shiur del rabino Ginsburgh del 13 de shevat 5773
Cuando el pueblo judío en su totalidad estaba al pie de monte Sinaí para recibir la Torá, experimentaron un milagro mayor que el éxodo de Egipto y las Diez Plagas y más maravilloso que la división del Mar Rojo. El milagro que ocurrió en el monte Sinaí fue la revelación de la luz de Dios al mundo. En el Éxodo de Egipto nos enseña que: “El Rey de Reyes, el Santo, bendito sea, Se reveló y los redimió”, en el mar, “Una criada podía ver en el mar lo que los profetas no vieron”. Sin embargo, fue sólo en el monte Sinaí, que todo el pueblo judío profetizaron juntos
“Todo el Pueblo vio los sonidos.”
Un milagro es una revelación de la energía Divina, que se puede meramente dispersar sin ningún efecto si no es contenido. Los recipientes que pueden contener la energía Divina revelada a través de un milagro son los preceptos de Dios, las mitzvot de la Torá. En efecto, vemos que cada milagro de la redención fue acompañado por un precepto: la plaga de los primogénitos de Egipto y el Éxodo fueron acompañados por las mitzvot de santificar la Luna Nueva y el sacrificio de la Pesaj; Rashi citando a los sabios afirma que la división del Mar Rojo fue acompañado por las mitzvot del Shabat, la vaca roja y otras varias leyes, y lo más obvio, en la Revelación en el Monte Sinaí fueron recibidos los Diez Mandamientos y, posteriormente, Moshé recibió la Torá con sus 613 mitzvot.
Luces y recipientes
La relación entre la revelación Divina y los preceptos de la Torá se puede explicar utilizando el par básico de conceptos cabalísticos: Luces y recipientes.
Como se mencionó anteriormente, un milagro revela la luz Divina, pero sin un recipiente que lo contenga la luz tiende a dispersarse. El recipiente reúne la tremenda energía liberada, la contiene, y al integrarla en nuestra vida cotidiana permite que se transmita como una cuestión de observancia tradicional de generación en generación. Por lo tanto, en cada etapa de gran iluminación necesitamos los recipientes apropiados para contener la luz. Siguiendo este razonamiento, dicen los sabios que para redimir al pueblo judío de Egipto, Dios les entregó el precepto del sacrificio de la Pesaj y los hizo circuncidar, de lo contrario la luz de la redención no habría sido debidamente integrada.
Una necesidad similar se presentó después de la División del Mar Rojo y la exuberancia alcanzada por el pueblo con la Canción del Mar. Una vez que salieron de las costas del mar Rojo, llegaron a Mará, donde no podían encontrar agua para beber. El nombre Mara literalmente significa “amarga”, no sólo describe el hecho de que la única agua que se encontró era amarga, sino también la amargura psicológica que muchas veces acompaña a la depresión después de una experiencia estimulante. Cuando la energía que acompaña a la experiencia espiritual se dispersa y nos quedamos sólo con la monotonía de la vida, podemos estar propensos a la depresión. Para aliviar la amargura que produce esto y endulzarla, necesitaos más Torá y más mitzvot.
En el Monte Sinai la revelación fue tan fuerte que el pueblo en el campamento era incapaz de soportarla. Tanto es así que le suplicaron a Moshé: “Háblanos tú a nosotros y escucharemos, ¡pero que Dios no nos hable para no muramos”. De hecho, según los sabios “con todos los preceptos [que escucharon de Dios] sus almas se separaban [de sus cuerpos]”. Una gran luz espiritual que desciende al mundo inmediatamente se dispersa, pero las mitzvot son un recipiente adecuado en el que se puede conservar esa gran luz de la Revelación en Monte Sinai.
En cada generación, cada judío debe sentir que él mismo fue redimido de Egipto. La luz que se reveló durante los grandes acontecimientos desde las Diez Plagas hasta la Entrega de la Torá se conserva en los recipientes de las mitzvot. Al guardar las mitzvot a lo largo de los siglos, generación tras generación, nuestros antepasados aseguraron que la gran luz de la revelación Divina experimentada entonces permanezca con nosotros hasta ahora.
613 velas y una gran luz
Otra forma de entender la relación entre las luces y los recipientes es verlos como principios generales y sus detalles. La luz que se reveló en el Monte Sinaí constituye el principio general, mientras que las 613 mitzvot son los innumerables detalles que sirven para contener la luz. “Porque la mitzvá es una vela y la Torá es luz”. Cada mandamiento es una vela, un recipiente bien definido que puede contener la luz de la Torá.
Los muchos preceptos con todos sus detalles y requisitos precisos (todos escritos con letras tan pequeñas en el Shulján Aruj) pueden parecer oscuros y distantes de la luz espiritual. De hecho, algunas personas en busca de la luz, de emocionantes experiencias espirituales, les resulta difícil comprender por qué necesitamos las mitzvot. ¿Qué propósito tiene el vasto mundo de la halajá (ley judía) en nuestra búsqueda de la espiritualidad? ¿No es mejor para experimentar la espiritualidad judía cantando canciones con amigos y tocar la guitarra? Este es un error común. De hecho, aquí en este mundo necesitamos una gran cantidad de recipientes que contengan las luces porque sólo el recipiente adecuado puede ayudarnos a integrar la luz.
En las palabras del Zohar, las 613 mitzvot son 613 “consejos”. Así como los consejos prácticos apropiado pueden ayudar a un individuo en un momento de angustia, también cada mitzvá es un recipiente que contiene la luz como ninguna otra mitzvá. Si quieres encontrar las luces que iluminan la realidad, sólo calcula el valor de la palabra “luces” (אוֹרוֹת ) y encontrarás que es 613, el número exacto de las mitzvot de la Torá! Significa que si estás buscando “luces” espirituales el mejor lugar para encontrarlas es en las 613 mitzvot de la Torá.
Tesoros oscuros
A pesar de todo lo que hemos explicado, los recipientes siguen apareciendo más humildes y mundanos frente a las luces. La realidad de la observancia de las mitzvot habituales parece mucho menos interesante que los fuegos artificiales espirituales que hemos experimentado en el Sinaí. Sin embargo, como habitamos una realidad física y la luz Divina es tan espiritual y celestial, necesitamos mitzvot prácticas que actúen de intermediarios para captar la luz, contenerla, e integrarla.
Pero la dimensión interior de la Torá nos enseña que, en realidad, “el origen de los recipientes es más elevado que el origen de la luz”. Es sorprendente, el recipiente que contiene la luz en realidad emana de un nivel más alto que la luz que contiene. Por encima y más allá de la luz Divina revelada durante el Éxodo y la Entrega de la Torá, está la fuente superior incluso que los recipientes, que desde nuestro punto de vista físico parece absolutamente oscuro. Por lo tanto, en la Cabalá se conoce como “la oscuridad suprema”, no porque sea intrínsecamente oscura, sino porque no podemos percibir su estado iluminado. Es a partir de la oscuridad suprema que descienden a la realidad los recipientes a través de los cuales podemos integrar la luz.
Esto es exactamente lo que relata la Torá respecto a la experiencia en el Monte Sinaí. Mientras que todo el pueblo se detuvo al pie de la montaña, vio las voces y las antorchas y oyó la palabra de Dios, una experiencia increíble de la luz Divina, Moshé tuvo que entrar en el lugar de oscuridad y bajar la Torá ¡desde allí! El monte Sinaí estaba envuelto en “oscuridad, nube y niebla”, tres pantallas, una dentro de la otra y cada una progresivamente más oscura que la anterior”. Moshé se acercó a la niebla donde está Dios, y fue a partir de esta “nube” que hemos recibido las mitzvot.
En el libro de Ieshaiahu hay una expresión increíble que ilustra esta idea: “Y te daré los tesoros de las tinieblas y de los depósitos escondidos”. Los mayores tesoros están escondidos en la oscuridad, como un rey que esconde su tesoro más preciado en un oscuro escondite secreto.
Los tesoros del alma
Cuando observamos el alma humana, o la psique, los recipientes se manifiestan como las tres vestimentas a través de las cuales se expresa el alma: el pensamiento, la palabra y la acción. Las luces son atributos del alma y sus facultades esenciales, la personalidad misma de la persona. También en este caso las vestimentas de expresión del alma (o recipientes) parecen mucho más inferiores que sus facultades esenciales. Sin embargo, aun así, las tres vestimentas descienden desde lo más alto de la raíz inconsciente del alma, las tres cabezas supra conscientes de la corona, como se explica en detalle en el Jasidismo.
Así, los mayores tesoros Divinos están presentes en los recipientes, las mitzvot, que practicamos con las vestimentas del alma: el pensamiento, la palabra y la acción. Esto significa que el recipiente que finalmente transmite la luz, aunque oscuro por naturaleza no sólo está subordinado a la gran luz que está por encima de él, sino que en realidad expresa la “niebla donde está Dios”, la oscuridad misma que está muy por encima de las luces. De hecho, la palabra “tesoros” (אוֹצָרוֹת , otzarot) se compone de la palabra “luces” (אוֹרוֹת , orot) con una letra adicional tzadik (צ ). El tzadik, el líder justo de la generación, como Moshé, no se conforma con las luces experimentadas durante los momentos de regocijo espiritual, sino que entra más profundamente en el espesor de la nube para traer los “tesoros de la oscuridad”, las 613 mitzvot. Estos son los 248 mandamientos positivos y 365 prohibiciones que observamos con nuestros 248 miembros y 365 tendones.