LA SÉPTIMA VELA

La Cuarta Revolución y el Diez de Tevet. Cortando las alas del Templo

El ayuno del Diez de Tevet conmemora el comienzo del asedio babilónico de Ierushalaim que llevó a la destrucción del Primer Templo. Este día es el primero cronológicamente de cuatro días de ayuno que denotan las etapas de la destrucción del Primer Templo de la siguiente manera:

  • 10 de Tevet: comienza el asedio babilónico de Ierushalaim
  • 17 Tamuz: Dos años y medio después se derriban los muros de Ierushalaim
  • 9 Av (Tisha B’Av): La destrucción del Primer Templo por los babilonios. Muchos años después los romanos destruyeron el Segundo Templo en la misma fecha.
  • 3 Tishrei: (el ayuno de Guedaliá). El asesinato de Guedaliá ben Ajikam, quien era el gobernador de los supervivientes que quedaron en la Tierra de Israel después del exilio a Babilonia. Su asesinato simbolizó la finalización de la destrucción y el comienzo del exilio.

De estos cuatro días de ayuno Tisha BeAv es el más doloroso porque en esta fecha ocurrió la destrucción real. Sin embargo, debemos preguntarnos ¿qué significado tienen las primeras 3 etapas? El comienzo del asedio, la ruptura de los muros que precedieron a la destrucción y el asesinato del gobernador judío Guedaliá ben Ajikam ¿Por qué justificaron días de ayuno exclusivos para ellos? Si bien Tisha BeAv tiene leyes mucho más estrictas que los otros tres ayunos la pregunta sigue siendo: ¿No es suficiente conmemorar la destrucción en sí? ¿Por qué las pérdidas intermedias en la guerra y un solo asesinato que tuvo lugar después del final de la guerra son dignos de entrar en nuestra memoria colectiva?

Círculos de influencia

Aquí hay una forma sugerente que invita a la reflexión para entender la continuidad de los cuatro días de ayuno. Podemos pensar en el Templo como construido por cuatro círculos concéntricos uno dentro del otro, que juntos reflejan la vida judía en su conjunto. Cada una de las cuatro etapas de la destrucción como se describieron anteriormente destrozó otro círculo más interno de esta estructura: el Templo. Como cada uno de los cuatro círculos es intrínseco al Templo, cuando se quiebra constituye un paso fundamental en la destrucción del Templo.

Los dos eventos que precedieron a la destrucción del Templo -el sitio de Ierushalaim conmemorado el 10 de Tevet y la ruptura de los muros conmemorada el 17 de Tamuz- pueden verse como el corte de las dos alas del Templo. Podemos imaginarnos el Templo establecido en su lugar mientras extiende dos alas hacia afuera: su ala nacional donde mora cubre a Ierushalaim, y su ala universal se extiende y cubre el mundo entero. Cuando los babilonios sitiaron Ierushalaim y la aislaron del mundo (el 10 de Tevet) cortaron el ala universal del Templo, confinando así el judaísmo al círculo nacional. Cuando rompieron los muros y conquistaron la ciudad (17 de Tamuz) cortaron el ala nacional del Templo dejando intacto solo su círculo religioso de influencia, el Templo en sí. Cuando el Templo fue destruido (Nueve o Tisha BeAv) fue como si el ave cuyas alas habían sido cortadas previamente finalmente fuera matada. Para citar a los sabios sobre la destrucción rea, “Es una casa quemada que tú [Nabucodonosor] quemaste”.[1]

El último soplo de vida del Templo que quedó suspendido en el aire como un fantasma después de su destrucción fue el remanente de los judíos en la Tierra de Israel. Esta pobre población fue el último rayo de esperanza para mantener viva la llama del judaísmo en la Tierra de Israel. Cuando los babilonios nombraron al gobernador de estos supervivientes, Guedaliá ben Ajikam fue asesinado y la población se dispersó, fue el golpe mortal final para el ave del Templo.

Ahora centrémonos en el Diez de Tevet, el ala universal del Templo. En contra de la creencia generalizada de que el Templo era estrictamente un símbolo nacional, desde el día de su fundación fue designado como un centro espiritual para unir a toda la humanidad. En las palabras del profeta: “Porque mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones”[2]. Esta no fue solo una visión futura anunciada por los profetas; se declaró en la oración de dedicación ofrecida por el rey Shlomó el día de la inauguración del Templo:

Además, en cuanto al extranjero que no es de Tu pueblo Israel, cuando venga de un país lejano por causa de Tu Nombre, o cuando oigan acerca de Tu gran Nombre y de Tu Mano Poderosa y de Tu brazo extendido, cuando venga a orar en esta casa, que Tú oigas en los cielos Tu morada y hagas conforme a todo lo que el extranjero Te pida, para que todos los pueblos de la tierra conozcan Tu Nombre, para temerte, como Tu pueblo Israel, y para que sepan que Tu Nombre ha sido grabado sobre esta casa que he construido.[3]

El Templo no cumplió consumadamente este destino descrito por Shlomó, pero desde el principio sus ojos estaban puestos en ese objetivo. Tenía un horizonte universal hacia el que deseaba extender sus alas. Este horizonte universal de la Torá que aspira a la unificación de toda la humanidad en torno al servicio a Dios se expresa en las visiones de los profetas en varios lugares. Entre esas expresiones quizás la más famosa sea la profecía de Isaías que también se relaciona con el Templo:

Y acontecerá al fin de los días que el monte de la casa de Dios será establecido como cumbre de los montes, y será exaltado sobre los collados, y todas las naciones correrán hacia él. Y muchos pueblos irán y dirán: “Venid y subamos al monte de Dios, a la casa del Dios de Iaacov; y Él nos enseñará acerca de Sus caminos, y andaremos en Sus veredas.” Porque de Tzión saldrá la Torá y de la palabra de Dios Ierushalaim. Y Él juzgará entre las naciones y decidirá por muchos pueblos, y ellos convertirán sus espadas en arado y sus lanzas en hoces; una nación no alzará su espada contra otra nación ni aprenderán más a hacer la guerra.[4]

Estos versículos nos recuerdan que por mucho que la Torá parezca preocuparse solo por Israel su alcance más amplio está dirigido a perfeccionar el mundo entero: comienza con la creación de Adam el padre de toda la humanidad y termina con la redención mundial de la humanidad. La tarea del pueblo de Israel es allanar el camino para la reunión de todas las naciones en torno al servicio a Dios. Podemos decir que la relación entre Israel y las Naciones del mundo es como la relación entre los cohanim, la clase sacerdotal entre el pueblo de Israel, y el resto de la nación. Así como los cohanim recibieron la tarea especial de servir en el Templo por el bien de toda la nación, Israel en general está designado para servir a toda la humanidad y unirla en torno al Templo. Es por esto que la Nación Judía es llamada “un reino de sacerdotes” más allá de ser descrito como “un pueblo sagrado”[5].

Ahora podemos entender el significado del Diez de Tevet con más claridad. El sitio de Ierushalaim simboliza el horizonte universal del Templo. El cerco detuvo, por así decirlo, la ansiada expansión del judaísmo hacia el círculo universal obligándolo a permanecer, al menos por ahora, limitado a sus propios asuntos privados. Esta limitación fue expresada por los sabios con el dicho: “Desde el día en que el Templo fue destruido el Santo Bendito tiene en Su mundo solo los cuatro codos de la ley judía”.[6] El ayuno del Diez de Tevet es el día de luto por la suspensión de la visión universal del judaísmo, de la pérdida de su capacidad de iluminar el mundo y de su contracción a un estado en el que se ilumina a sí mismo, en solitario.

Intentos fallidos de universalismo

Esta explicación se conecta de una manera muy interesante con dos eventos adicionales que están asociados con el Diez de Tevet:

El primer evento es la traducción de la Torá al griego conocida como la Septuaginta.[7] La finalización de esta traducción tuvo lugar el día 8 de Tevet, pero las fuentes escriben que el evento oscureció el mundo durante tres días[8], precisamente hasta el día 10 de Tevet. De hecho, el 8 y el 9 de Tevet se definen como “ayunos de tzadikim” y en épocas anteriores las personas justas ayunaban los tres días seguidos.[9]

El segundo evento cercano al Diez de Tevet es el nacimiento de Iehoshúa el Nazareno. Hay una tradición judía que identifica su nacimiento con el 9 de Tevet (e incluso afirma que la persecución de los judíos en su nombre es una de las razones para establecer este día como un día de ayuno).[10]

¿Cuál es el denominador común de estos dos eventos? Fácilmente podemos ver que ambos expresan intentos fallidos de universalizar el judaísmo. La Septuaginta hizo que la Biblia fuera accesible para todas las personas inteligentes del imperio griego. Sin embargo, fue una traducción degradada que eliminó la singular agudeza de la Torá, haciéndola parecer un libro de sabiduría o filosofía y nada más, “filosofía judía” por así decirlo, desprovista de cualquier excepcionalidad o esplendor. De hecho, la Septuaginta llevó a difuminar las diferencias entre el judaísmo y la cultura griega, entre el helenismo y la asimilación. En última instancia, condujo a la persecución de los judíos que se aferraban a su religión.

La religión nazarena es un caso aún más extremo. Sus primeros seguidores no se identificaron como seguidores de una religión diferente al judaísmo, sino más bien como una versión reformada o más nueva del judaísmo (se autodenominaban “el auténtico Israel”) cuyas puertas estaban abiertas a toda la humanidad. Pero, a medida que desarrollaron su identidad llegaron a anular por completo los mandamientos de la Torá y la Torá Oral, adoptando un enfoque ascético y anti corpóreo. Con el tiempo la religión nazarena añadió una mezcla de prácticas paganas. Esto completó su rebelión contra el judaísmo y se convirtió en una religión diferente e independiente que finalmente persiguió a su madre, el judaísmo.

El auge de las dos grandes empresas que surgieron de estos intentos, la difusión de la Biblia griega y el florecimiento de la religión nazarena, se vio impulsado por el gran interés de las naciones del mundo por el judaísmo. Las naciones querían entender el judaísmo y quizás incluso convertirse y unirse a él, pero los judíos no tuvieron la sabiduría para aprovechar esta ola y emplearla para difundir la fe en Dios y Su Torá. El vacío que dejó abierto el judaísmo fue llenado por otros de una manera menos indulgente e incluso destructiva para el judaísmo.

El hecho de que estos dos intentos hayan tenido lugar en las proximidades del Diez de Tevet refuerza la idea de que el significado interno de este día es el arrepentimiento por nuestro fracaso en difundir la luz de la Torá a las naciones del mundo hasta ese momento.


[1] Sanhedrin 96b[2] Isaías 56:7[3] 1 Reyes 8:41-43[4] Isaías 2:2-4[5] Éxodo 19:6[6] Berajot 8a[7] Meguilá 9a-b[8] Meguilat Taanit, el capítulo de los días de ayuno.[9] El libro de nuestra herencia, Eliahu Kitov, p. 210 en la edición hebrea[10] Nuevas addendums a Megilat Ta’anit, el capítulo de los días de ayuno.

(Extraído y traducido del libro hebreo del rabino Ginsburgh, “Hanerot Halalu”)

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