LA INFLACIÓN DE LOS COLORES

¿Cuántos colores hay en el mundo?

Esta es una pregunta difícil, y según la ciencia moderna no tan cierta: los colores están ubicados en el continuo del espectro cromático, por lo que en la naturaleza no existe una división clara entre los diferentes matices.

Corrijamos la pregunta: ¿cuántos nombres hay para los colores? Es decir, ¿cuántos matices diferentes se reconocen y definen en la cultura humana?

Resulta que esta tampoco es una pregunta tan simple. Un investigador judío del siglo XIX llamado Lazarus Geiger descubrió que los nombres de los colores se siguen multiplicando a lo largo de la historia y, a medida que se desarrolla una cultura, agrega más y más nombres diferentes a los colores. Geiger pensó que las sociedades primitivas eran daltónicas, pero estudios posteriores revelaron que esto no es cierto: las sociedades primitivas también distinguen entre diferentes tonos, pero no le dan un nombre a cada tono. Un ejemplo sorprendente de esto es el arco iris: en la Torá no se describen en absoluto los colores del arco iris. En la antigua Grecia, en cambio, el arco iris se describe simplemente como ‘colorido’. Más tarde, el arco iris -en varias culturas diferentes y también en el Sefer HaZohar- se describe que tiene tres colores. Newton innovó que el arcoíris tiene siete colores, y hoy en día hay aún más nombres para los diferentes tonos del arco iris.

Lo que surge de esto es que la humanidad se está concentrando cada vez más en los detalles, agregando más distinciones y más sutilezas. Este fenómeno en el mundo de los colores ilustra un movimiento general de la ciencia y el arte modernos, que van sumando cada vez más definiciones, categorías, valores y conceptos hasta el infinito.

Aparentemente, este es un proceso lógico y bienvenido: el estudio de la naturaleza se está volviendo más sofisticado y preciso y por lo tanto se están creando más y más distinciones y categorías. Pero esto también tiene un inconveniente importante, del que hay que ser consciente y tratar de evitar. La multitud de conceptos, distinciones, categorías oscurece el significado, el contenido y la esencia interna del tema de investigación. En lugar de observar el significado y el contenido, la persona se sumerge en la infinidad de datos y las distinciones entre ellos. De manera encubierta pero más seria, tal enfoque en realidad niega y se opone a la existencia misma del contenido y el significado, y el mundo se convierte en una colección interminable de datos sin sentido.

JASHMAL. LOS COLORES CALLAN Y HABLAN

¿Qué hacer? ¿Debemos evitar las distinciones finas y precisas?
La respuesta se encontrará nuevamente en el mundo de los colores, y vendrá a través de una meditación numérica: en el Zohar aparece que hay שע”ח, trescientos setenta y ocho (378) tonos, como la palabra חשמל, jashmal. La palabra jashmal, una palabra “secreta” en el Tanaj, que aparece solo en el Acto de la Carroza, el Maasé Mercabá en el libro de Iejezkel, interpretado en la Guemará como compuesta por dos palabras: חש מל, jash y mal. Jash significa callarse, guardar silencio y “mal” se interpreta como hablar (de milul-milim, expresar palabras), es decir, de los 378 tonos, es posible darle palabras (nombres) y expresar solo 70 (מל, mal) tonos, mientras que el resto de los 308 (חש, jash) permanecerán en silencio, sin una palabra y una definición especial.

[Para los amantes de los números, la relación entre 70 y 308 es 5:22 , por cada 5 fenómenos definidos, deben quedar 22 fenómenos ‘ocultos’]. Donde 5, ה, son las zonas de la boca que tienen el potencial de crear los sonidos a partir del aliento: garganta, lengua, paladar, dientes, labios. Al emitir sonido y ser procesado por estos cinco efectores, se producen las 22 letras del alef bet que forman las palabras…

El principio que surge de esto es que es posible distinguir muchos fenómenos profundos y sutiles, pero no todas las experiencias y distinciones deben recibir un nombre definido. Es permisible y bueno dejar que los fenómenos y experiencias permanezcan en su sutileza, delicadeza y flexibilidad y no apresurarse a exteriorizarlos, expresarlos y definirlos. Las cosas profundas, sutiles y ocultas deben permanecer como tales: “No tienes más belleza que la modestia”. Cuando actúas de esta manera das lugar al ‘alma deitkasia (el mundo oculto)’, la interioridad oculta y el alma espiritual, y entonces la investigación de la naturaleza no daña la “La gloria de Dios es ocultar la palabra”, sino que revela la maravilla Divina sin dañarla ni profanarla.
Del libro ‘Unificación de la Torá y la Ciencia’, caso modelo 4 – los colores del arcoíris

¡Shabat Shalom uMevoraj!

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