¿Cómo reaccionarías si supieras que hay una biblioteca secreta escondida en la casa de tu infancia, de la que nunca antes habías oído hablar? Esto es lo que se siente al descubrir la tradición mística de la Torá, la Cabalá y el Jasidut.
El pueblo judío ha sido llamado “el pueblo del libro”. La razón es que desde que nos convertimos en nación, hemos vagado por el mundo con un libro en nuestro poder – la Torá, que con el paso de los años se ha convertido en una biblioteca completa. Todo judío, por el hecho de nacer o convertirse, hereda esta biblioteca y la lleva consigo en su mochila (aunque a veces desconozca su presencia). Pero ¿hasta qué punto podemos decir que conocemos verdaderamente el contenido de esta biblioteca?
Las historias de espionaje hablan de un método especial para transmitir información confidencial: un libro con páginas dobles pegadas. Al sostener el libro y hojearlo de la forma habitual, aparece como un libro sencillo e inofensivo; pero si uno separa cuidadosamente sus páginas, descubre que hay información secreta impresa en el interior oculto de cada página. Es un libro dentro de un libro, sus páginas ocultas albergan un contenido completamente diferente del libro visible, un contenido destinado a ser leído sólo por aquellos que conocen las páginas secretas.
¿Cómo reaccionarías si te dijéramos que los libros que llevas en tu mochila judía son esos libros? La conocida biblioteca judía es todo un universo de conocimiento, y uno podría pasarse toda la vida ahondando en él; sin embargo, no es más que la superficie de un mundo más profundo y maravilloso, lleno de ideas, consejos e historias ocultas a nuestros ojos. Este misterioso mundo oculto es la tradición mística judía, también llamada la “Torá oculta”, nistar (נִסְתָּר) o la “dimensión interior de la Torá”, pnimiut haTorá (פְּנִימִיּוֹת הַתּוֹרָה). Al igual que las páginas internas de los libros de espías, la dimensión interior de la Torá está oculta dentro de las páginas de la literatura revelada de la Torá, esperando ser descubiertas. Nuestros sabios dijeron de la Torá: “Gírala y gírala, porque todo está en ella”.[1] La lectura simple es que debemos voltear y hojear las páginas reveladas de la Torá, pero ahora podemos reinterpretar esta afirmación en el sentido de que uno debe pasar las páginas de la Torá dos veces: una para leer sus páginas reveladas, y una segunda para dividirlas y revelar las páginas interiores, ocultas – la tradición mística de la Torá.
Otra metáfora de la tradición mística, extraída esta vez de la literatura de los sabios, se encuentra en la afirmación de que la Torá fue escrita como “fuego negro sobre fuego blanco”.[2] Esta metáfora sugiere que la Torá se compone de su contenido visible, contenido que se nos comunica a través de la forma de sus letras (“fuego negro”), y su contenido oculto en la forma de los espacios entre sus letras (“fuego blanco”). La tradición mística está escrita en el fuego blanco, el espacio entre las letras entintadas en color negro de la Torá. Cualquiera que sepa hebreo puede leer las letras inmediatamente (aunque le lleve toda una vida comprenderlas completamente); pero para leer los espacios entre las letras, es necesario adquirir un nuevo lenguaje – el lenguaje de la dimensión oculta de la Torá.
El corazón del huerto
La dimensión interior de la Torá tiene un nombre. Se llama Cabalá.
Las descripciones anteriores de la Cabalá como un libro dentro de un libro, o como fuego/pergamino blanco alrededor de las letras negras, son, por supuesto, sólo metáforas. En realidad, la Cabalá existe en forma de libros, una amplia selección de libros dedicados a interpretar la Torá de manera mística. La literatura cabalística es tan rica y extensa como antigua. Tiene sus raíces en los primeros días del judaísmo y continúa creciendo y evolucionando hasta el día de hoy. Trata de explicar las estructuras profundas del mundo, de la humanidad e incluso de Di-s mismo, con el objetivo de ayudar a las personas a acercarse a su Creador y vivir según Su luz.
A primera vista, la Cabalá no es más que una de las ramas de la Torá, ni más ni menos importante que sus otras ramas. Pero la razón por la que se describe como “la dimensión interior de la Torá” es porque es más que eso: encarna un sistema oculto de entendimiento que interpreta la Torá en su conjunto. La aplicación de este sistema nos permite revelar el interior de la Torá, la miríada de enseñanzas ocultas tras cada una de sus partes y detalles, dotándolas de una unidad global que de otro modo sería difícil de discernir.
Es costumbre dividir las capas de la Torá en cuatro, según el acrónimo PaRDeS (que significa “huerto” pero que en inglés se ha conocido como “paraíso”):
- Peshat (interpretación literal o simple)
- Remez (interpretación basada en insinuaciones y alusiones)
- Derash (interpretación homilética)
- Sod (interpretación basada en la dimensión secreta y mística)
Los cuatro niveles crean una escalera que va de afuera hacia adentro. Eso significa que peshat es la capa más revelada y sod es la capa más oculta. El sod es también la capa de la Cabalá, lo que lo convierte no sólo en una parte integral de la Torá, sino también en su nivel más profundo.
El papel integral de la Cabalá en el huerto de la Torá se percibe cuando uno quita la S de PRDS, convirtiéndola en PRD (פרד). Esta combinación de tres letras es la raíz de la palabra que significa “desapego”, perud (פֵּרוּד) y también puede leerse como la palabra para “mula”, pered (פֶּרֶד), el símbolo de la infertilidad. Sin la Cabalá, la Torá puede aparecer como una galaxia de mandamientos, interpretaciones, historias, lecturas homiléticas y normas legales dispares, que no necesariamente se fusionan en un todo unificado. La letra hebrea Samej, la equivalente a la letra S en PRDS, que representa la dimensión secreta de la Torá, transforma el pered, la “mula” estéril, en un pardés, “huerto” fructífero y floreciente. La forma redonda de la Samej (tiene forma de círculo) también sugiere que reúne todas las piezas dispares de la Torá y las sienta en la “mesa redonda” que las une.[3]
Otra metáfora de la relación de la Cabalá con el resto de la Torá es su designación como “el alma de la Torá”[4] (נִשְׁמְתָא דְּאוֹרָיְתָא, pronunciado: nishmeta de’oraita). La Torá se asemeja a una entidad viviente, con cuerpo y alma. La mayor parte del corpus de la Torá – la Mishná, el Talmud, los comentarios medievales, la literatura responsa, etc. – se centra en la dimensión revelada de la Torá, es decir, el “cuerpo” de la Torá (las leyes principales incluso se denominan en la Mishná “cuerpos de la Torá”[5]), pero la Cabalá revela la dimensión oculta de la Torá, el “alma” de la Torá.
Las dimensiones revelada y oculta de la Torá también abordan las capas correspondientes dentro de nosotros, los seres humanos. La Torá revelada está dedicada principalmente a rectificar los aspectos revelados de nuestra vida – nuestras acciones y los aspectos más conscientes y accesibles de nuestra alma. En contraste, la Cabalá se dedica a rectificar nuestros aspectos ocultos – las capas más profundas y ocultas del alma, relacionadas con nuestro espíritu y su propósito en el mundo. Al exponer y explicar las estructuras y dinámicas profundas del mundo y del alma, la Cabalá nos permite conectarnos con estas capas y cultivarlas.
La revelación de la Cabalá
Cuando conocemos a una nueva persona, al principio sólo vemos su exterior, mientras que su mundo interior se nos revela sólo de forma gradual, con el tiempo. De la misma manera, la Cabalá no fue revelada de una vez. A lo largo de la mayor parte de la historia, el estudio de la Cabalá estuvo prohibido a la mayoría de las personas y quedó reservado para eruditos y místicos excepcionales. Un principio bien conocido, por ejemplo, prohibía estudiar Cabalá antes de los 40 años, y aunque muchos grandes cabalistas no se adhirieron a esta prohibición (tres de los más destacados entre ellos – el santo Rabi Itzjak Luria, Rabi Moshe Jaim Luzzatto y Rabi Najman de Breslov (todos murieron antes de cumplir 40 años), otros ciertamente lo hicieron. Y todos tuvieron mucho cuidado de no revelar la Cabalá a las masas.
Detrás de esta cautela había dos preocupaciones principales. La primera era que alguien podría hacer un mal uso de la Cabalá práctica con fines malvados, y la segunda, que las metáforas e imágenes utilizadas por la Cabalá – que atribuyen “fuerzas”, “órganos” y más a lo Divino – no se entenderían adecuadamente y llevarían a concepciones antropomorfas y heréticas de Di-s. Estas preocupaciones no estaban injustificadas, y hubo suficientes casos que demostraron que, en las manos equivocadas, la Cabalá podría efectivamente usarse como una herramienta para distorsionar la Torá. El caso más notorio es el de Shabtai Zvi, el falso mesías del siglo 17 que descarrió a muchos.
La primera persona que cambió esta percepción fue Rabi Itzjak Luria Ashkenazi, el Santo Ari, el más grande místico de la era moderna, que enseñó en Tzfat a finales del siglo 16 EC (y cuya tumba se puede visitar hasta el día de hoy). Más allá de sus importantes innovaciones que convirtieron la Cabalá en un tema de estudio detallado y sistemático, el Santo Arí introdujo dos cambios importantes con respecto a la revelación de la Cabalá: uno, prohibió casi por completo el uso de la Cabalá práctica; y dos, explicó que en nuestro tiempo, “está permitido y es bueno revelar esta sabiduría”,[6] es decir, la Cabalá.
El Ari no quiso decir que la Cabalá debería enseñarse a todos, sino sólo a aquellos que son dignos de ella (que son muy refinados en sus rasgos de carácter, que han estudiado gran parte de la Torá revelada y que han cumplido con otros criterios). Sin embargo, se trataba de una ampliación significativa del círculo de los iniciados a la Cábala. El Ari también creía que el estudio de la Cábala acercaría al mundo al estado de redención, en el que todos estarían completos en cuerpo y alma.
El movimiento jasídico
Pero la mayor revolución en la difusión de la Cabalá al público ocurrió en el siglo 18 EC, doscientos años después del Arí. Sucedió con la fundación del Jasidut, el movimiento jasídico, por parte de Rabi Israel Ba’al Shem Tov (el Besht, para abreviar). La gran innovación del Besht fue traducir la sabiduría mística de la Cabalá al lenguaje de la psicología. El Besht tomó el contenido fundamental de la Cabalá – las intrincadas estructuras de los mundos superiores, los Nombres de Di-s, las complejas intenciones espirituales y más – y mostró cómo podían aplicarse para el crecimiento y la purificación del alma. Para los jasidim, los seguidores del Besht, la sabiduría de la Cabalá se convirtió en una herramienta para comprendernos a nosotros mismos y el sentido de nuestras vidas, impregnándonos de la conciencia de la Presencia de Di-s en todo.[7]
El Jasidut fue el movimiento de renovación espiritual más importante y significativo del judaísmo en la era moderna. Se extendió rápidamente por las ciudades judías de Europa del Este, trayendo una brisa fresca y rejuvenecedora a la rutina de estudio, oración y servicio a Di-s. La experiencia de quienes lo encontraron por primera vez fue la de despertar de un letargo de años, la sensación de que nunca antes habían probado realmente el sabor de la fe y la cercanía a Di-s.
El enfoque jasídico desvaneció por completo las preocupaciones sobre el estudio de las dimensiones interiores de la Torá, e incluso les dio la vuelta. Mientras que anteriormente existía la preocupación de que las dimensiones internas de la Torá pudieran caer en manos de alguien desequilibrado, ahora quedó claro que era al revés: la estabilidad emocional profunda se consigue precisamente mediante el estudio de las dimensiones internas de la Torá a la manera jasídica.
Además, dado que el estudio jasídico interpreta los conceptos de la Cabalá sobre Di-s utilizando conceptos tomados del alma en lugar del cuerpo, elude el riesgo de antropomorfismo. Y como ya no hay peligro, tampoco hay límite de edad: incluso los niños son considerados capaces de aprender y absorber el Jasidut desde una edad temprana.
De hecho, las enseñanzas del Jasidut allanaron el camino para abrir las dimensiones internas de la Torá a dos públicos adicionales. El primero son las mujeres. Según la ley judía, las mujeres, al igual que los hombres, están obligadas a cumplir mandamientos cuyo cumplimiento principal está en la capa espiritual interna (creencia en Di-s, amor a Di-s, temor de Di-s, etc.), por lo que el estudio de las enseñanzas jasídicas es tan relevante para ellas como lo es para los hombres.[8] De hecho, un tema importante tratado extensamente en la Cabalá y el Jasidut es el desarrollo espiritual de las mujeres como paso crucial para lograr la redención.[9]
El segundo público son las naciones del mundo: parte de la visión profética completa del judaísmo es la unificación de la humanidad para servir a Di-s “hombro con hombro”.[10] Para este propósito, las generaciones posteriores de líderes jasídicos han permitido enseñar a los no judíos las extensas partes de las dimensiones internas de la Torá que se relacionan con ellos.[11]
La unidad de lo revelado y lo oculto
Dado que la Cabalá y el Jasidut son el alma de la Torá, sin ellos, la Torá es, en cierto sentido, como un cuerpo sin alma. Alguien que estudia sólo la parte revelada de la Torá puede, con el tiempo, sentirse vacío e insatisfecho, sintiendo un vacío interior que su estudio no llena. De hecho, tiene fundamento la afirmación de que esta experiencia es una de las principales razones del gran distanciamiento del judaísmo en la era moderna: tras no poder encontrar en la Torá la fuente de aguas vivas que anhelaban, innumerables judíos de la Ilustración – los antepasados del secularismo -buscaron alternativas de otras fuentes.
La forma de salir de esta crisis reside en difundir la Cabalá y el Jasidut y hacer de ellas una parte viva y palpitante del tejido del judaísmo. Revelar la dimensión interior de la Torá arroja una luz nueva y más profunda sobre todas sus otras partes, más familiares, y lo hace de una manera que toca nuestros corazones y almas.
En Jasidut se explica que la dimensión oculta de la Torá es tan innovadora, que descubrirla es un poco como recibir “una nueva Torá”. Este concepto está tomado de la interpretación de los sabios del versículo “La Torá saldrá de Mí”[12], explicado como “Una nueva Torá brotará de Mí”.[13] Según el Jasidut, esto se refiere a la revelación de la dimensión interior de la Torá, que, al emerger de la Torá revelada, se experimenta como la entrega de una nueva Torá.
Otra razón para el término “nueva Torá” es que la revelación completa de las dimensiones internas de la Torá añade a la Torá de Israel todos los aspectos de verdad y belleza en la sabiduría de las demás naciones del mundo, renovando y expandiendo así la Tora.
El lenguaje y la imaginería de la dimensión interna de la Torá son tan singulares, que la Cabalá a veces puede parecer una sabiduría separada e independiente de la Torá, una “religión” propia llamada “Cábala”. Desafortunadamente, así es exactamente como se comercializa hoy en día a muchas personas en todo el mundo. Sin embargo, hay que entender que, al igual que un cuerpo sin alma (la Torá revelada sin su aspecto interior) no tiene vida, tampoco la tiene un alma sin cuerpo (la Torá oculta sin su aspecto externo). Flota en el aire, desarraigada, como una foto arrancada de un álbum y arrastrada por el viento.
La capa revelada de la Torá proporciona el marco que da contexto y aplicación a la Cabalá y al Jasidut. En la propia terminología de la Cabalá, el aspecto externo de la Torá proporciona los “recipientes-herramientas” a través de los cuales pueden contenerse las “luces” de sus dimensiones interiores.
[1] Avot 5:22
[2] P.ej. Midrash Rabá Shir HaShirim 5:15
[3] De hecho, en el Talmud, la palabra “Pardés” aparece como un término general para la Torá secreta, es decir: la Torá secreta oculta en su interior la totalidad del Pardés.
[4] Zohar 3:152a
[5] Mishná Jaguigá 1:8
[6] Introducción al Eitz Jaim
[7] El Rebe de Lubavitch definió el jasidismo como la quinta dimensión del Pardés, actuando como el hilo que teje y une sus cuatro niveles para convertirse realmente en uno solo (del folleto “La esencia de la enseñanza jasídica”, sección 8). Basado en la descripción del Ari de la creación de los mundos, las tres dimensiones de P-R-D pueden compararse con el espacio vacío en el que se crean los mundos (separados como si fuera de Di-s), y la dimensión de S con la luz infinita que rodea el espacio vacío (en forma de letra S). Así, la Torá del Jasidut sería la línea de luz que desciende desde la luz infinita al vacío. Y he aquí, si se introduce esta línea en Pardés, se convierte en una paradoja – la maravilla de conciliar opuestos que revela el Jasidut.
[8] El Rebe de Lubavitch, “Sobre la obligación de las mujeres judías en la educación y el estudio de la Torá”, Sefer HaSijot 5750, volumen 2, págs. 455-459.
[9] Véase, por ejemplo, Rabi Schneur Zalman de Liadi, Sidur Im Daj, s.v., Mehaira HaShem Elokeinu.
[10] Tzefania 3:9
[11] Ver, por ejemplo: El Rebe de Lubavitch, Igrot Kodesh, volumen 23, carta 292.
[12] Isaías 51:4
[13] Midrash Rabá Vaikrá 13:3