EXTRACTOS DE LA PARASHAT BERESHIT 5784

Primera lectura: el espacio entre las letras

En un rollo de la Torá, las letras están escritas a mano con tinta negra. El pergamino en sí es blanco. Por lo tanto, las letras se describen como “negras sobre blanco”. Hay un secreto en la Cabalá con respecto al espacio en blanco entre las letras negras. Este espacio se conoce como “el aire entre las letras”. El significado de este espacio y cómo leerlo es uno de los secretos que revelará el Mashíaj.

Se nos exige asegurarnos de que la tinta negra de cada letra del rollo de la Torá esté rodeada de pergamino por sus cuatro lados.[1] Ninguna letra debería tocar a sus vecinas. Debe separarlas un espacio de al menos un pelo. Por lo tanto, si dos letras se tocan ligeramente en un rollo de la Torá, en una mezuzá o en un tefilín, todo el rollo, la mezuzá o el tefilín quedan invalidados. ¿Cómo debemos entender el espacio en blanco que separa las letras en el rollo de la Torá?

Los sabios dicen que antes de la creación del mundo – antes de que existieran el pergamino físico y la tinta – la Torá estaba escrita como “fuego negro sobre fuego blanco”[2], esh shjorá al gabei esh lebaná (אֵשׁ שְׁחוֹרָה עַל גַּבֵּי אֵשׁ לְבָנָה). El pensamiento jasídico explica que el “fuego negro” representa la “luz que llena todos los mundos” de Dios, or hamemalé col almin (אוֹר הַמְּמַלֵּא כָּל עָלְמִין). Esta es la luz que fue revelada por la contracción de la luz infinita de Dios y que ahora sirve como el modo principal de la revelación de Dios. La luz infinita que se contrajo está representada por el “fuego blanco”. También se la conoce como la “luz que rodea todos los mundos” de Dios, or hasobev col almin (אוֹר הַסּוֹבֵב כָּל עָלְמִין). Cuando pensamos en la Torá tal como existía (y continúa existiendo) antes de la creación, claramente la luz infinita, el fuego blanco, contiene un significado infinito.

El espacio que separa las letras se conoce como “aire”, avir (אֲוִיר) entre las letras. Es el fuego blanco que precedió a la creación y al que en Cabalá se hace referencia como el “aire primordial”, avir kadmon (אֲוִיר קַדְמוֹן). Un sinónimo de “aire” es “espíritu”, ruáj (רוּחַ), que también significa “lado”. De hecho, el aire rodea cada letra por los cuatro lados. La misma palabra, “espíritu” (רוּחַ) también puede pronunciarse como “separación”, revaj (רֶוַח), como en el versículo, “Pon un espacio [o separación] entre los rebaños”[3], veravaj tasimu bein Eder ubein eder (וְרֶוַח תָּשִׂימוּ בֵּין עֵדֶר וּבֵין עֵדֶר). El espacio que separa los rebaños de Iaacov es como el aire/espacio en blanco entre las letras de la Torá.

Apliquemos matemáticamente la noción de “separación” entre las letras de la Torá. Como ejemplo, consideraremos la primera palabra de la Torá, “En el principio”, Bereshit (בְּרֵאשִׁית). Un poco de reflexión nos convencerá de que para “leer” el aire entre las letras, necesitaremos considerar los valores ordinales de las letras.

El valor ordinal de la primera letra, bet (ב) es 2. El valor ordinal de la segunda letra, reish (ר), es 20. El espacio en blanco, separación o diferencia entre ellas es 18, que es el valor ordinal de tzadik (צ). Así, entre la primera y la segunda letra de la Torá, hay un tzadik aireado y oculto.

La siguiente letra es una alef (א), cuyo valor ordinal es 1. La diferencia entre la reish, 20, y la alef, 1, es 19, que es el valor ordinal de kuf (ק).

Así, las dos primeras letras aéreas ocultas o primordiales en la Torá son tzadik y kuf, que en orden inverso escriben la palabra para “fin”, ketz (קֵץ), como en el “fin de los días”[4], ketz haiamin (קֵץ הַיָּמִין). El orden inverso obedece al muy apropiado dicho: “el fin está entrelazado con el principio”.[5]

Así, la Torá comienza e inmediatamente oculta entre sus letras el secreto del “fin de los días”, la era mesiánica, cuando la luz infinita de Dios nuevamente será revelada. Es oportuno que el primer secreto revelado por el aire entre las letras esté relacionado con el Mashíaj. La primera vez que aparece la palabra “aire” o “espíritu” en la Torá es un versículo posterior: “Y el espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas”, veruaj Elokim merajefet al pnei hamaim (וְרוּחַ אֱלֹהִים מְרַחֶפֶת עַל פְּנֵי הַמָּיִם), que según los sabios alude al “espíritu de Mashíaj”, rujó shel Mashiaj (רוּחוֹ שֶׁל מָשִׁיחַ). El Mashíaj tiene una afinidad especial con el espíritu y, por tanto, con el aire entre las letras, como se encuentra en el versículo: “Y un retoño brotará un retoño de la cepa de Ishai, y un vástago de sus raíces dará fruto. Y reposará sobre él el espíritu de Dios, espíritu de sabiduría y de entendimiento, un espíritu de consejo y de poder, un espíritu de conocimiento y de temor a Dios. Y se inspirará en temor a Dios, y no juzgará con la vista de sus ojos ni reprenderá con lo escuchado por sus oídos”. Como se señaló, esta es la separación entre los rebaños – el aire o fuego blanco, que sirve como fondo sobre el cual está escrito el fuego negro de las letras de la Torá.

Gematría Breve

La literatura tradicional de la Torá presenta algunas respuestas diferentes a la pregunta de por qué Dios creó el mundo. En el midrash encontramos la explicación: “El Santo, Bendito es, anhelaba hacerse una morada en lo inferior”[6], nitavá HaKadosh Baruj Hu lihiot lo dirá betajtonim (נִתְאַוָּה הקב”ה לִהְיוֹת לוֹ דִּירָהבְּתַחְ תּוֹנִים). De las diferentes razones dadas para la creación, hemos explicado en otros lugares,[7] que éste es considerado lo más profundo.

Considerando los verbos operativos en esta frase, “anhelaba” (נִתְאַוָּה) y “hacer” (לִהְיוֹת), encontramos que su suma numérica es 913, el valor de la primera palabra de la Torá, “En el principio” (בְּרֵאשִׁית). Sorprendentemente, el valor de la frase completa es 3 veces 913, 3 veces la guematría de la primera palabra de la Torá.

Segunda lectura: El árbol de la vida y las siete especies de la tierra de Israel

La segunda lectura de parashat Bereshit describe el Jardín del Edén y particularmente los dos árboles especiales que contiene: el Árbol de la Vida y el Árbol del Conocimiento.

Mucho más adelante, en el Pentateuco, aprendemos sobre las siete especies de plantas con las que la Tierra de Israel está bendecida: “Una tierra de trigo y cebada, vides, higueras y granados, una tierra de olivos y miel”.[8] Los sabios identificaron el Árbol del Conocimiento, que trajo la muerte al mundo, con varias de estas benditas especies. Existe la opinión de que el Árbol del Conocimiento era la vid, la opinión de que era el higo y la opinión de que era trigo.[9] Esto nos deja con un sentimiento algo negativo respecto a estas especies, que por lo demás son bendecidas.

Sin embargo, la verdadera fuente de las Siete Especies se encuentra en el Árbol de la Vida. El fruto de la Tierra de Israel, que se describe como “la Tierra de la vida”[10], proviene todo del Árbol de la Vida. De hecho, hay un hermoso fenómeno en la Torá con respecto a las Siete Especies: las palabras “Árbol de la Vida”, etz hajaim (עֵץ הַחַיִּים) aparecen exactamente 7 veces en el Tanaj, correspondiendose así con las 7 Especies de la Tierra de Israel.

Las primeras 3 apariciones están en parashat Bereshit. Las otras 4 apariciones están todas en el libro de Proverbios, donde aparece como “Árbol de la Vida”, etz jaim (עֵץ חַיִּים), sin la declarativa adicional letra hei.

(extraído[11]de una clase impartida en Tu BeShevat 5780)

Tercera lectura: encontrado en la traducción

En la tercera lectura de Bereshit, escuchamos que Dios puso a Adam en un sueño profundo, durante el cual tomó parte de su cuerpo y lo convirtió en Eva.

El Arizal reveló que el valor de “sueño profundo”, tardemá (תַּרְדֵּמָה) es igual al de “traducción”, targum (תַּרְגּוּם). Las implicaciones de esta equivalencia son muchas. Centrémonos en el significado literal de la palabra “traducción”.

Lo que revela esta equivalencia es que la versión traducida de un texto es en realidad una versión latente de su original que yace dormida dentro del texto original. Es particularmente esta versión traducida latente la que puede llegar a aquellos que también están dormidos. En otras palabras, a veces, cuando una idea se traduce a otro idioma, o a otro conjunto de metáforas, las personas a quienes el original no impresionó se despiertan repentinamente y pueden identificarse con ella.

Java surgió del sueño profundo de Adam. Dado que Adam fue creado solo, Java representa no sólo la primera mujer, sino también el primer “otro” que Adam encontró. Cuando son dos, cada individuo debe hacer un esfuerzo por explicarse en beneficio del otro. Dicho de otra manera, la existencia de otras personas requiere comunicación y la comunicación requiere la traducción de nuestros pensamientos y sentimientos internos a los de nuestro amigo. Específicamente, la comunicación entre Adam y Java es similar a la traducción del lenguaje de la mente (Adam) al lenguaje del corazón (Java).

(de HaNerot Halalu, p. 204, n. 106)

Cuarta Lectura: Saliendo del Jardín del Edén

En el pensamiento jasídico, el Árbol del Conocimiento corresponde al servicio espiritual conocido como clarificaciones, avodat habirurim (עֲבוֹדַת הַבֵּרוּרִים), mediante el cual elevamos las chispas de santidad (y descartamos las cáscaras de impureza) de la realidad y las devolvemos a su fuente. El Árbol de la Vida corresponde al servicio conocido como unificaciones, avodat haijudim (עֲבוֹדַת הַיִּחוּדִים), mediante el cual descubrimos la esencia Divina dentro de la realidad.

Una lectura superficial de la descripción del Jardín del Edén lleva a la conclusión de que tanto el Árbol de la Vida como el Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal estaban dentro del Jardín. Sin embargo, una lectura más atenta puede arrojar una comprensión diferente. Veamos cómo.

Hay un principio importante de análisis textual utilizado por los sabios: “Desde una afirmación positiva definitiva, se puede inferir una afirmación negativa”[12], miclal hen ata shomea lav (מִכְּלָל הֵן אַתָּה שׁוֹמֵעַ לָאו). Aplicando este principio al versículo, “Dios hizo crecer de la tierra todo árbol agradable a la vista y bueno para comer, con el Árbol de la Vida en medio del jardín, y el Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal.” Inicialmente se hacía referencia a todos los árboles – “todo árbol agradable a la vista y bueno para comer”, luego solo se describe al Árbol de la Vida como si estuviera en el Jardín. ¡Se deduce entonces que el Árbol del Conocimiento, que luego se menciona por separado, no estaba en el Jardín!

Este análisis nos proporciona al menos una pista de que lo que representa el Árbol del Conocimiento no se encuentra en el Jardín del Edén sino fuera del Jardín. Al comer del Árbol del Conocimiento, Adam y Java fueron expulsados del Jardín, porque una vez más, el Árbol del Conocimiento representa aquello que no pertenece al Jardín del Edén. Al comer del Árbol del Conocimiento, Adam fue enviado “a trabajar la tierra de donde había sido tomado [es decir, formado[13]]”, laabod et haadamá asher lukaj misham (לַעֲבֹד אֶת הָאֲדָמָה אֲשֶׁר לֻקַּח מִשָּׁם). Lo sorprendente es que el valor de las dos palabras “de… había sido tomado” (אֲשֶׁר לֻקַּח) es el mismo que el valor de “Árbol del conocimiento”, Etz hadaat (עֵץ הַדַּעַת).

Lo que esto significa es que el servicio de Clarificaciones no se encuentra en el Jardín del Edén. Para rectificar la realidad utilizando este método de elevar las chispas de santidad, uno debe exhibir abnegación y estar dispuesto a salir del Jardín del Edén – el estado de éxtasis espiritual. El servicio de Clarificaciones exige el autosacrificio necesario para saber que “polvo eres y al polvo volverás”.

Siguiendo esta idea, descubrimos que el error de Javá fue al suponer que el Árbol del Conocimiento también podría encontrarse dentro del Jardín del Edén junto al Árbol de la Vida.

Otro punto que aprendemos de este análisis es que la función principal del Árbol del Conocimiento, el principal uso al que debemos darle nuestra facultad de conocimiento, es rectificar y clarificar nuestra porción en el mundo. La traducción psicológica profunda de este punto es que debemos usar nuestro conocimiento, nuestra facultad de diferenciar entre el bien y el mal, para determinar a quién atribuir el bien y a quién atribuir el mal. Este es uno de los elementos más importantes de la psicología jasídica,[14] darse cuenta de que no somos víctimas de algunas fuerzas externas malignas que acechan fuera de nosotros. Más bien, la negatividad en nuestras vidas se alimenta de nosotros mismos. Por el contrario, no deberíamos atribuirnos el mérito de lo bueno de nuestra vida. Más bien, la fuente de todo el bien que disfrutamos es Dios. Ser capaz de llegar a esta comprensión requiere mucha autorreflexión y estudio, pero es la clave para completar el servicio de las Clarificaciones y regresar a la vida eterna del Jardín del Edén.

(de Maljut Israel vol. 1, págs. 307-308.)

Quinta lectura: La razón del diluvio

La quinta lectura de parashat Bereshit está dedicada al linaje de Caín. Lemej era la sexta generación de Caín y tenía dos esposas, Ada y Tzila. ¿Por qué la Torá nos habla de Lemej y sus dos esposas? En efecto, esta historia es una advertencia sobre lo que causó la inundación. Como explica Rashi, al igual que los otros hombres de su generación, Lemej tuvo dos esposas porque una, Ada, estaba destinada a tener hijos, mientras que la otra, Tzila, se vio obligada a beber un elixir esterilizante que le impediría concebir, manteniéndose así preservada su belleza juvenil. Al hacerlo, Lemej estaba atendiendo a su egomanía.

Fue una generación donde todo servía al interés propio del hombre. Aunque la razón clara del diluvio fue la anarquía desenfrenada,[15] podemos decir con certeza que el diluvio fue un castigo por la forma en que trataron a las mujeres.

(de una clase dada el 20 de Marjeshvan 5778)

Sexta Lectura: El Tercer Relato de la Creación

Es de conocimiento común que la parashá Bereshit incluye dos relatos diferentes de la Creación que tienen diferencias entre sí, pero se complementan entre sí. En el primer capítulo del Génesis encontramos la Creación dividida en siete días. En el segundo capítulo encontramos el segundo relato que resalta detalles adicionales sobre la creación de Adam y Java, la tentación de la serpiente, el pecado del Árbol del Conocimiento, el castigo y el arrepentimiento que asumieron. Finalmente, nos narra sobre el nacimiento de Caín y Abel y luego aparece la historia de Caín asesinando a su hermano Abel. Todos estos están dentro del segundo relato de la Creación de la Torá.

Sin embargo, hay un tercer relato de la Creación que comienza en el capítulo quinto del Génesis con el versículo: “Este es el libro de las generaciones de Adam, el día que creó Dios al hombre, a semejanza de Dios, Él lo hizo”.[16] El tercer relato procede a describir las primeras diez generaciones de la humanidad, desde Adam hasta Noé, incluido el nacimiento de los tres hijos de Noé, Shem, Jam y Iafet.

El primer relato proporciona una perspectiva muy basada en hechos que nos dice lo que Dios creó cada día y cómo Dios evaluó que el trabajo realizado en cada día era “bueno” (hasta el fin de toda la Creación, que se describe como “muy bueno”). Esta es una perspectiva muy objetiva (y positiva – todo está bien) sobre el relato de la Creación.

El segundo relato se describe como una tragedia, tal vez incluso un trauma. Habla del pecado de Adam, del odio entre hermanos y del asesinato. Nada puede ser más traumático. El segundo relato proporciona una perspectiva muy subjetiva sobre la Creación.

La tercera historia vuelve a una descripción más objetiva. La mayor parte se centra en las 10 generaciones, cuánto tiempo vivió cada una, cuándo dio a luz a su sucesor principal y cómo tuvo hijos e hijas más tarde. El linaje de Adam continúa hasta su tercer hijo, Set. En la práctica, el tercer relato incluye el texto completo del Pentateuco que le sigue. Es por eso que Ben Azzai, uno de los sabios de la Mishná, afirmó que el versículo “Este es el libro de las generaciones de Adam” es un “gran principio inclusivo de la Torá”, incluso mayor que “Ama a tu prójimo como a ti mismo.”

Estos tres relatos con sus perspectivas sobre la creación corresponden a las tres sefirot intelectuales: sabiduría (jojmá), entendimiento (biná) y conocimiento (daat). Veamos cómo.

La primera palabra del primer relato es “En el principio” (בְּרֵאשִׁית), que la Traducción de Jerusalén de la Torá al arameo traduce como “con sabiduría”, bejojmá (בְּחוּכְמָא), basada en el versículo, “El principio de la sabiduría es el temor de Dios”. Dios creó el mundo con sabiduría, “En el principio creó Dios”, como también está escrito “Tú los hiciste a todos con sabiduría”. En Jasidut,[17] se hace referencia a la sabiduría como “el comienzo de la revelación [Divina]”, reshit haguilui (רֵאשִׁית הַגִּלּוּי) y, por lo tanto, el primer relato describe la creación como surgiendo de la nada y siendo revelada paso a paso. Todo es bueno, todo es perfecto, o como dicen los sabios: “El mundo fue creado completo”.[18]

El segundo relato subjetivo y trágico es una historia psicológica de personas que pecan e incluso se asesinan entre sí y corresponde a la sefirá de entendimiento (biná). Respecto a entendimiento, está escrito: “De ella surgen los juicios”.[19] El entendimiento (la raíz del eje izquierdo de las sefirot) es la raíz de los atributos psicológicos emocionales en general, y de las emociones negativas en particular, las cuales se manifiestan a través del pecado y el fallo.

El tercer relato nos presenta una perspectiva histórica. Describe generación tras generación. Según este tercer relato, el mundo se desarrolla históricamente, de generación en generación. En Jasidut se explica que la perspectiva histórica de la realidad se origina en el verso: “El que llama a las generaciones desde el principio”.[20] Esta perspectiva presenta así la conciencia de Dios, por así decirlo, de la que surge por primera vez Adam Kadmon, la fuente de todas las generaciones que siguen, y desde allí se desarrolla (y desciende) toda la historia. Esta perspectiva corresponde a la sefirá de conocimiento (daat), la más importante entre las sefirot intelectuales, o como dice el versículo: “Si has adquirido conocimiento, ¿qué te falta? Si te falta conocimiento, ¿qué has adquirido?”[21]

(de una clase impartida el 28 de Tishrei de 5778)

Séptima lectura: ¿Tienen los ángeles libre albedrío?

Pregunta: En el artículo “Unificando nuestra perspectiva post-Jardín del Edén”[22] se menciona que Uza y Azael cayeron del cielo y no pudieron ser rectificados porque los ángeles no tienen libre albedrío. Si no tienen libre albedrío, ¿qué significa que cayeron? Sin libre albedrío, ¿cómo podrían hacer algo que no debían hacer?

Respuesta de HaRav Ginsburgh:

Hay dos enfoques diferentes para responder a su pregunta. Hay afirmaciones en el Talmud que revelan que, aunque los ángeles no tienen libre albedrío, sí tienen la facultad de ejercer de forma discrecional y, por lo tanto, pueden cometer errores. El caso en cuestión es cuando el ángel Metat se equivocó al no estar de pie cuando el alma de Elisha ben Avuya ascendió a la corte celestial.[23] En ese momento, Metat estaba escribiendo los méritos del pueblo judío y le permitió sentarse. Sin embargo, Elisha, que no sabía esto, interpretó el hecho de que Metat estuviera sentado como una señal de que había dos autoridades: Metat y Dios Todopoderoso. Metat fue castigado por su error de juicio. Metat es el ángel ministerial del Mundo de Formación. Los ángeles a los que se hace referencia al final de la parashá Bereshit[24] (Uza y Aza’el) se originan en los niveles inferiores del Mundo de la Acción, donde hay un sentimiento de sí mismo mucho más fuerte y, por lo tanto, un error en su juicio era lo suficientemente grave como para castigarlos con la expulsión del cielo.

Un enfoque diferente para responder a esta pregunta es que Dios ciertamente les dio a Uza y Aza’el una inclinación al mal que los corrompería[25] y terminaron sucumbiendo a ella y por lo tanto pecaron. Sin embargo, está claro que este no es el caso de otros ángeles.

Las rectificaciones de los errores de juicio y de la mala inclinación son diferentes. En el futuro, el Mashíaj rectificará la facultad de conocimiento (daat) y ya no habrá errores de juicio. Esto se describe en el versículo: “Porque la tierra se llenará del conocimiento de Dios, como las aguas cubren los océanos”.[26] Sin embargo, para deshacerse de la inclinación al mal, Dios mismo tendrá que actuar, como está dicho: “Y erradicaré el espíritu de impureza de la tierra.”[27]


[1] Shulján Aruj, Ioré Deá 274

[2] Shekalim 16b

[3] Génesis 32:17

[4] Daniel 12:13

[5] Sefer Ietzirá 1:7

[6] Véase también Tania, cap. 36

[7] Sod HaShem Lierei’av, Ta’am HaBeriá

[8] Deuteronomio 8:8

[9] Berajot 40a

[10] Ezequiel 26:20. Véase Rashi, Abravanel y otros

[11] Una transcripción completa de esta clase está disponible en: https://www.patreon.com/posts/tasting-from-of-34024141).

[12] Ver Sotá 17a y Nedarim 11a.

[13] Adam fue formado del polvo de la tierra (Génesis 1:7) y luego tomado y colocado en el Jardín del Edén (Ibid. v. 15).

[14] Consulte “Comprender y rectificar el ego” en inside.org, explicado en profundidad y de manera práctica en nuestro curso en línea del mismo nombre, que se puede encontrar aquí: https://inner.tiny.us/101ego

[15] Génesis 6:13

[16] Génesis 5:1

[17] Likutei Torá Pekudei, 3d y otros lugares

[18] Véase Bereshit Rabá 14:7.

[19] Zohar 3:10b.

[20] Isaías 41:4.

[21] Proverbios 20:15

[22] Wonders, número 73, p. 9

[23] Elisha ben Avuya fue uno de los cuatro oficiales originales que entraron con Rabi Akiva en el Pardés (Jaguigá 14b). El relato con Metat aparece en Ibid. 15a.

[24] Génesis 6:4

[25] Kalá Rabati cap. 3

[26] Isaías 11:9.

[27] Zacarías 13:2.

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