¿CUÁL ES LA CONEXIÓN ENTRE LA CABALÁ, LA FILOSOFÍA Y LA EVOLUCIÓN?

Del libro ‘Hagamos un Hombre’, de próxima publicación si Hashem lo permite.

Una de las cuestiones fundamentales del pensamiento religioso es la cuestión de iediá y bejirá, el conocimiento Divino y la elección o el libre albedrío: ¿cómo es posible que una persona tenga libre albedrío si el Creador lo sabe todo de antemano? Se han roto muchas plumas sobre esta cuestión y la paradoja aún no se ha resuelto.

Una forma de abordar esta cuestión es añadir un tercer concepto a este par de conceptos contradictorios: la hashgajá, la supervisión o providencia Divina. A diferencia de saberlo todo y planificarlo todo de antemano, la providencia responde a las acciones de las criaturas y se relaciona con ellas. Mientras que el conocimiento “borra” la elección, la supervisión la respeta y mantiene un diálogo con ella.

En una de sus lecciones, el rabino Ginzburg equiparó el trío de conceptos conocimiento-elección-providencia en tres conceptos básicos de la Cabalá: Or Ein Sof, tzimtzum, kav,  “Luz Infinita fin, contracción y línea”. La luz infinita que llenaba la realidad antes de la creación del mundo es la realidad Divina plena, que lo penetra y lo abarca todo. Ante una revelación tan poderosa de Dios “no hay lugar para la existencia de los mundos” (como dice el Arizal). La realidad se anula y se desvanece en la Luz infinita que fluye en ella. Por lo tanto, con el propósito de crear los mundos Di-s se contrajo, por así decirlo, y creó un espacio donde la Luz infinita no se revela. El siguiente paso fue trazar una línea de luz en este espacio.

En los conceptos que mencionamos anteriormente la luz Infinita corresponde al conocimiento Divino que lo abarca todo y no deja lugar ni existencia a la elección de las criaturas. La contracción tiene como objetivo permitir la libre elección: dar a las criaturas su propia existencia y realidad con la que servirán a Dios. La Supervisión Suprema que se relaciona con la elección y reacciona a ella es el secreto de la línea: la revelación de la Divinidad que penetra el lugar de los mundos y se relaciona con ellos.

Las tres etapas de la historia de la evolución.

Curiosamente, este triple proceso es muy evidente en la historia de la teoría de la evolución. Antes de la publicación de la teoría de la evolución la percepción popular en el mundo occidental, siguiendo las creencias religiosas, era que las criaturas eran creadas y moldeadas hasta el último detalle por el Creador. Sólo el Creador es quien daba existencia y colocaba a cada criatura en su lugar y determinaba sus rasgos, su apariencia, su comportamiento y su modo de vida. Desde este punto de vista, las criaturas son completamente pasivas y el decreto del Creador es lo único determinante en ellas.

La teoría de la evolución dio vuelta la olla : sacó al Creador y puso a las criaturas y su elección en el centro. Las criaturas alcanzaron su forma y condición actuales luego de un largo proceso de desarrollo, en el que pequeños y graduales cambios que ocurrieron en ellas se acumularon lentamente y crearon la condición actual (que también continúa cambiando todo el tiempo). Según la evolución el “derecho a hablar” se otorga únicamente a las criaturas: ellas son las que provocan los cambios y el desarrollo en el mundo.

Ahora ha llegado el momento de la tercera etapa que combina las dos: la supervisión. Debemos entender que la evolución y los cambios son un juego conjunto del Creador con la creación: las criaturas crean cambios y mutaciones de acuerdo a las leyes de la naturaleza y el Creador -a través del mecanismo de la selección natural- elige y prefiere las que desea. La constante evolución del mundo tiene lugar con la cooperación mutua entre el Creador y las criaturas que reaccionean entre sí. Se trata de una concepción renovada y revisada de la evolución, que incorpora al Creador pero otorga un espacio y un significado a las elecciones y cambios de las criaturas.

Mirando hacia atrás, esta comparación dulcifica la herejía que rodea a la evolución, que pretende “dar lugar” a las criaturas y su elección, similar al secreto cabalístico de la contracción.

Del libro ‘Hagamos un Hombre’, de próxima publicación si Hashem lo permite.

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