En los próximos capítulos, hemos de considerar las siete aptitudes necesarias para que un educador sea efectivo.
Estas se desarrollan tanto lógica como cronológicamente, procediendo desde lo abstracto y general hacia lo específico y concreto, delineando una secuencia por la cual la intención sincera de educar y asistir al otro puede tomar forma en una acción efectiva que fomenta el crecimiento, permitiéndole influenciar positivamente sobre todas las interrelaciones de nuestra vida.
Cada una de las cualidades corresponden a las sefirot, las “esferas” o canales de energía Divina con los cuales Dios creó el mundo. De acuerdo con la Cabalá, estas sefirot permean y se manifiestan dentro de todos los aspectos de la creación, incluyendo, por supuesto, el alma humana que fue creada a imagen de Dios. Es importante tener en mente el funcionamiento de las sefirot, particularmente tal como se manifiestan en los poderes del alma, cuando nos referimos a nuestros estudiantes. Si el maestro trata de cambiar más de un rasgo de carácter por vez (bloqueando así cierto número de canales al mismo tiempo) puede provocar una explosión de energía acumulada que en el mejor de los casos socavará su éxito, y en el peor de los casos podrá causar un daño psicológico real.
Finalmente, nunca se recalcará suficientemente que las habilidades discutidas aquí sólo se pueden adquirir por medio de la práctica y el progreso del maestro será un reflejo del tiempo invertido en ese esfuerzo. Este es el requerimiento de integración necesario y suficiente de parte del educador.