Y Moshé se Enfureció

Pregunta: ¿Es correcto que un maestro reprenda a un estudiante, o lo castigue por comportamiento inadecuado o le conteste con descaro, mientras que el profesor se siente perjudicado por el mismo rasgo sin refinar, o mientras que se siente enojado o herido personalmente por la conducta del estudiante? ¿Cuál debe la respuesta correcta del profesor ante una falta de disciplina de un estudiante en clase?

Respuesta: Obviamente, un educador, como todo el mundo, está obligado a cumplir las palabras de los sabios en el tratado de Avot (6: 1): “Y se modesto y paciente y perdona los insultos”. La modestia, en términos de estar satisfecho con poco, hace que el individuo sea paciente al comprender que Dios nos ha dado en abundancia, que tengo todo lo que necesito y automáticamente, nunca llegará a estar enojado, irritado u ofendido.

En relación a la ira del educador, Rabi Shneur Zalman escribió en el Tania (Igueret Hakodesh 25):

“Con respecto a la ira, [quien se enoja] es como un idólatra. Esto es así en relación con los asuntos mundanos, porque: “Todo está en manos del Cielo, salvo el temor al Cielo.” Pero respecto a los asuntos espirituales se ordena: “Amonéstalos para alejarlos de las malas acciones”, por eso está escrito: “Entonces Moshé se enojó”. Esto es diferente, porque Dios lo llevó a encontrarse con esta mitzvá de “Amonéstalos para alejarlos de las malas acciones”, con el fin de hacerlos meritorios.

De Moshé aprendemos que el educador, cuya función es enderezar al estudiante en su camino y “amonestarlos para alejarlos de las malas acciones”, tiene que demostrar ira a su estudiante cuando este se comporta mal. Maimónides explica que el educador no debe enojarse realmente, sino sólo mostrar un rostro enojado en aras de sus obligaciones educativas. Sin embargo, a partir de las palabras del Rebe Shneur Zalman, parece que el educador de hecho debe enojarse hasta cierto punto, y que esa ira no se incluye en la declaración de los sabios “quien se enoja es como un idólatra.”

Sin embargo, aprendemos que la expresión “perdona los insultos” no se aplica a una situación en la que uno está obligado a “advertirles para alejarlos del mal”, que es la tarea del educador. El educador debe saber cómo llevar a cabo la tarea correctamente. Rabi Iosef Itzjak Schneerson, en “Principios de Educación y Orientación” niega la solución de gritar al estudiante, y ciertamente niega golpear a un niño. Explica que a pesar de que así podríamos lograr la solución a corto plazo de restablecer el orden, en el largo plazo, gritar puede actuar como un boomerang y lograr lo contrario de lo que se pretendía. Si los estudiantes han llegado al punto en que se están portando un poco “locos”, se podría considerar retirarlos de la clase por un tiempo limitado hasta que se calmen. Sin embargo, no se debe enviar al niño a casa como castigo por su comportamiento.

En cualquier caso, ya que el tema aquí es utilizar el juicio, siempre tiene que ser endulzado. De los tres Patriarcas, el atributo del rigor pertenece a Isaac (יִצְחָק) en particular, cuyo nombre proviene de la misma raíz que “risa” (צְחוֹק). En el jasidismo hay muchas lecciones que aprender de la conexión entre el miedo (de Isaac) y la risa. Con referencia a la educación podemos aprender que el uso del atributo del juicio debe ir acompañado de una gran cantidad de risas.

La risa sirve para una serie de funciones: en primer lugar, necesitamos saber cómo sonreír ante un niño perturbador -a veces lo que necesita es una sonrisa y la calidez que irradia de ella. En segundo lugar, el educador debe hacer que la situación sea humorística, convirtiéndola en una broma, por lo que los “juicios” que vinieron de los deseos del niño también se depuren y se pierdan. El resultado es, como se dijo, que a partir de una situación llena de juicio, tanto en nombre del niño y como de la reprensión necesaria del educador, se hace posible rectificar y restaurar una atmósfera positiva.

Por último, el deseo tanto de los profesores y como de los estudiantes es que todo el mundo sea feliz. Con el fin de alcanzar la felicidad, se deben respetar las normas, respetando al mismo tiempo un equilibrio entre el uso de juicio y de la risa. Obviamente, este es un consejo que se debe tener en cuenta, pero lo más importante es orar a Dios que lleguemos a la fórmula correcta, como el rey David oró: “Y que lo agradable del Señor nuestro Dios esté sobre nosotros, y la obra de nuestras manos sea afirmada para nosotros, y la obra de nuestras manos sea afirmada.” El Todopoderoso es el que completa nuestras acciones de acuerdo a la intención deseada. 

Extraído y adaptado por Aviv Moial, de una clase dictada por Harav Itzjak Ginsburgh en la escuela de niñas Yaalet Jein.

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