EL PINÁCULO DE LA CREACIÓN | Rabi Adin Even – Israel (Steinzaltz)

Rabi Adin Even Israel (Steinzaltz) nació el 3 de Av de 5697 (1937) siendo su padre Avraham Moshe Steinzaltz descendiente del primer Rebe de Slonim y Rivka Lea Krokovitz descendiente de Rabi Itzjak de Vurka (Warka, Polonia). Siendo adolescente Rabi Adin se convirtió en baal teshuvá guiado por Rabi Shmuel Elazar Halperin. Aprendió bajo la tutela de Rabi Najum Shemaryahu Sasonkin y Rabi Dov Ber Eliezarov en Jerusalén. A la edad de dieciséis años comenzó a estudiar matemáticas y física en la Universidad Hebrea de Jerusalén y fue su alumno más joven. Paralelamente a sus estudios académicos estudió en Ieshivat Tomjei Temimim en Lod bajo la influencia espiritual del conocido mashpía de Lubavitch Rabi Shlomo Jaim Keselman. También estudió en Ieshivat Torat Emet y en Mirrer Ieshiva.

A la edad de 24 años Rabi Steinzaltz fue nombrado director de una escuela secundaria pública religiosa en Beit Hagadi. Durante ese mismo año se le ofreció el puesto de Gran Rabino de Jolón pero lo rechazó. A la edad de 28 años comenzó su principal proyecto del Talmud con su traducción lineal y comentario. En 5725 (1965) Rabi Steinzaltz se casó con Jaia Sará, la hija de Rabi Jaim Hilel Azimov. Tuvieron una hija y dos hijos. En 5751 (1991) Rabi Steinzaltz cambió su apellido a Even Israel por recomendación del Rebe de Lubavitch. Es autor de más de 400 libros que cubren todos los aspectos de la Torá incluido el Jasidut, pero es mejor conocido por su traducción y comentario de todo el Talmud de Babilonia.

Rabi Adin Even Israel Steinzaltz falleció el 17 de Av de 5780. Fue enterrado en la sección de Jabad en el Monte de los Olivos.

El alumno de Rabi Adin Even Israel, Ioel Shpitz, relató la siguiente historia:

En uno de los días de Jol Hamoed Sucot fui a visitar a Rabí Adin en su sucá. Cuando entré Rabi estaba en medio de una intensa conversación. Mientras seguía hablando me sirvió una gran taza de refresco de cola y me indicó que me sentara.

La discusión giró en torno a la costumbre de decorar la sucá con imágenes de grandes rabinos del pasado. La pregunta que interesó a Rabi Adin fue si los retratos de los rabinos de siglos anteriores eran auténticos. Comentó las diferentes rutas que había recorrido cada retrato hasta llegar a nuestros días y en la mayoría de los casos determinó que no eran retratos auténticos e intentó averiguar su procedencia real.

Después de que terminó de analizar las imágenes pasó al siguiente tema: los símbolos judíos y sus fuentes. Se giró hacia la estrella de David.

Su argumento fue que la fuente de este símbolo está en Oriente. Llegó al judaísmo a través de David Elroi, el guerrero judío del siglo XII EC que estableció una especie de estado judío en Kurdistán. En el momento de esta visita a Rabi Adin había estado estudiando mucho la Cabalá y su explicación sobre la estrella de David me inquietó. “Pero, Rabi”, dije, “vi una explicación de que el secreto de la estrella de David está relacionado con lo que está escrito sobre los ángeles, ‘¿seis alas para cada uno’? La estrella es en realidad un dibujo de un ángel con seis alas. ¿Cómo puedes dar una explicación tan seca, analítica y puramente histórica de su origen?

Yo era joven en ese momento y no sabía en lo que me había metido. En verdad, durante varias semanas había observado que Rabi Adin no parecía respaldar mi estudio intensivo de las obras cabalísticas. Esta vez, sin embargo, fue directo. Con un ligero toque de ira en sus ojos, se sinceró:

“Mira, entiendo que eres de los que prefieren flotar agarrado de las piernas de los ángeles en lugar de pasar el tiempo con los seres humanos. No sé por qué esta es tu preferencia. No estoy seguro de que los ángeles sean más amables. Tal vez sea todo lo contrario…”

En este punto se detuvo, asumió un tono intelectual y dijo una serie de frases que nunca olvidaré: “De todos modos, una persona como tú que busca ángeles y abstracción debe recordar una cosa: en última instancia, el mundo físico y real es el más rico de todos los mundos.

Lo explicaré con una parábola: Un matemático puede sentarse y hablar de un triángulo, un cuadrado o un círculo en estado puro. Se enfrascará en ideas abstractas sobre dichas formas y hará todo tipo de cálculos para expresar sus pensamientos. Pero un buen científico sabe que en el mundo físico y real estas formas nunca se expresan en su forma pura.

Cada forma física se compone de miles de formas geométricas diferentes, una estructura dentro de la otra. Del mismo modo, cada forma de vida se compone de estructuras biológicas, químicas y físicas. Todas estas estructuras se pueden analizar por separado, pero nunca existirán por sí solas. Por lo tanto, cuando vayas a investigar algo tienes que pensar en ello tal como es en el mundo físico”.

Rabi Adin tomó la mesa como ejemplo y continuó:

“Entonces, debes comprender desde tantos ángulos como sea posible, desde tantos puntos de vista como sea factible y darle vueltas y vueltas, desde ángulos históricos, cabalísticos, talmúdicos, científicos y más. E incluso después de este proceso debes recordar que no lo entendiste completamente. Todos los mundos se expresan en última instancia en la realidad aquí en el mundo físico, porque es el mundo más bajo pero es también el mundo más complejo, más rico y más hermoso.

El mundo físico es el pináculo de la creación, todas las abstracciones son simples intentos o muletas para intentar comprenderlo.

Entonces… tal vez la próxima vez que te encuentres con ángeles, recordarás que son solo parte de la historia. ¿DE ACUERDO?”

Con sus palabras un tanto mordaces Rabi Adin explicó un punto esencial: el hecho de considerar el mundo físico como absolutamente inferior, en realidad ignora el pináculo de la creación de Dios. Es como un cabalista que compró una silla nueva y estaba tan ocupado contemplando el Mundo de la Creación (simbolizado según la Cabalá por la silla) que se olvidó de pagarle al carpintero…

Esto es más obvio en los seres humanos: mientras que una persona tiene un lado cabalístico y abstracto como un ser humano creado a la imagen de Dios, y mucho se ha escrito sobre esto, está claro que su importancia principal está en el hecho de que es un ser vivo, una existencia real que conecta maravillosamente lo físico con lo espiritual. Además, justamente cuando miramos a cada persona como un individuo vemos aún más la maravilla. “Una persona acuña muchas monedas a partir de un sello y todas son idénticas, pero el Santo, Bendito Es, crea a cada persona con el sello de Adam y ninguna de ellas es idéntica a otra”.[1]

Esta es la manera de ver el mundo físico. En su dimensión interior está animado por la vitalidad espiritual Divina y en realidad es una “persona grande” compuesta por una multitud de “personas pequeñas”. Ya sea que se trate de personas reales o de objetos físicos reales también están animados por la vitalidad Divina y en lo más profundo también tienen el rostro de una persona.

Con esta perspectiva el hombre es el fin último de la creación y está incorporado en ella. Esto es particularmente cierto en el caso del gran gigante espiritual Abraham.

Un judío es maravillosamente especial en la relación entre lo espiritual y lo físico:

En el mundo, el espíritu y la materia se unen en una “convivencia vecinal”, residen uno al lado del otro. Sin embargo, en un judío que observa la Torá literalmente se unen para convertirse en una “convivencia amalgamada”. En la Torá los 248 mandamientos positivos pertenecen al mundo físico y son el fin último del cumplimiento de la Torá y su manifestación primaria. Al salvaguardarse de la transgresión y en su elección por vivir, él manifiesta el mundo del espíritu.

Esto se expresa bellamente en la palabra חומר (jomer, materia física), que se compone de la palabra רוח (ruaj, espíritu) y la letra mem, que representa maim (agua). El agua desciende desde un lugar elevado –espíritu- a un lugar bajo -materia física. Juntos jomer y ruaj equivalen numéricamente a 18 x 26 el Nombre Esencial de Dios, Havaiá. Dios es el destino final del espíritu y la esencia de la Divinidad, el propósito final de la materia física. Dios es Uno con la materia física y no hay nada más que Él.

Este no es lugar para referirse al origen de la Estrella de David. Pero incluso según aquellos que afirman que tiene una fuente extranjera, ciertamente podemos ver esto como un ejemplo de nuestro planteamiento: a todos los efectos prácticos el pueblo judío ha elegido este símbolo aquí en el mundo físico. Esto es la Divina Providencia y nos atrae a descubrir cómo todo el elevado significado espiritual de la Estrella de David se expresa en este símbolo físico.


[1] Sanhedrín 4:5.

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