EL FIN DE LA AMARGURA

La Historia de Iehudá y Tamar y la cimiente del Mashíaj

Extraído del nuevo libro del rabino Ginsburgh, “La Dimensión Interior”, que se publicará próximamente. 

Cómo transformar lo amargo en dulce y cómo el auto desinterés acelera la llegada del Mashíaj

El episodio de Iehudá y Tamar en la parte de la Torá de Vaieshev es una de las historias más misteriosas de la Torá. Los sabios nos enseñan que mientras tuvo lugar este episodio, Dios estaba ocupado creando “la luz de Mashíaj“.

La lectura del texto en el nivel literal revela que Tamar era la nuera de Iehudá, la viuda de su hijo Er, quien murió a causa de sus fechorías. Después de la muerte de Er, Iehudá le dijo a su segundo hijo, Onán, que se casara con Tamar en un matrimonio de levirato, que se realiza cuando un esposo ha muerto sin descendencia. Sin embargo, Onán actuó de una manera inaceptable para Dios, y también murió sin engendrar hijos, dejando a Tamar viuda una vez más. Al ver esto, sin darse cuenta de que sus hijos habían muerto como castigo por sus pecados, Iehudá se mostró reacio a que su tercer hijo, Shelá, se casara con Tamar. Temía que Shelá pudiera sufrir el mismo destino que sus dos hermanos mayores. Cuando Tamar se dio cuenta de que Iehudá le estaba ocultando a Shelá, se disfrazó de prostituta y esperó a que Iehudá pasara. Iehudá fue seducido por Tamar sin reconocerla. De su unión, nacieron los gemelos Peretz y Zeraj. Peretz fue el predecesor de la dinastía real de reyes de Israel que comenzó con el rey David. De este linaje nacerá el Mashíaj.

Transformar lo amargo en dulce

Este relato de la compleja relación de Iehudá con Tamar requiere un examen cuidadoso. Volviendo nuestra atención a Tamar, quien inició activamente el episodio, meditaremos en su nombre. En hebreo, “Tamar” (תָּמָר) es una palmera datilera, la séptima y última especie con la que la Tierra de Israel es bendecida. También es la raíz de la palabra “intercambio” (תְּמוּרָה,  tmurá). Por otro lado, podemos dividir el nombre Tamar en dos palabras, Tam-mar, “completo” (תָּם) y “amargo” (מַר). Esto alude a la finalización o compleción de la amargura. Como una palmera datilera que puede convertir un desierto árido en un oasis floreciente, Tamar sabía cómo transformar lo amargo por dulce. La palmera datilera prospera con agua salada (amarga), transformándola en una fruta dulce como la miel.

Algunos de los eventos en esta historia son píldoras amargas para tragar, comenzando con los pecados de Er y Onán y sus muertes posteriores, y concluyendo con el comportamiento cuestionable de Iehudá. El acto de Tamar presenta un claro ejemplo de convertir la amargura de la muerte en la suprema dulzura rectificada de la redención. La luz de Mashíaj es la fruta dulce que emerge de la amargura. Tamar es el origen del nivel de conciencia del Mashíaj, que ’transforma la oscuridad en luz y la amarga en dulzura.’

Endulzar un pensamiento amargo

El Maguid de Mezeritch, discípulo y sucesor del Baal Shem Tov, explica: “El significado de Tamar (תָּמָר) es ‘el final de la amargura’ (תָּם-מַר, tam mar). Un pensamiento extraño es amargo, pero en verdad es inocente (תַּמָה, tamá)”. A veces, los pensamientos extraños nos molestan durante nuestras oraciones. En el mejor de los casos pueden ser pensamientos sobre el negocio o los problemas familiares, y en el peor de los casos entran en nuestra mente reflexiones pecaminosas. En ese momento, debe comprender que este pensamiento irritante tiene una raíz y una fuente positivas, “…Me doy cuenta de que este [pensamiento] se origina en las letras sagradas; es simplemente su orden lo que es tonto”. El Maguid explica que el origen de todos los pensamientos está en las letras sagradas hebreas, los bloques de construcción de la creación. Si un pensamiento específico parece tonto y pecaminoso, es porque hemos combinado las letras incorrectamente. La raíz del pensamiento inicial sigue siendo pura y santa, pero es como si hubiéramos ensamblado erróneamente el rompecabezas. En la parashá de esta semana encontramos un ejemplo de tal combinación de letras que se transforman de bueno en malo, en el versículo: “Er, [עֵר] el primogénito de Iehudá era malo [רַע] a los ojos de Dios”.

Cuando un individuo se da cuenta de que sus pensamientos impropios son una interpretación errónea de algo bueno “puede ingresar al mundo de los intercambios y a partir de estas combinaciones, se pueden formar otras palabras; de las palabras de la locura surgen las palabras de la Torá”. Un pensamiento extraño es amargo y malvado, pero reconocer su origen lo eleva a su raíz, al “mundo de los intercambios” en el cual el “rompecabezas” puede ser reconstruido y la locura endulzada.

El Rebe Shneur Zalman de Liadi, el Rebe Alter (el discípulo más joven y querido de la Maguid) escribe que este método de elevar los pensamientos extraños es el servicio de los justos. La instrucción para las personas en general es ignorar o expulsar el pensamiento inapropiado. Sin embargo, la comprensión de que los pensamientos extraños están enraizados en una fuente positiva es algo que todos podemos entender y actuar en consecuencia. A medida que nos acercamos a la redención final, este servicio de los justos estará cada vez más disponible para todas las personas.

La explicación ofrecida por el Maguid arroja una nueva luz sobre la historia de Iehudá y Tamar. Iehudá pensó que la mujer que conoció era una prostituta (קְדֵשָׁה, kedeshá), pero en verdad era su nuera justa y santa (קְדֹשָה, kedoshá). Pensó que Tamar había quedado embarazada ilegítimamente, pero en realidad llevaba en sus entrañas a su propio hijo. Tamar, que se cubrió el rostro, era como un pensamiento inapropiado que oculta su verdadera fuente. En el momento en que Iehudá se dio cuenta de la verdad, toda la amargura se convirtió en dulzura.

Nosotros también podemos transformar la amargura de los pensamientos impropios en dulzura si, en lugar de sentirnos abrumados por ellos, los reconocemos como interferencias engañosas, cuya fuente es pura y santa.

Anulando el Ego

Todos tenemos un sentido innato del “ego”, que comienza al comprender que “existo”, pero puede llegar a degradarse fácilmente en egocentrismo y engrandecimiento personal, y este orgullo propio nos separa de nuestra fuente Divina. La forma jasídica de servir a Dios es refinar nuestro sentido del yo al darnos cuenta de que Dios nos crea de nuevo en cada instante, comprendiendo así que nuestro ego es esencialmente inexistente.

Un principio básico del judío, y explicado en Cabalá y Jasidut es que Dios creó el mundo “algo a partir de nada”. El Maguid de Mezeritch enseñó que el servicio de los justos es convertir ese “algo” (es decir, el ego) en “nada”. Esto es universalmente relevante ya que “Todos en Tu pueblo son justos”. Todos pueden alcanzar este estado de desinterés, especialmente durante la oración.

Humillar todos los sentimientos de comodidad y auto complacencia que el ego nos genera sobre nosotros mismos y anularlos es una experiencia amarga, esa amargura (מַר, mar) aludida en el nombre de Tamar que se refiere a la amargura experimentada cuando se anula el ego. Sin embargo, cualquiera que experimente un momento de desinterés verdadero puede apreciar la dulzura de la “nada” Divina, a partir de la cual se creó el mundo. En retrospectiva, nos damos cuenta de que la amargura inicial fue por tomar conciencia de que nuestro ego estaba sojuzgando, secuestrando nuestro sentido innato de estar en presencia de Dios. ¿Cómo se puede transformar una postura egoísta en algo que no sea amargo? El sabor de la verdadera anulación del ego en la sumisión a Dios es más dulce que la miel.

El acto de auto-anulación de Iehudá comenzó con el verso inicial de la porción de la Torá, “Iehudá descendió de sus hermanos”. Se tomó muy en serio el acto que instigó contra Iosef y su padre. Fue el primero en bajar su ego en cierta medida. Los sabios relatan que Dios luego envió un ángel de deseo para despertar sus instintos básicos, y gracias a esta caída, alcanzó un enorme desinterés y humildad, al reconocer que era padre del hijo que iba a tener Tamar. Toda la amargura de su estado egotista inicial se transformó en la dulzura de un ser humilde y refinado. Así fue como la luz de Mashíaj brilló en el mundo.

El espíritu de Dios, de Otniel a Mashíaj

Como se mencionó, el nombre Tamar (תָּמָר) se puede dividir en dos sílabas (ת-מר). La segunda sílaba comprende dos letras, mem y reish (מ־ר, que significa “amargo”). Su valor numérico es 240, que también es el valor numérico de la expresión “el espíritu de Dios” (רוּחַ הוי, Ruaj Havaia). En particular, el profeta Isaías declara: “El espíritu de Dios descansará sobre él (es decir en el Mashíaj) 

La primera aparición de “espíritu” en la Torá se encuentra en el segundo verso del libro de Génesis: “Y el espíritu de Dios [Ruaj Elokim] se cernía sobre el agua”. Los sabios afirman que esto también se refiere al espíritu del Mashíaj. La primera vez que la frase “el espíritu de Dios” aparece en la Torá es con referencia al juez Otniel ben Knaz. El versículo dice: “El espíritu de Dios vino sobre él y juzgó [al pueblo de] Israel”. 

En su explicación de este versículo, Rashi se refiere a un Midrash excepcional. Dios le dijo a Moshé en Egipto: “Veo, he visto (רָאֹה רָאִיתִי, raó raiti) la pobreza de mi pueblo”. ¿Qué significa esta doble referencia a ver? Dios le dijo a Moshé: “Veo” (רָאֹה, raó) que están condenados a equivocarse con el Becerro de Oro, sin embargo “He visto (רָאִיתִי, raiti) la pobreza de Mi pueblo”. A partir de este versículo Otniel enseñó: ya sea si son meritorios o culpables, Él debe redimirlos.

El especial “espíritu de Dios” que descansaba sobre Otniel es una aprobación del pueblo judío, que los coloca muy por encima de cualquier balance de pecados y buenas obras. Otniel demostró a partir de las propias palabras de Dios que: “Ya sean meritorios o culpables, Él debe redimirlos”.

Mashíaj también está dotado con “el espíritu de Dios”, es un atributo claramente va a tener. El secreto de este espíritu especial comenzó con el acto de Tamar, evolucionó a través de un asunto que involucró a muchas partes aparentemente culpables, pero sin embargo la Cabalá nos enseña que, a través del acto desinteresado de Tamar, incluso las almas de Er y Onán fueron rectificadas en sus reencarnaciones como Peretz y Zeraj, los gemelos de Tamar y Iehudá (según el secreto del matrimonio por levirato).

Dios es misericordioso y compasivo

Las letras de “el espíritu de Dios” (רוּחַ הוי) son un acrónimo de la frase, “Dios es misericordioso y compasivo” (רַחוּם וְחַנוּן הוי, Rajum vejanún Havaia). El valor numérico de esta frase es 400, que es el valor numérico de la letra tav (ת) la inicial del nombre de Tamar. Así, el valor numérico del nombre de Tamar es igual a la suma de los valores numéricos de estas dos expresiones: “Dios es misericordioso y compasivo” (ת) y “el espíritu de Dios” (מר). El nombre de Tamar alude al atributo Divino con el que Dios nos juzga favorablemente tanto si somos meritorios o culpables. Este “espíritu de Dios” ha descansado sobre los verdaderos jueces y líderes del pueblo judío desde Otniel. Ellos abogan por nuestro caso de que Dios debe redimirnos, no importa cómo nos comportemos. Los sabios nos enseñan a emular la misericordia y la compasión de Dios, y cuando lo hagamos, Dios nos redimirá de esa manera.Poder despertar la compasión de Dios incluso sobre aquellos que son “culpables” y aquellos que han caído, endulza el sabor amargo en la boca de esos pecadores. El Mashíaj también afirmará: “Ya sea que sean meritorios o culpables, debe redimirlos” y Dios nos redimirá a todos. Entonces “el justo florecerá como una palmera datilera” y toda la amargura se transformará en un sabor dulce como la miel. Y esto nos involucra a todos porque “Tu pueblo son todos justos”.

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