LA SEXTA VELA

Jánuca y el solsticio de invierno

Cada año, la festividad de Jánuca nos recuerda la guerra del pueblo judío contra el reino griego, que representó una amenaza espiritual existencial contra el judaísmo. Con el paso de los años, sin embargo, el enfoque judío de la cultura griega (helenismo) y su sabiduría ha cambiado, pasando gradualmente a una perspectiva contemplativa y clarificadora, que no la rechaza de plano. En cambio, adopta el enfoque de “la mano izquierda rechaza mientras que la derecha acerca”.[1] El judaísmo rechaza los componentes negativos de la cultura helénica, mientras está abierto a depurar y reunir las chispas sagradas que están atrapadas dentro de ella. Asimismo, el carácter de Jánuca está cambiando y parece estar metamorfoseándose progresivamente de una festividad de luz que rechaza la oscuridad a una festividad que transforma la oscuridad en luz. En lenguaje jasídico, de una festividad de itkafia (sumisión) a una festividad de ithapja (transformación).

¿A dónde nos llevará este proceso? ¿Será diferente la Jánuca del futuro de la Jánuca del presente? De ser así, ¿de qué manera? Para intentar responder a esta pregunta ahondemos en el pasado y viajemos en el tiempo, a los días que precedieron a la guerra de los jashmoneos contra los griegos; a la primera generación de la humanidad: a Adam.

La Fiesta de las Luces de Adam

Adam era como un astronauta que acababa de aterrizar en un planeta diferente. Era su planeta, nuestro planeta, pero todo era completamente nuevo incluido el mismo Adam. Viajó a través de su mundo como un extraño en una tierra extranjera donde todo era extraño y desconocido.

Adam fue creado en otoño, en Rosh Hashaná para ser precisos. No conocía el fenómeno de las estaciones del año ni del acortamiento y alargamiento de los días, ni de la lentitud de los diferentes ciclos naturales. Después llenarse de ansiedad cuando vio por primera vez el sol poniéndose y se regocijara con el primer amanecer, nos dice el Talmud[2] que observó que los días se estaban acortando. El mundo se está oscureciendo, pensó, como una enorme puesta de sol multi cíclica. Pronto la oscuridad cubrirá el planeta. La razón de esto estaba clara para él: Este fue un castigo por su pecado, porque despreció la directiva de Dios y comió del fruto del Árbol del Conocimiento. Dios decidió devolver el mundo a su estado caótico original porque Él se sintió desilusionado con Adam. En realidad ¿qué otra cosa podría haber pensado?

Adam decidió expiar su pecado. Se encargó de ayunar y orar a Dios hasta que el decreto fuera anulado. Lo hizo día tras día tras día. Durante ocho días completos ayunó y oró hasta que de repente algo cambió: un día el sol se puso un poco más tarde que el día anterior; los días comenzaron a alargarse una vez más. La alegría de Adam no conoció límites, inmediatamente declaró ocho días de fiesta y alegría igualando los ocho días que había ayunado. Al año siguiente Adam dedicó estos dieciséis días -los ocho días que había ayunado y los ocho días que celebró- a una larga festividad. Con el tiempo vio los días alargarse y acortarse cada año y entendió que todo eso era parte de un ciclo natural.

Celebraciones del Solsticio de Invierno

Ahora comienza la parte realmente interesante: el Talmud nos dice que la mayoría de los descendientes de Adam continuaron con su tradición de celebrar una festividad de dieciséis días en pleno invierno para señalar lo que hoy llamamos el “solsticio de invierno”. Las circunstancias originales que rodearon la festividad finalmente se olvidaron y más tarde su legado se incorporó a varios rituales paganos de las naciones que lo conservaron. Los sabios relatan varias de estas festividades que fueron celebradas por las naciones no judías vecinas a la tierra de Israel en sus respectivas épocas. Este midrash está anclado en un hecho histórico y antropológico: el solsticio de invierno se celebra de diversas maneras en todo el mundo. La versión más famosa no es otra que Nada”d. El 25 de diciembre era el día del solsticio de invierno en el Imperio Romano llamado entonces por su nombre idólatra Saturnalia.

Después de escuchar esta historia es difícil no pensar inmediatamente en Jánuca. Jánuca tiene una duración de ocho días paralelos a los días de ayuno o a los días de alegría que determinó Adam. A pesar de que el calendario hebreo está determinado por el ciclo lunar y no por el ciclo solar los años bisiestos aseguran que Jánuca siempre caerá en invierno, cerca del solsticio de invierno. En la tradición judía el día posterior al solsticio de invierno se llama tekufat Tevet, el período de tiempo del mes de Tevet porque siempre cae junto al primero del mes de Tevet, en medio de Jánuca.

Más allá de la asociación histórica específica de la guerra de los macabeos contra el reino griego y los helenistas, Jánuca trata sobre la guerra de la luz contra la oscuridad y la transformación de la oscuridad en luz, tanto por el milagro de la vasija de aceite puro de oliva que encendió la Menorá en el Templo durante ocho días y por el hecho de que el reino griego fue experimentado como “oscureciendo los ojos de Israel”[3] y ocultando la única luz Divina de la Torá.

¿Puede ser que Jánuca también sea descendiente de la fiesta primordial de Adam, similar a las celebraciones de invierno de las naciones paganas? Históricamente esto no es cierto. Los sabios instituyeron Jánuca en respuesta a la histórica guerra con los griegos. Además no encaja con el espíritu del judaísmo que restableció el calendario antiguo y sus días festivos después del Éxodo de Egipto y la Entrega de la Torá en el Monte Sinaí. Por eso el calendario judío comienza en Nisán el primer mes de la primavera.

Entonces, ¿cómo podemos entender la evidente similitud entre Jánuca y la festividad de Adam? Podemos decir lo siguiente: Cuando establecieron la festividad de Jánuca los sabios se refirieron no sólo a los milagros del triunfo sobre los griegos y de la vasija de aceite puro, sino también al hecho de que por Providencia Divina tuvieron lugar con proximidad al solsticio de invierno. Además, existe una profunda afinidad entre estos milagros y el solsticio de invierno, simbolizando ambos el triunfo de la luz sobre las tinieblas. Cuando los sabios instituyeron Jánuca pretendieron que fuera una especie de reemplazo o rectificación de las fiestas paganas de invierno también simbolizadas por Grecia.

¿Cuál de los dieciséis días de la festividad de Adam busca rectificar Jánuca? Debido a que hemos adoptado la regla de que todos los días agregamos una vela más -más luz a la menorá de Jánuca- parecería que es paralela y rectifica los primeros días que expresaban el aumento de la oscuridad que mitigamos por medio de aumentar en luz. ¿Qué pasa entonces con los siguientes ocho días en los que la luz aumenta a medida que los días se hacen más largos? Jánuca son solo ocho días no dieciséis y no hay otra festividad que se una a ella para marcar los ocho días de luz creciente que, después de todo eran la parte principal de la celebración de Adam. No tenemos una segunda festividad, pero si contamos ocho días desde el día siguiente a Jánuca llegamos a otro día significativo en el calendario judío: el ayuno del Diez de Tevet. ¿Podría haber una conexión entre las dos? ¿Es posible que en un nivel más profundo que no ha sido investigado, el Diez de Tevet complete la rectificación de Jánuca para la festividad de Adam? Para responder a estas preguntas, debemos entender el lugar del Diez de Tevet como parte de los días que conmemoran la destrucción del Primer Templo, lo que haremos en nuestro artículo para la séptima vela.

(Extraído y traducido del libro hebreo del rabino Ginsburgh, “Hanerot Halalu”)


[1] Sotá 47a

[2] Avodá Zará 8a

[3] Según Bereshit Rabá 2:4

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