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¿PODEMOS SER AUTÉNTICAMENTE ALEGRES? PARTE 2

En el capítulo anterior decíamos que la alegría natural es la felicidad de ser quienes somos, por nuestra existencia misma. Esa emoción ya existe dentro de nosotros, sólo nos queda descubrirla y, sobre todo, elegirla y adoptarla como forma de vida. Este descubrimiento se manifiesta en cada uno de los poderes del alma, los cuales se transforman por completo cuando se encuentran con la felicidad. En este capítulo continuamos con las diversas manifestaciones de la alegría en los poderes del alma.

Alegría y Unificación

La mayor alegría es la alegría de la boda. Uno pensaría que los novios son los que invitan a todos a celebrar el encuentro de sus dos almas, pero en ciertos aspectos es todo lo contrario: todos vienen a la boda para alegrar a los novios, para darles la energía que necesitan para superar sus dudas y las brechas entre ellos, y casarse. La alegría tiene el poder de unificar los opuestos, disipar las diferencias y las ansiedades y crear conexiones. Entonces, no es solo el hecho de la boda lo que hace que el evento sea alegre, ¡es la alegría lo que hace que se haga la boda!

Esto también es válido a lo largo de los años del matrimonio. El pegamento que conecta a un hombre y una mujer es el gozo del esposo en su esposa y el gozo de la esposa en su esposo y su mutuo gozo en su amor. Su alegría hace que su relación sea creativa y fructífera, como en el versículo de los Salmos: “La madre de los hijos está feliz”. La felicidad nos permite conectarnos con los demás y la conexión con los demás nos hace felices.

Alegría y Compasión

¿Cuál es la conexión entre la alegría y la compasión? Generalmente nuestra compasión se despierta frente a una situación triste, es el sentimiento que surge cuando verdaderamente sentimos y nos identificamos con el otro. Una persona que está triste está encerrada en sí misma y es incapaz de abrirse para sentir a la otra.

El Zohar llama a la alegría “el mundo de la libertad”. La alegría nos saca de nosotros mismos y nos abre los ojos para ver a los demás, sentirlos y tener compasión de ellos. Salir de nosotros mismos depende de nuestra propia alegría y también despierta la alegría. Incluso si la situación que enfrentamos induce a la compasión, al ser sensibles y compartirla enciende la alegría. Por el contrario, cuando estamos del lado que despierta la compasión y nos abrimos a sentir la compasión y el amor incondicional de Dios por nosotros, nos llenamos de una alegría sencilla que refleja la alegría Divino por el hecho de que existimos.

Alegría y sinceridad simple

Sé sinceramente simple con tu Dios.” La sinceridad simple es una gran virtud en el servicio a Dios. También es la salud emocional: honestidad, seriedad, sencillez. La gente tiene miedo de ser simplemente sincera, piensan que solo las personas sofisticadas triunfan. Quizás también han sido engañados aquí y allá. La felicidad, sin embargo, protege a la sinceridad sencilla y la convierte en una experiencia positiva. La persona sencillamente sincera es consciente de que la gente puede tratar de aprovecharse de ella, pero adopta esta actitud como una forma de vida. Incluso si alguien trata de engañarlo no se molestará demasiado y permanecerá alegre con la sencilla sinceridad que eligió. 

Esto se ejemplifica en la historia de Rebe Najman en la que el modelo a seguir es el hombre sencillamente sincero y siempre alegre. Su alegre y simple sinceridad es la clave de su éxito.

Una persona que camina ante Dios con simpleza y sinceridad puede aceptar todos los fracasos de la vida con alegría. Todos tenemos situaciones en la vida que no salen como soñamos, pero esta persona acepta esto con alegría y fe en que todo lo que le sucede es para bien. La alegría y la sinceridad simple crean salud y resiliencia emocional en todas las circunstancias de la vida.

Alegría y humildad

El poder más bajo del alma es la humildad. La humildad es nuestro conocimiento sobrio y honesto de nosotros mismos, incluidas todas nuestras debilidades y defectos. Piensa en cómo te gustaría ser, cómo podrías ser con el potencial Divino escondido dentro de ti, y luego abre los ojos y mírate como realmente eres. Esta es una toma de conciencia saludable, pero es difícil decir que llevaría a una persona a un estado de alegría. La alegría protege la humildad para que no se deteriore y derive en depresión, como podría suceder fácilmente cuando una persona se enfoca en sí misma conciente de todos sus defectos. La felicidad nos permite mirar fuera de nosotros mismos y recordar que nuestros problemas son solo una pequeña partícula en la amplia y feliz realidad.

La expresión preeminente de la humildad aparece en la Torá en la cima de un evento feliz: el Rey David dice “Y seré humilde a mis ojos,” para explicar por qué bailaba desinhibido ante el Arca de la Alianza. Su sentido de bajeza generaba alegría. ¿Por qué? Primero, la humildad libera a la persona de la tensión que implica preservar su propia imagen. Sí, tengo defectos y debilidades, ese soy yo, y no tengo que invertir energías en engañarme a mí mismo o a los demás. Esta es una declaración muy liberadora, suficiente para hacer que uno quiera bailar. Cuando soy “humilde a mis ojos” y siento que no tengo derecho a nada, mis ojos se abren para ver todos los dones que Dios me ha dado, tanto grandes como pequeños. Siento el amor y la compasión de Dios por mí a pesar de todos mis defectos, e incluso debido a ellos. Doy gracias a Dios, soy feliz con mi suerte y soy verdaderamente rico en felicidad.

La alegría de la fe: alegría en estado puro

La alegría de cumplir una mitzvá es un gran gozo. La alegría que conecta a los otros poderes del alma es espléndida. El Jasidut, sin embargo, estableció un nivel completamente diferente de servicio a Dios con alegría. No se trata del disfrute que depende del cumplimiento de una mitzvá en particular, sino más bien de “la alegría en su forma más pura”, independiente de cualquier cosa externa: la alegría de la fe.

A veces no tenemos la energía para realizar ciertas tareas o misiones, pero la alegría de la fe no necesita razones. Para ser feliz no necesitas nada, solo sé tú mismo: un judío que cree en Dios. No tenemos que invertir esfuerzo en creer, la fe está en nuestros genes como “creyentes hijos de creyentes”. La fe es nuestra autodefinición, es lo que realmente somos. No es un añadido a la vida, sino la vida misma. “Un tzadik vivirá por su fe”, literalmente como la resurrección de los muertos. Cuando nos despojamos de todas las capas que nos ocultan, se manifiestan nuestra fe y alegría naturales. Entonces tenemos la fuerza para cumplir con todas las mitzvot.

El Rebe de Lubavitch acuñó la frase “alegría en su forma más pura”, diciendo que ya se han probado todas las formas de traer la redención, y todo lo que queda es traer la redención mediante “alegría en su forma más pura”. La alegría en estado puro es la redención del alma. Cuando se expresa por la autorrealización del alma y una conexión completa y pura con Dios, trae la redención al mundo entero.En nuestra generación, a medida que se acerca la redención todo lo que tenemos que hacer es alegrarnos en Dios, alegrarnos por nuestra fe en Dios y alegrarnos por la fe de Dios en nosotros, en el hecho de que Él nos da vida en cada momento, a pesar de todo y a causa de todo. La mitzvá de la fe se puede expresar como “Sé judío, sé tú. Justamente, en hebreo “ser judío”, tiene el mismo valor numérico que emuná-simjá, fe-alegría.

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