LA PRIMERA VELA: DE TZADIKIM Y DE HÉROES

Traducido del libro del rabino Ginsburgh sobre Janucá, Hanerot Halalu

La luz y el calor de las velas de Janucá

Comenzamos nuestro viaje de 8 días hacia los secretos de Janucá meditando en la primera vela. La experiencia principal de estas velas es su luz y calor. Si bien tenemos prohibido disfrutar de la luz y el calor de las velas, estas son sin duda sus dos características más destacadas. Así, nuestra primera inmersión en Jánuca es en la luz y el calor. La luz evoca los ojos y el intelecto. La luz simboliza las herramientas que usamos para captar los secretos como en la expresión “arrojar luz sobre”. El calor evoca emoción, un corazón cálido y amoroso, y un cuerpo vivo.

En Janucá celebramos dos milagros, uno relacionado con la luz y el otro con el calor: El milagro de encontrar la vasija de aceite puro simboliza la victoria de la luz (sobre las tinieblas). La luz que emana del aceite en la Menorá y en nuestras velas de Janucá también representa la revelación de misterios, ya que el aceite simboliza los secretos; como los secretos que deben ser revelados, así el aceite debe extraerse de las aceitunas en las que se encuentra “oculto”.

El otro milagro – la milagrosa victoria militar sobre los griegos – está relacionado con el calor. Fue el calor de la pasión que rebosaba de los corazones apasionados de los heroicos guerreros jasmoneos lo que los llevó a organizar una revuelta contra los helenistas y sacrificar sus vidas para restaurar la autonomía del pueblo judío en aquella generación.

Por otro lado, los sabios enseñan que los griegos “oscurecieron los ojos del pueblo judío” y “enfriaron” sus corazones.[1] A primera vista, esta afirmación es sorprendente porque generalmente se nos hace creer que la cultura griega ofrece abundante “luz” intelectual en forma de filosofía y una amplia “calidez”, tanto emocional como material (a través de su cultura, poesía, drama, arte, gimnasia y la preocupación por la salud). Tras una inspección más profunda, sin embargo, la luz intelectual griega resulta fría y estéril puesto que rechaza una conexión cálida con el Creador. Su seductor calor emocional es, en última instancia, oscuro, sin la iluminadora brújula moral que proporciona la fe en el Creador y en el propósito superior de la vida y la humanidad. En contraste, el judaísmo ofrece una luz cálida y un calor iluminado. El milagro de la vasija de aceite representa la luz cálida del judaísmo prevaleciendo sobre la fría luz griega, mientras que la milagrosa victoria militar representa la victoria del calor iluminado sobre el calor oscuro.

Aunque acabamos de comenzar Janucá encendiendo una sola vela, echemos un vistazo a vista de pájaro a la síntesis de luz y calidez tal como se manifiesta no solo en la vela individual, sino también como se expresa en todas las velas juntas encendidas durante todo Janucá. En Janucá encendemos 36 velas en total, ya que 36 es la suma de 1 a 8. Simbólicamente, el número 36 hace referencia a los 36 tzadikim en cada generación[2] y a los 36 héroes del rey David.[3] Los 36 tzadikim encarnan la luz de las velas y los 36 guerreros encarnan el calor de las velas. Los jasmoneos encarnaban ambas cualidades.

Si bien es posible que actualmente no encarnemos ninguno de los dos, la tradición enseña que los 36 tzadikim y los 36 guerreros son arquetipos que se manifiestan en cada generación, por lo que tenemos la responsabilidad de manifestar estos arquetipos en nosotros mismos. El significado del nombre Janucá en hebreo está relacionado con “iniciación” o “inauguración”, lo que la convierte en una festividad educativa. Como tal, Janucá nos invita a embarcarnos en un viaje educativo que nos permite hacer la transición de un estado interior de inmadurez para finalmente convertirnos tanto en un tzadik como en un guerrero.

En la Biblia, los tzadikim y los guerreros trabajan en estrecha colaboración y, a veces, incluso son la misma persona. Sin embargo, a medida que avanzaban las generaciones, la brecha entre el tzadik y el guerrero se amplió, con la cultura judía privilegiando al tzadik mientras que el guerrero retrocedía a un segundo plano. Los jasmoneos se encuentran en la encrucijada entre el final del período profético, cuando los guerreros y los tzadikim cooperaban y los guerreros a menudo eran lo principal, y el comienzo del período rabínico, donde los tzadikim ocupaban un lugar central. Los jasmoneos encarnan así la síntesis del tzadik y el guerrero.

Nuestro objetivo en el tiempo presente debe ser integrar ambos arquetipos. El tzadik arquetípico en la Biblia es Moisés, quien transmite la Torá. Sin embargo, cuando fue necesario, Moisés también usó el manto del guerrero heroico, desde el momento en que partió para unirse al pueblo judío y arriesgó su vida para salvar a un compañero judío.[4] De la misma manera, los tzadikim deben salir de sus zonas de confort y comportarse heroicamente, influyendo en el mundo que los rodea. Aunque generalmente se piensa en el rey David como el guerrero arquetípico, también vivió una vida impregnada de estudio y oración sincera (de la que surgieron sus Salmos). De manera similar, las personas que principalmente canalizan el arquetipo del guerrero deben guiarse constantemente por la Torá y los Salmos.

El Mashiaj también reunirá ambos arquetipos del guerrero y el tzadik manifestando el alma de Moisés dentro del cuerpo de David. Dado que, en nuestra generación, cada uno de nosotros debería esforzarse por cultivar nuestra chispa interior de Mashíaj, podemos usar las velas de Janucá para inspirarnos a unir la luz del tzadik y la calidez del guerrero en nosotros mismos.

Finalmente, las velas de Janucá evocan un rasgo adicional: el habla. Como decimos en el himno Hanerot Halalu después de encender las velas de Janucá, su objetivo es dar gracias y alabar con nuestras bocas, es decir, compartir nuestra luz y calor con el mundo que nos rodea. Al conectarnos con otros, podemos expresar y compartir lo que hemos llegado a entender y sentir. De hecho, el significado de Mashíaj es también “el que habla”, mesiaj (מֵשִׂיחַ), compartiendo la sabiduría de nuestra herencia con nuestros amigos y familiares.


[1] Bereshit Rabá, Bereshit 2:4, Lej Lejá 44:17, Mejilta D’Rabi Ishmael, Itro

[2] De acuerdo con la antigua tradición judía registrada en Sucá 45b y Sanhedrín 97a, basada en Isaías 30:18, cada generación tiene 36 tzadikim (personas excepcionalmente justas) que manifiestan la Divinidad en el mundo. Por lo tanto, una de las “intenciones” más frecuentes durante Janucá es asociar cada vela con un tzadik en particular y meditar en estos tzadikim a través de historias sobre ellos o mediante sus enseñanzas.

[3] Ver 2 Samuel capítulo 23 y 1 Crónicas capítulo 11 para sus nombres. Si bien los guerreros davídicos fueron figuras históricas, sus arquetipos se manifiestan en cada generación. Véase, por ejemplo, el Rebe Rashab en Sefer HaSijot 5702, pp. 141-153, y el Rebe de Lubavitch en Sefer HaSijot 5751, v. 2, p. 807.

[4] Ver Éxodo 2:11-15.

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