunda era de los días del Mashíaj (que incluye la resurrección de los muertos) el Rey Mashíaj entregará completamente el reino al Rey de Reyes, el Santo, Bendito Sea. (Como está escrito que el Mashíaj es el noveno rey y Dios es el décimo). Y luego “Y Dios (solo) será Rey sobre toda la tierra, en ese día Dios será Uno y Su Nombre será Uno.” No habrá necesidad de un rey de carne y hueso. Esta es la manifestación de la iluminación de la corona en la sefirá de maljut, la manifestación esencial de “la corona suprema es la corona de maljut” y entonces “la tierra se llenará del conocimiento de Dios, como el agua cubre el mar” (lo que significa que con la manifestación de la corona se manifiesta la sefirá de daat [conocimiento] y la fe se conceptualiza en la conciencia).Hay tres cabezas en la corona. De abajo hacia arriba son: Reisha d’arij (la Cabeza del Infinito), que corresponde al atributo de voluntad. Esto se expresará cuando en el Templo “cumpliremos ante Ti las mitzvot según Tu voluntad”. En el Templo cumpliremos la voluntad de Dios sin necesidad de que un gobierno humano nos diga que lo hagamos. “En el futuro por venir cuando las mitzvot serán anuladas” es la manifestación de Reisha D’Ain (la Cabeza de la Nada), el placer Divino (y como resultado, el mandamiento se anula ante la revelación de Dios como una “vela al mediodía” ante la luz del sol). Luego viene el Gran Jubileo, 50.000 jubileos, que es la manifestación de Radl”a, la Cabeza Incognoscible, la fe en la sefirá de corona.