¿SE NOS PERMITE DISFRUTAR DE PLACERES CORPORALES?

El mes de Tevet es un mes frío e invernal, sin festividades ni celebraciones. Sin embargo, en un giro sorprendente, precisamente por el frío invernal y la aparente falta de luz (tanto física como espiritual), los sabios describieron este mes como “El mes en el que el cuerpo disfruta del cuerpo”. Esto ciertamente no es típico de los eruditos de la Torá, de quienes esperaríamos encontrar algo espiritual en cada situación. ¿Qué significa entonces esta afirmación?

Una forma de entender esta afirmación es observar que el mes de Tevet se encuentra entre las dos festividades de invierno: Janucá, que finaliza en Tevet, y Purim, que se celebra unas semanas después y que es muy esperada. Tanto Janucá como Purim son festividades consagradas por los sabios con el propósito de dar gracias a Dios por los milagros realizados, milagros que rescataron al pueblo judío.

Hay, sin embargo, una diferencia pronunciada entre estas dos festividades. En Janucá celebramos la salvación espiritual de la cultura helénica. En Purim, por el contrario, celebramos la salvación física del decreto de Hamán de aniquilar físicamente al pueblo judío. Por lo tanto, Janucá es una festividad espiritual, que no incorpora elementos de placer físico. La espiritualidad de Janucá se refleja en la halajá que nos prohíbe obtener cualquier beneficio de las velas de Janucá – solo se nos permite mirarlas. Purim, por el contrario, incorpora muchos placeres físicos, como beber vino y festejar. Así, el mes de Tevet, que se encuentra entre Janucá y Purim, es un tiempo de transición de la incorporeidad de Janucá a los placeres corporales de Purim. Como tal, la afirmación de que Tevet es el mes en el que “el cuerpo se complace en el cuerpo” parece reflejar este cambio de lo espiritual a lo corpóreo.

De hecho, el contexto en el que aparece esta declaración es revelador. Se ofrece en el Talmud[1] un comentario sobre el verso del Libro de Ester, “Ester fue llevada ante el rey Asuero, a su palacio real, en el mes décimo, que es el mes de Tevet…”[2] Los sabios dicen que parte de la razón por la que Ester halló gracia a los ojos de Asuero – un hecho del que parece haber dependido el milagro de Purim – se debió a que fue llevada ante él en el mes de Tevet, “cuando el cuerpo se complace en el cuerpo.”

El Cuerpo Superior y el Cuerpo Mundano

Ahora que hemos visto la fuente de esta declaración en el Talmud, podríamos estar aún más desconcertados. Es comprensible que un rey ávido de placer como Asuero prefiera la superficialidad física a los asuntos espirituales. Pero, ¿qué significado puede tener el placer del cuerpo a cuerpo para un judío que busca servir a Dios?

Aquí también, las enseñanzas jasídicas nos brindan una explicación revolucionaria para el placer del cuerpo a cuerpo. En su fuente superior, la declaración de los sabios se refiere al placer que el cuerpo superior recibe del cuerpo mundano. ¿A quién se refieren con los cuerpos superior y mundano? También se hace referencia al Creador como “ser verdadero”, haiesh haamiti (הַיֵּשׁ הָאֲמִתִּי) porque solo Su existencia es infinita y absolutamente independiente de cualquier cosa. El mundo creado por Dios, por el contrario, se denomina “ser creado”, haiesh hanibrá (הַיֵּשׁ הַנִּבְרָא). Su existencia depende absolutamente de la voluntad de Dios, que renueva su existencia en cada momento. Y, sin embargo, a pesar de toda su dependencia, es la mundana realidad material-física la que muestra una apariencia externa de robustez e independencia, como si en realidad fuera independiente del Creador. La realidad física mundana parece existir perfectamente bien sin ninguna necesidad de un Creador Supremo. A pesar del hecho de que la solidez e independencia de la realidad mundana son superficiales, el pensamiento jasídico explica que está destinado a reflejar el verdadero ser incondicional y la independencia del ser supremo, es decir, del Creador. Esto sigue el principio general de que lo más sublime se refleja en lo más bajo.

Además, la similitud entre el cuerpo superior (el ser verdadero) y el cuerpo mundano (el ser creado) atestigua la atracción mutua entre ellos. En consecuencia, los sabios dicen que Dios creó el mundo porque Él “deseaba una morada en el reino inferior”. Y, por lo tanto, la razón por la que los mandamientos de la Torá se relacionan con las acciones físicas mundanas que se realizan con el cuerpo es que el cuerpo supremo se complace en el cuerpo mundano a través del cumplimiento de los mandamientos físicos prácticos.

Los mandamientos no fueron dados para placer

¿Qué tiene que ver el cumplimiento de los mandamientos con el placer? Muchas personas perciben el cumplimiento de los mandamientos, que comienza por aceptar el yugo del Cielo, como algo opuesto a la libertad y el placer personal. De hecho, parecería que la percepción de que cumplir los mandamientos no tiene nada que ver con disfrutar también tiene un fundamento en la Torá misma. El Talmud establece que “los mandamientos no fueron dados para placer. En cambio, dicen los sabios, los mandamientos fueron dados para servir como un yugo sobre el cuello de las personas. Así, la ley judía no ve un mandamiento como un instrumento de placer; uno debe cumplir los mandamientos con un sentimiento de sumisión ante Dios. Uno podría categorizar el cumplimiento ideal de un mandamiento cuando una persona no recibe ningún placer o beneficio personal de su acto, y su única intención es cumplir con los requisitos legales del mandamiento tal como fueron ordenados.

Por otro lado, la explicación jasídica del placer del cuerpo-desde el-cuerpo asume la existencia de un elemento de placer incorporado al cumplimiento de los mandamientos. De hecho, los mandamientos producen dos dimensiones de placer: primero, para el cuerpo superior (el verdadero ser) que se complace en el cuerpo mundano y, al mismo tiempo, el cuerpo mundano también disfruta del cuerpo superior. ¿Cómo podemos reconciliar estos dos enfoques?

Cuatro niveles de placer en el cumplimiento de la mitzvá

Una vez se le preguntó al gran Rebe jasídico del siglo 19, Rabi Iehuda Arie Leib Alter, de la dinastía Ger (mejor conocido con el mismo nombre como Sfat Emet): ¿Cómo podemos reconciliar el gran placer espiritual que obtienen los tzadikim del cumplimiento de las mitzvot con la afirmación de que “los preceptos/mitzvot no fueron dados para placer”? El Sfat Emet explicó que mientras la conciencia de una persona lo separe del Creador, se encuentra en un estado en el que los mandamientos no se dieron para placer, sino más bien para extraerlo de su conciencia separada y conectarlo con Dios, Su Creador. En hebreo, la palabra para “mandamiento” es mitzvá (מִצְוָה), que comparte una raíz con tzavta (צַוְתָּא), que significa “juntos”. Por lo tanto, la mitzvá tiene la capacidad de crear unidad y unión entre la persona ordenada y Dios que ordena. Pero una vez que una persona ha alcanzado un estado de unificación total de su conciencia con Dios y fluye con el Creador con lo que llamamos “conciencia natural”, todo lo que hace se convierte en la voluntad de Dios (incluso si sus acciones no son mitzvot explícitas) y siente gran placer aun cuando cumple los mandamientos explícitos.

En el camino a este elevado nivel, podemos establecer cuatro niveles de placer en los preceptos:

  1. En la primera etapa, una persona debe sentir que no está buscando ningún tipo de satisfacción y placer en el precepto. Su único propósito es dar placer a su Creador. Esto significa que el placer en el mandamiento, “el cuerpo obtiene placer del cuerpo” se refiere únicamente al placer que Dios, el Dador de la Torá, obtiene del hecho de que estamos cumpliendo Sus mandamientos. “Me agrada que Yo ordene, y se cumpla Mi voluntad”[3].
  2. En la segunda etapa, una persona debe complacerse por el hecho de que Dios se complace, así como un siervo devoto siente placer cuando tiene éxito en el desempeño de sus deberes correctamente y su amo disfruta el fruto de su trabajo.
  3. En la tercera etapa, una persona debe reconocer el hecho de que Dios, Quien es nuestro Padre Celestial, disfruta el hecho de que Sus hijos amados disfrutan de la vida. Después de haber reconocido esto, una persona elegirá disfrutar de un estilo de vida basado en el cumplimiento de la Torá y las mitzvot, todo porque se percata de que cuando disfruta de la vida, esto trae placer a Dios.[4]
  4. En la cuarta y más elevada etapa, una persona alcanza un estado en el que su placer y el placer de Dios son uno y el mismo. Cuando su conciencia está conectada con Dios y “el cuerpo se complace en el cuerpo” en ambas direcciones: el cuerpo superior y el cuerpo mundano disfrutan todos los mandamientos juntos.

De vuelta al cuerpo

Concluyamos con una idea importante que nos retrotrae a la asociación inicial del placer del cuerpo a cuerpo. Los sabios fueron muy severos en su afirmación de que “el pueblo judío adoraba ídolos falsos solo para permitirse participar en el libertinaje” (es decir, participar en todas las prohibiciones relacionadas con la incorrección sexual). Lo que esto nos dice es que si encontramos que la atracción hacia las ideas y culturas extranjeras se presenta bajo la forma de una ideología (de apertura, universalidad, etc.), su verdadera motivación es en realidad (aunque no a nivel consciente) el impulso sexual y la voluntad de liberarlo de sus restricciones. Además, a menudo las personas temen regresar a una vida de observancia de la Torá porque temen que esto reducirá su placer en las relaciones de las que disfrutan actualmente. Por el contrario, las personas que ya están intentando volver a un estilo de vida observante de la Torá, a menudo sienten una gran frustración con sus dificultades con la atracción y el placer sexual.

Rabi Tzadok HaCohen de Lublin, otro gigante jasídico, se expresó sobre este tema. Dice que, a diferencia de otros impulsos, el impulso sexual no puede ser aniquilado. La única manera de tratar con él es santificarlo y elevarlo. Aunque tengamos algunas dudas sobre si los preceptos producen o no placer, no hay dudas con respecto al primer mandamiento de la Torá: ser fructífero y multiplicarse, así como todos los mandamientos relacionados con tener un matrimonio constructivo. Todos estos mandamientos son intrínsecamente placenteros.

En el mes en que “el cuerpo obtiene placer del cuerpo”, aprendemos que hay un placer bueno y deseable. Podemos meditar cómo podemos santificar nuestro placer emocional y físico cuando construimos un matrimonio bueno y saludable, de acuerdo con la guía de la Torá.


[1] Meguilá 13a.

[2] Ester 2:16

[3] Rashi a Éxodo 29:18.

[4] De hecho, el valor de “judío”, iehudí (יְהוּדִי) es el mismo que “vive bien”, jai tov (חַי טוֹב).

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *