DIOS JUEGA AL DREIDEL

Si hiciéramos una encuesta para saber cuál es la festividad judía favorita, Janucá probablemente ocuparía el primer lugar de la lista. Tanto niños como adultos disfrutan por igual de la luz especial que nos envuelve y calienta el corazón durante esta entrañable festividad. ¿Qué es lo que resulta tan atractivo en Janucá? Parece que es el cálido ambiente familiar y las tradiciones especiales lo que rodea la festividad. Los recuerdos más dulces de la infancia surgen cuando la familia se sienta alrededor de la mesa, jugando al dreidel con el delicioso aroma de los latkes fritos en la cocina… Entonces, demos una vuelta y entremos en el ambiente de Janucá.

La festividad final

Desde la perspectiva de la ley judía, Janucá es en realidad la menos festiva de todas las festividades. De hecho, ni siquiera está claro que deba denominarse “festividad” en absoluto. No hay prohibición de trabajar en Janucá, y no hay obligación de realizar una comida conmemorativa o usar ropa festiva – solo hay una mitzvá: encender las velas de Janucá. Aparte de eso, hay una adición que agregamos a nuestras oraciones, al hanisim (עַל הַנִיסִים) pero, incluso si nos olvidamos de decirla, no hay necesidad de repetir la oración. Sin embargo, aunque las obligaciones rabínicas son escasas, hay una gran cantidad de costumbres que son parte integrante de la tradición de Janucá.

Históricamente hablando, Janucá es la última festividad que se añadió al calendario judío[1]. Primero está el Shabat, que tiene sus raíces en la Creación, seguido por todo el ciclo de festividades que se mencionan en la Torá. Luego vino Purim, que se añadió al comienzo de la era del segundo Templo, una festividad validada por los Profetas y cuya historia aparece como uno de los libros del Tanaj. Finalmente, Janucá es única en el sentido de que es una festividad totalmente autorizada por los sabios de la Torá Oral. Sin embargo, incluso en la Mishná apenas se menciona, y, aun así, sólo de forma anecdótica. Lo que esto significa es que Janucá es una festividad que ha sido fomentada como un mandato rabínico desde abajo, a diferencia de las otras festividades que fueron dadas por Dios. Es por eso que Janucá tiene un lugar tan especial en el corazón judío, e incluso se ha dicho que representa el “espíritu judío”.

Costumbres de Janucá

Hay varios niveles en el concepto de costumbre. Hay algunas costumbres que han sido establecidas como obligatorias en la ley judía, y toda una línea de costumbres que incluyen algunas que son recomendaciones no obligatorias o meras prácticas sugeridas. En la parte inferior de la escala de prioridades, normalmente podemos encontrar aquellas costumbres relacionadas con la comida, que apenas se mencionan en la literatura rabínica. Aunque hay algunas delicias judías que se comen comúnmente en determinadas ocasiones, la ley judía no obliga en absoluto a consumir la mayoría de ellas. Sin embargo, el aroma de la cocina judía es definitivamente un componente central de la vida judía y, sea cual sea la comunidad a la que pertenezcas, las comidas tradicionales han absorbido un significado espiritual que aumenta su sabor.

Con respecto a Janucá, la tradición de comer productos lácteos se menciona en la literatura rabínica[2] y las rosquillas también son una de las primeras costumbres.[3] Los latkes también se mencionan como una costumbre que los tzadikim (sing. tzadik, persona justa) y sus jasidim (sing. jasid, seguidores de un líder jasídico en este contexto) convirtieron en un ritual anual.[4]

Sin embargo, aunque la tradición judía ha llegado a la cocina, es raro encontrarla estampada en los juegos… Puede que haya algunas personas que cantan y tocan música mientras observan las velas de Janucá centellear en primer plano, obviamente hay otras que estudian Torá mientras las velas están encendidas, y ciertamente hay quienes meditan en silencio sobre las llamas titilantes. Pero, en el mejor de los casos, jugar con una peonza parece apartarse por completo del ámbito de las costumbres sagradas para adentrarse en el ámbito mundano de lo secular. En el peor de los casos, hay fuentes que reprenden y castigan a quienes se sientan a jugar a las cartas en Janucá – el tipo de juego que comienza con un ligero aturdimiento y termina en un lugar al que ciertamente no queremos ir[5]

Sin embargo, de hecho, en Janucá aplicamos la teoría de juegos. Jugar al trompo es una costumbre antigua que gustaba a algunos de los más grandes tzadikim jasídicos, e incluso encontraron en el juego importantes alusiones a profundas ideas espirituales.[6]

La fuente más famosa en este contexto está en Bnei Isajar, escrita por Rabi Tzvi Elimelej Midinov, quien dijo: “Aquí entenderás cómo las tradiciones de nuestros padres son Torá, ya que la costumbre es que en Janucá, los jóvenes jueguen con un cubo de madera que tiene las letras gimel-shin-nun-hei (גשנ”ה) escritas por separado en cada lado, y este cubo de madera gira alrededor de su eje central [luego explica que esto alude a los cuatro reinos que han reprimido al pueblo judío a través de la historia, y al final todos ellos serán anuladas en su punto central que es el Pueblo Judío.]”

En el mismo contexto, se cuenta una historia del autor de Bnei Isajar, quien llegó a la casa de uno de Rabi Iaacov Orenstein, un gigante de la Torá que no era jasid. Después de discutir juntos ideas de Torá durante algún tiempo, Rabi Iaacov Orenstein quedó impresionado por el conocimiento de su invitado y le preguntó su nombre. El invitado respondió: “Mi nombre es Tzvi Elimelej y soy de la ciudad de Dinov. Rabí Iaacov luego dijo: “Si es así, ¿entonces eres tú quien escribió el libro Bnei Isajar y escribió las razones por las que usamos una carraca en Purim y giramos el trompo en Janucá?” y él se rio. Rabí Tzvi Elimelej asintió con la cabeza y dijo: “Yo soy él” y él también se rio, y ambos rieron juntos…

Risas y Juegos

Después de haber reído de buena gana, ahora podemos preguntar con toda seriedad, ¿por qué se rio Rabí Tzvi Elimelej? ¿No tomó en serio lo que había escrito en su libro? La razón profunda es que las costumbres judías tienen sus raíces en una fuente muy elevada. Expliquemos esto tal como se enseña en la Cabalá y el Jasidut.

La fuente más elevada de la Torá se encuentra en un nivel oculto, elevado mucho más allá de cualquier cosa que podamos conocer, mucho tiempo atrás, cuando Dios “inició Su deseo” de crear el mundo. A medida que se incitó el elevado deseo de crear el mundo, la Torá – también una creación primordial, “la Torá precedió al mundo”[7] – surgió y se extendió ante Dios. Así es como Dios “miró la Torá y creó el mundo”[8] usándola como un modelo preciso para Su creación. Aquí es donde reside el poder de las leyes imperativas de la Torá que fueron dadas al pueblo judío. Cada cláusula del Código de la Ley Judía (Shulján Aruj) tiene sus raíces en la fuente sagrada más exaltada y representa una verdad Divina de la cual no podemos desviarnos.

Pero incluso más elevado que el punto donde se inició el deseo de Dios de crear el mundo, hay un nivel al que en Cabalá se hace referencia como “las Delicias del Rey para Sí Mismo, Sha’ashuim Atzmi’im“. Allí es como si el Todopoderoso se divirtiera con Su Luz Infinita, sin ningún afán de crear el mundo y sin ninguna perspectiva de que haya “otro”. Sin embargo, sorprendentemente, este nivel exaltado se refleja en las costumbres no obligatorias que mantenemos, aquí mismo, en nuestra realidad mundana más baja. Aquellas costumbres judías que han sido santificadas por el poder de la tradición, y que aportan tan buen sabor y tan atractiva luz a nuestras vidas judías, de manera misteriosa surgen de ese nivel en el que Dios se deleita en Sí Mismo. Así es que nosotros también, el Pueblo Judío cuyas almas son “literalmente parte de Dios arriba”[9] nos regocijamos en nuestro judaísmo, embelleciéndolo con capullos y flores, costumbres y juegos. Así es como podemos explicar cómo la risa de los dos tzadikim en la historia anterior es un eco de esos mismos Deleites en los que el Rey se deleita en Si Mismo; risas y diversión expresadas mediante un juego de entretenimiento.

Los historiadores podrían investigar la fuente del juego del trompo de Janucá y dónde apareció por primera vez, pero para nosotros las fuentes históricas no son realmente relevantes porque, en algún momento, este juego ha sido “convertido” legalmente. Creemos que ha llegado a nuestras puertas por obra de la Providencia Divina como una herramienta muy querida para revelar los secretos más dulces de la Torá.

Dios no juega a los dados (juega al Dreidel…)

Entonces, sigamos divirtiéndonos con el dreidel de Janucá.

El clásico dreidel está hecho de un cubo con una base puntiaguda en forma de cono. Mientras el dreidel gira, sus lados cuadrados se oscurecen hasta que parece circular. Podemos ver esto como una alusión a la victoria de los jasmoneos sobre los griegos, que fue una victoria de la cosmovisión judía sobre la cultura helenística. La sabiduría griega creía que el intelecto humano puede crear una visión del mundo completa y perfecta. Se podría decir que la mente de un helenístico percibe el mundo como un cuadrado con líneas rectas. Una mente con esta perspectiva compartimenta, analiza, divide y define límites. Pero, aunque la naturaleza misma se parece más a un círculo y no tiene cuadrados, como enseñaron los sabios: “Nunca ha habido un cuadrado [natural] desde los seis días de la Creación”,[10] el intelecto tiende a cuadrar el círculo. La ciencia mide los ciclos infinitos de la naturaleza, midiéndolos y explicándolos mediante leyes y patrones establecidos, hasta que parece que la naturaleza, como la mente humana, es “cuadrada”.

La mente científica griega no puede aceptar que exista algo más allá de un cuadrado. Tanto es así que cuando la ciencia moderna reveló un fenómeno racionalmente inexplicable, uno de los más grandes científicos reaccionó diciendo: “Dios no juega a los dados”.[11]

Sin embargo, la sabiduría judía sabe algo que la sabiduría griega nunca podrá comprender. Con el debido respeto a la mente inquisitiva, que puede alcanzar logros fenomenales en todos los campos científicos, hay una fuerza superior a la naturaleza que hace girar el mundo que nos resulta tan familiar y tan aparentemente explicable.

En terminología cabalística, la luz de Dios está investida dentro del mundo limitado que se rige por las leyes de la naturaleza. Esta es la luz inmanente de Dios que “llena todos los mundos” y se comporta lógicamente siguiendo las reglas del juego sin desviación alguna. Pero, más allá de la luz que llena todos los mundos, hay una luz Divina que “rodea todos los mundos”. Esta es la luz infinita de Dios (a diferencia de Su luz inmanente que está contenida dentro del recipiente finito del mundo). Se podría decir que más allá de los diversos sistemas planetarios que aparentemente ponen al mundo en movimiento mediante leyes fijas, hay un sistema interno oculto que hace girar al mundo sobre un eje diferente. En este sistema de luz circundante es por donde a veces se cuelan los milagros en nuestro mundo, como las gotas de aceite de la pequeña tinaja que los hasmoneos encontraron en el Templo y que se mantuvo encendida obstinadamente durante ocho días consecutivos.

Entonces, sí, ¡Dios juega “dados”! Hace girar el trompo en forma de cubo y lo convierte en un círculo, revelando el gran poder circular que hace girar el mundo, y con cada giro, infunde más y más milagros en el mundo natural. Incluso si el milagro está misteriosamente escondido detrás de la máscara de la naturaleza, bajo la apariencia de acontecimientos históricos o científicos, todavía podemos abrir los ojos y revelar que ocurrió un gran milagro.

Girando la Luz del Mashíaj

Finalmente, mencionaremos que las cuatro letras que aparecen en los cuatro lados del trompo son las letras iniciales de “Un gran milagro ocurrió allí [es decir, en la Tierra Santa]”. Estas cuatro letras forman la palabra “A Goshen”, goshná (גֹשְׁנָה), que aparece en la porción de la Torá de Vaigash en el verso, “Y Iehuda envió delante de él… a Goshen”. De hecho, los maestros jasídicos han añadido otra alusión a esto al calcular el valor numérico de estas cuatro letras, que es igual a 358, el valor numérico de Mashíaj (מָשִׁיחַ), explicando que la luz del Mashíaj desciende al mundo en Janucá.[12]

En las últimas generaciones, la tendencia en Israel ha sido cambiar las letras del trompo por nun-gimel-hei-pei (נגה” פ), que son las iniciales de la frase: “Aquí ocurrió un gran milagro”. Pero, si alguien esperaba evadir las connotaciones mesiánicas del dreidel al hacerlo, no ha tenido éxito, porque el valor numérico de estas cuatro letras es 138, que es el valor de Menajem (מְנַחֵם), uno de los posibles nombres de Mashíaj y también el valor de Tzemaj (צֶמַח) – que literalmente significa “planta” – como dice el versículo: “Un hombre cuyo nombre es Tzemaj”[13] y mientras oramos tres veces al día: “Crece rápidamente la planta de David, Tu siervo.”


[1] Otra adición posterior al calendario judío es Lag Ba’omer, que ni siquiera se considera una festividad.

[2] Shuljan ArujOraj Jaim, 670:2 (Rama).

[3] Responsa de Rabi Maimón, padre de Maimónides (Rambam) impresa en el libreto Sarid Ufalit y citada en el libro Nitei Gavriel Janucá, p. 311.

[4] Ver Haiom Iom para el 28 de Kislev

[5] Rabi Levi Itzjak de Berditchev explica que cada uno de los naipes que se usan típicamente tiene una kelipá o impureza, Kedushas Levi, Janucá – “Iadua”.

[6] Véase Sijot Moharán 40; Likutei Halajot, Hiljot Shutafim Bakarka 5 y la fuente mencionada en Nitei Gavriel, Janucá p. 306. Esto también es similar a Lag Ba’Omer, cuando la costumbre es jugar con arcos y flechas, juego que a primera vista recuerda a las figuras negativas de los cazadores de la Torá, Esav e Ishmael.

[7] Bereshit Rabá 1:4

[8] Ibid 1:1

[9] Tania cap. 2

[10] Talmud de Ierushalaim, Ma´asrot 5:3

[11] Cita atribuida a Albert Einstein, traída para expresar su oposición a la Mecánica Cuántica; mencionado varias veces en nuestro libro “Conferencias sobre Torá y Física Moderna” para explicar la dinámica entre determinismo y libre albedrío.

[12] Mencionado en nombre de Rabí Pinjás de Karitz, Imrei Pinjás, Shabat U’moadim 222.

[13] Zejaria 6:12.

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