PARTE 1 INTRODUCCIÓN: TE BUSCO CON TODO MI CORAZÓN

En la portada de su “Tratado sobre la Meditación”, Rabí Dovber de Lubavitch cita este versículo de los Salmos: “Te busco con todo mi corazón”. Este es el objetivo de la meditación judía, buscar y encontrar a Di-s y revelarlo en nuestra vidas.

Di-s nos puso en este mundo y ocultó Su presencia para jugar con nosotros el juego de las “escondidas” divino. Con nuestro esfuerzo conciente por encontrarlo Le brindamos alegría, como si fuera, y así cumplimentamos Su deseo en la creación.

Encontrar a Di-s en nuestras vidas es nuestra necesidad más profunda y también la Suya.

Si usted sabe dónde perdió una piedra preciosa, irá a buscarla allí y a ningún otro lugar. Así también Di-s Reveló Sus caminos, los senderos por los que El Mismo camina, en la Torá. Los mandamientos de la Torá son los “caminos de Di-s”, el “lugar” hacia donde nos tenemos que dirigir cuando buscamos a Di-s. Por esta razón, la meditación judía más básica, viviendo en el espacio Divino, está basada en los seis mandamientos continuos de la Torá.

Punto, Línea y Area

La cabalá y el jasidismo hablan de tres etapas de desarrollo: “punto, línea y área”. Aplicado a la conciencia meditativa, el “punto” de meditación es “te busco con todo mi corazón”.

La “línea” es la percepción de “direcciones” bien definidas” o una orientación en la meditación, que se refiere a las seis direcciones que nos rodean en todo momento y cómo ellas corresponden a los seis mandamientos continuos de la Torá. (Note que en este caso, la “línea de meditación es verdaderamente tridimensional.)

El “área” completa la conciencia meditativa en lo profundo de nuestra meditación, tan fascinante en la riqueza de los “detalles” Divinos (tanto en los planos intelectuales y emocionales) que uno trasciende el propio estado limitado de autoconciencia, “metamorfoseándose” hasta volverse uno con la verdad Divina envestida en la meditación.

De esta manera, las tres etapas de “punto, línea y área” en relación a la meditación pueden ser expresadas como “objetivo, orientación y metamorfosis”.

El Servicio del Corazón

Como el punto inicial de la meditación es “te busco con todo mi corazón”, esta puede ser comprendida como “el servicio del corazón”. Sin embargo, nuestros sabios se refieren a la plegaria como “el servicio del corazón”, por lo que vemos así la relación intrínseca entre la meditación y la plegaria.

Ciertamente la plegaria es la culminación o la expresión consumada de la meditación. Veremos que la plegaria refleja la experiencia interior del que medita, englobado por la conciencia de vivir en el espacio Divino. Como explicaremos, la plegaria es el afán del alma por transformar la línea de la meditación en un área completa, o en otras palabras metamorfosear nuestra estado limitado de autoconciencia. La plegaria, que es el punto interior de las seis direcciones del espacio Divino, convierte el “entorno” meditativo, la periferia relativa de la conciencia en un “área” Divina palpitante y viviente. El punto inicial de la meditación crea una estructura Divina; el punto final interior –la plegaria- crea para el meditador una extensa y completa vida Divina.

El Estudio como Preparación para la Meditación

En Jasidut está explicado que la meditación posee tres etapas, que corresponden en si mismas a la progresión “punto, línea, área”:

  1. Estudio como preparación para la meditación,
  2. Meditación previa a la plegaria y
  3. Meditación durante la plegaria

La relación entre ellas es:

  1. un punto aún inanimado,
  2. una línea animada dinámicamente y
  3. una experiencia completa –área- de vida Divina.

Como el estudio en general es el punto que precede al verdadero servicio de la meditación, mientras estudiamos debemos tratar de mantener conciencia del punto inicial de la meditación en sí: “Te busco con todo mi corazón”. El éxito en avanzar hacia la línea y finalmente hacia el área estará en proporción directa a la sinceridad y la intensidad del punto –mientras estudiamos y posteriormente cuando damos comienzo al verdadero servicio de la meditación.

Si en cualquier instante la vastedad y la profundidad del estudio se vuelve agobiante, siempre tenemos el punto hacia donde retornar. En el estado relativamente inanimado del estudio, el punto es la chispa de vida que nunca se extinguirá (Keter Shem Tov 84 11c en el versículo de Levítico 6:6: “un fuego continuo arderá en el altar; no se debe extinguir”). Esa chispa de vida es la que nos inspira a alcanzar niveles más profundos e intensos de entendimiento en el estudio, a pasar del punto a la línea y al área desde el estudio mismo.

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