PARASHAT MATOT-MASEI: ALIÁ POR ALIÁ

Parashá Matot Masei

PRIMERA LECTURA:

SERVIR A DIOS DURANTE EL EXILIO


אִישׁ כִּֽי־יִדֹּר נֶדֶר לַיהוה אוֹ־הִשָּׁבַע שְׁבֻעָה לֶאְסֹר אִסָּר עַל־נַפְשׁוֹ לֹא יַחֵל דְּבָרוֹ כְּכָל־הַיֹּצֵא מִפִּיו יַעֲשֶׂה (מטות ל, ג)

Si un hombre hace un voto a Havaiá o hace un juramento imponiéndose una obligación a sí mismo, no romperá su promesa; debe llevar a cabo todo lo que ha cruzado sus labios” (Números30:3)


La sección sobre los votos aparece al comienzo de la Parashat Matot al final del Libro de Números. La sección comienza con las palabras: “Esto es lo que Havaiá ha ordenado”, y Rashi proporciona una explicación para esta expresión – que también aparece en otros lugares – diciendo que es la frase especial que distingue a Moisés de otros profetas que profetizaron con “Así dice Havaiá“. Hay algo en la sección de los votos donde se revela la singularidad de Moisés sobre otros profetas, en el sentido de que profetizó con una visión clara y con el poder del sabio para anular los votos. El sabio es una extensión de Moisés en cada generación y una chispa del Mashíaj. Del mismo modo, el marido con respecto a su esposa y el padre con respecto a su hija tienen un poder similar en la anulación de votos.

Esta sección está muy relacionada con las mujeres, ya que trata principalmente de los votos de las mujeres bajo la autoridad de sus padres o maridos, o en su propia autoridad. Solo un versículo en la sección trata de los votos de los hombres, por lo que aquí hay una rectificación especial del modo de servicio Divino de la mujer.

Antes de comenzar, empecemos diciendo que hacer un voto o un juramento revela un poder que no se había revelado previamente, y está conectado con la revelación de la chispa del Mashíaj dentro de cada persona. Tenemos 248 mandamientos positivos y 365 mandamientos negativos, pero sorprendentemente, un judío que hace un voto (un neder) tiene el poder de agregar una prohibición o una obligación más allá de lo que prescribe la Torá. Es como si él o ella fuera, por así decirlo, se asemejara al Todopoderoso que nos da preceptos.

Otro prefacio importante que hay que hacer es que Maimónides escribe que nos refrenamos de hacer votos, y por eso acostumbrados a añadir las palabras “bli neder“, que significa “sin voto-sin promesa”, a nuestros compromisos de hacer las cosas. Esta es una actitud sorprendente, ya que el poder del voto es realmente grande. El poder del que hace un voto proviene de la chispa del Mashíaj dentro de él o ella, mientras que el poder del sabio que anula el voto proviene del poder de Moisés, nuestro maestro, que tiene cierta superioridad sobre el alma del Mashíaj. De hecho, aparte del Mashíaj existe el alma de Ra’aia Mehemna, el alma de Moisés, el pastor de la fe, que viene después del Mashíaj para integrar internamente las luces circundantes reveladas por el Mashíaj.

Por lo general, cuando hablamos de la chispa del Mashíaj, explicamos que es una inspiración Divina que una persona recibe para perseguir la tarea de rectificar el mundo: tikún olam. Entonces la persona se llena de la luz infinita – la revelación infinita de Divinidad. Pero estas son inicialmente luces caóticas, orot detohu (אוֹרוֹתדְּתֹהווּ) que necesitan ser provistas de recipientes adecuados de rectificación para que no destrocen la realidad. Aquí, en el tratamiento que la Torá da a los votos, este poder de rectificación se presenta como un poder de prohibición, de prohibirse a uno mismo. Es un poder de contracción y limitación en el alma, que viene después de la revelación de la luz infinita y no deja de ser un poder mesiánico. La revelación de la luz es a la manera de la iniciativa y el impulso de actuar, pero después viene el poder de limitar este impulso, y es un poder más fuerte.

Sin embargo, la pregunta sigue en pie: ¿por qué nos abstenemos hoy de usar el poder del voto?

La respuesta está conectada con el poder de los sabios para anular un mandamiento de la Torá. El ejemplo traído en Jasidut para esto es la anulación por parte de los sabios de tocar el shofar en Rosh Hashaná que cae en Shabat debido a la preocupación de llevarlo cuatro codos en un dominio público. En Jasidut, se explica que esta razón es sólo una razón externa que está destinada a ocultar la explicación interna más profunda, que es que, desde la época de los sabios, lo que el tocar-soplar el shofar logra se hace automáticamente dentro del alma cuando es Shabat. Por lo tanto, no perdemos el cumplimiento del mandamiento porque se cumple automáticamente por la santidad del Shabat; solo tenemos que entender cómo.

Por supuesto, esta es solo la situación en nuestras épocas, pero en el futuro, el shofar si se soplará porque entonces será capaz de atraer una revelación diferente, una revelación que normalmente no se trae en Shabat. Este es el marco paradigmático para pensar todas las cosas que, en principio, se supone que se deben hacer pero que hoy no se practican.

Por lo general, se trata de una cuestión que perturba mucho a los ba’alei teshuvá, quienes están recién motivados por los libros y no por las tradiciones y prácticas con las que crecieron. Otro ejemplo: alguien que estudia Cabalá aprende que en Shabat debe haber doce panes, y cuando va a la casa de su rabino, ve solo dos panes. Cuando pregunta por qué, el rabino responde que, en la práctica, no se hace de esta manera, lo que le decepciona enormemente. La forma de explicar esto es que el asunto se lleva a cabo internamente de una manera diferente, como hemos explicado.

Lo mismo se aplica a los votos. Debido a la preocupación de que quien hace un voto no pueda ser capaz de mantenerlo, todo Israel ha adoptado la práctica de evitarlos tanto como sea posible y se cuidan de decir: “bli neder” (sin promesa). Porque hoy en día, podemos acceder al poder del voto, con toda su fuerza motivadora inherente, sin llegar a verbalizarlo. En la época del Templo, este no era el caso. Entonces, era posible revelar mucho más con la expresión verbal que hoy, pero lo que nos afecta internamente hoy se puede acceder incluso sin expresión verbal. Por el contrario, se puede expresar de una manera más intensa y sin limitaciones porque no lo verbalizamos. No sólo no hemos perdido nada, sino que hemos ganado la disponibilidad inmediata de la fuerza de los votos porque no necesitamos verbalizarlo y porque está constantemente accesible internamente. Lo que esto significa es que, aunque el voto no verbalizado no nos prohíbe en la práctica, espiritualmente es vinculante y cumple el versículo: “El que habla con verdad en su corazón”.

Un voto puede utilizarse de dos maneras. Por lo general, se usa para crear una prohibición, para abstenerse de hacer algo, pero también se puede usar para crear una obligación. Este último tipo se relaciona con la consagración para el Templo. Por lo tanto, aunque no es necesario cumplir activamente el voto no verbalizado (como si alguien jurara traer un determinado regalo al Templo), con respecto a su impacto interno en la psique, no hay diferencia si verbalizas el voto o no. Otra forma de verlo es que puede haber uno que verbalice su pensamiento, pero no tenga mucho impacto en su psique, y hay quien que no verbalizará su pensamiento, pero tendrá un profundo impacto en su psique.

Reduciendo todo esto en un principio importante, que podríamos decir que es el núcleo del servicio jasídico a Dios: el trabajo principal que hacemos en nuestra época es interno. En nuestro estado actual de exilio, el trabajo principal es interno, y cuando llegue la redención, el enfoque se desplazará de nuevo hacia lo externo. Es por eso que nuestros votos son un trabajo interno. Como tales, los votos son fundamentales para todo el servicio jasídico desde el Ba’al Shem Tov, porque representan el servicio de autocontrol: la mente gobierna sobre el corazón. De hecho, el Tania comienza con el asunto de los votos: “Le hacen [al alma antes de venir al mundo] jurar ser justa”. Antes de que el alma descienda a este mundo, se le da la fuerza y el efluvio necesarios para resistir todas las pruebas y desafíos de la vida. El voto revela la esencia del alma, que es la chispa del Mashíaj en el alma.

SEGUNDA LECTURA:

LOS ELEMENTOS DE LA ANTIGÜEDAD


אַךְ אֶת הַזָּהָב וְאֶת הַכָּסֶף אֶת הַנְּחֹשֶׁת אֶת הַבַּרְזֶל אֶת הַבְּדִיל וְאֶת הָעֹפָרֶת

(מטות לא, כב)

Sólo el oro, la plata, el cobre, el hierro, el estaño y el plomo.” (Números31:22)


La porción de la Torá de Matot describe la guerra contra Midián. Al final de la guerra, se presenta una breve sección que aborda las leyes de los utensilios de purificación. Dice:

Y el sacerdote Elazar dijo a los soldados que habían ido a la batalla: «Este es el estatuto de la ley que Havaia ordenó a Moisés: Solamente el oro, la plata, el cobre, el hierro, el estaño y el plomo, todo lo que puede resistir el fuego, lo haréis pasar por el fuego, y será puro, excepto lo que se ha de purificar con agua rociada; y todo lo que no puede resistir el fuego, lo haréis pasar por el agua.»

Aparte de la excepcional introducción en la que el sacerdote Elazar transmite las palabras que Dios le dijo a Moisés, esta sección contiene la lista más extensa de metales del Pentateuco: oro, plata, cobre, hierro, estaño y plomo. Estos seis metales, junto con el metal conocido como “quicksilver” en inglés, azogue en español, que hoy se conoce como mercurio, constituyen los siete metales conocidos por la ciencia antigua. Los siete metales son mencionados por los comentaristas del Libro de la Formación como análogos a los siete planetas visibles (Sol, Luna, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno), a las siete transformaciones1, a las siete letras dobles (בגד כפר”ת), y más. Se deduce entonces que los siete metales corresponden a las siete sefirot desde la bondad hasta reinado, también conocidas como las sefirot de los atributos emotivos y conductuales del alma. Pronto veremos este paralelo en detalle.

Los cuatro elementos de la antigüedad

Una pregunta importante que se plantea en el estudio de la ciencia antigua, y en consecuencia en la comprensión de la percepción de los sabios respecto de los elementos, se refiere a la relación entre los cuatro elementos (fuego, aire, agua y tierra) y los siete metales. En la dimensión interior de la Torá, la relación entre el 4 y el 7 se puede encontrar en la relación entre las cuatro facultades que componen la superconciencia y el intelecto y las facultades emotivas y conductuales que suman siete. Por lo tanto, es realmente adecuado ubicar a los cuatro elementos de la antigüedad – fuego, aire, agua y tierra – como correspondientes a las sefirot de corona (la super-conciencia) y sabiduría, entendimiento y conocimiento (las facultades intelectuales).

Sin embargo, primero, observemos que, si bien los siete metales de la antigüedad (seis de los cuales se encuentran explícitamente en nuestra lectura) todavía se definen hoy como elementos químicos, los cuatro elementos antiguos no lo son. Por ejemplo, actualmente presentamos el agua como una sustancia compuesta, una molécula que contiene dos átomos de hidrógeno por cada átomo de oxígeno. Lo que esto significa es que no sería coherente colocar los cuatro elementos de la antigüedad en el mismo modelo que los siete metales de la antigüedad.

Sin embargo, si se piensa un poco, es fácil reconocer que cada uno de los cuatro elementos antiguos corresponde a un elemento químico moderno. El agua, como su nombre indica, corresponde al hidrógeno. El oxígeno es el componente más importante en el aire para los seres humanos. El nitrógeno (nitratos) es el elemento activo esencial de la tierra, que promueve el crecimiento. Por último, el fuego corresponde al carbono, la materia prima de la combustión. Es importante señalar de paso que casi toda la materia del cuerpo humano (y de manera similar, los cuerpos de los animales y las plantas) está compuesta por estos cuatro elementos esenciales: hidrógeno, carbono, nitrógeno y oxígeno.

Ahora bien, si ordenamos los cuatro elementos y los siete metales según las sefirot, tomando nota del número atómico de cada elemento o metal, obtenemos la siguiente estructura (partzuf, en terminología cabalística):

corona Aire • Oxígeno (O) Número atómico: 8
entendimiento Fuego • Carbono (C) Número atómico: 6sabiduría Agua • Hidrógeno (H) Número atómico: 1
conocimiento Tierra • Nitrógeno (N) Número atómico: 7
poder Oro (Au) Número atómico: 79bondad Plata (Ag) Número atómico: 47
belleza Cobre (Cu) Número atómico: 29
Reconocimiento Plomo (Pb) Número atómico: 82victoria Estaño (Sn) Número atómico: 50
fundamento Mercurio (Hg) Número atómico: 80

Reinado Hierro (Fe) Número atómico: 26

El espíritu dentro de la materia

Este partzuf de los elementos contiene una extraordinaria riqueza de fenómenos importantes para comprender los aspectos espirituales de la materia. Mencionaremos sólo algunos fenómenos simples y claros.

La sefirá de conocimiento se considera un puente entre el intelecto y los siete atributos inferiores: las facultades emotivas y conductuales. En nuestro partzuf, el conocimiento está representado por el elemento tierra, mientras que los siete metales se definen esencialmente como tipos de minerales que se encuentran en la tierra.

El número atómico del mercurio es 80, que corresponde al valor numérico del nombre de la sefirá de “fundamento”, iesod (יְסוֹד) al que corresponde en el partzuf.

La suma de los nombres hebreos de los siete metales (כֶּסֶף זָהָב נְחֹשֶׁת בְּדִיל עוֹפֶרֶת כֶּסֶף חַי בַּרְזֶל ) es siete veces el valor numérico de “hierro”, barzel (בַּרְזֶל ), lo que indica que entre todos los metales, el hierro es el más central. De hecho, se sabe que la palabra hebrea para “hierro” (בַּרְזֶל) sirve como acrónimo de los nombres de las esposas de Iaacov – las almas femeninas arquetípicas (de reinado): Bilhá, Rajel, Zilpá y Leá (בִּלְהָה זִלְפָּה רָחֵל לֵאֶה) con las sirvientas precediendo a las matriarcas, un tema que hemos discutido extensamente en otra parte.

La suma de los números atómicos de los siete metales (47, 79, 29, 50, 82, 80, 26) es 393, que es precisamente el valor numérico de la palabra “sirvienta”, shifjá (שִׁפְחָה). La suma de los números atómicos de sólo los cuatro metales inferiores que corresponden a victoria, reconocimiento, fundamento y reinado (50, 82, 80, 26) es 238, que es también el valor de “Rajel” (רָחֵל), el alma arquetípica de reinado.

Además, la suma numérica de los nombres de las diez sefirot 

(כֶּתֶר חֲכָמָה בִּינָה חֶסֶד גְּבוּרָה תִּפְאֶרֶת נֶצַח הוֹד יְסוֹד מַלְכוּת) es 2868, que es 12 veces 239, nuevamente el valor numérico de “hierro” (בַּרְזֶל), el metal correspondiente a reinado, proporcionando otro ejemplo de la centralidad del hierro.

SÉPTIMA LECTURA:

LAS HIJAS DE TZLOFJAD Y EL FUTURO


זֶה הַדָּבָר אֲשֶׁר צִוָּה י־הוה לִבְנוֹת צְלׇפְחָד לֵאמֹר לַטּוֹב בְּעֵינֵיהֶם תִּהְיֶינָה לְנָשִׁים אַךְ לְמִשְׁפַּחַת מַטֵּה אֲבִיהֶם תִּהְיֶינָה לְנָשִֽים

(מסעי לו , ו)

Esto es lo que Dios mandó a las hijas de Tzlofjad, diciendo: De quien ellas quieran se casarán, pero de la familia de la tribu de su padre se casarán.” (Números36:6)


Una mujer que hereda una porción de la tierra sólo puede casarse con alguien de su tribu. Este es un mandamiento explícito en la Torá, ¡pero fue promulgado sólo para una generación! En la generación siguiente, el versículo “Esto es lo que se debe hacer” fue explicado como “Esto no se promulgará, sólo en esta generación”. Y luego se declaró que la prohibición había terminado y que las tribus podían casarse entre sí. Esto sucedió el 15 de Av. Esta es la razón por la que este día es tan feliz.

El fenómeno de un mandamiento que se exige al principio y luego se anula, nos recuerda las palabras de los sabios: “Las mitzvot serán anuladas en los días futuros por venir”. Esto se refiere a una realidad futura en la que no será necesario que se nos ordene hacer aquello que es requerido. En otras palabras, a nivel práctico la halajá seguirá siendo la misma, pero no será necesario que se nos ordene cumplirla.

En un nivel más profundo, aprendemos de esto que cuando la mitzvá ha sido cumplida a la perfección una vez – como ciertamente lo hicieron las hijas justas de Tzlofjad – el propósito de la mitzvá se ha cumplido y entonces se puede acceder al estado futuro de “las mitzvot serán anuladas”. Si es así, las 613 mitzvot simplemente están esperando que finalmente las cumplamos a la perfección. En ese punto, el papel de las mitzvot como acciones realizadas debido a un mandamiento se habrá cumplido y avanzaremos a la siguiente etapa de apego a Dios, desde un lugar de alegría y placer.

Sorprendentemente, los Sabios explican que las propias hijas de Tzlofjad no estaban obligadas a casarse con alguien de su propia tribu, Menashé. “Serán esposas de quien ellas consideren conveniente”. En cambio, la prescripción de casarse dentro de su tribu era simplemente un buen consejo.2 En otras palabras, las hijas de Tzlofjad eligieron lo que consideraron conveniente por su propia voluntad, para cumplir con lo que otras mujeres estaban obligadas a cumplir.

Este es otro punto en el que esta mitzvá construyó un principio general de la Torá: a saber, que, en su núcleo, todas las mitzvot son “buenos consejos”. De hecho, encontramos que el Zohar se refiere a las 613 mitzvot como “consejos”. La mitzvá es un buen consejo sobre cómo aferrarnos a Dios. En este mundo, el consejo es obligatorio y a veces requiere que limitemos nuestro sentido de libertad para hacer lo que queramos. Pero en el futuro, veremos que este consejo es el mejor y lo abrazaremos de buen grado.

NOTAS


1 Llamado temurot en hebreo. Véase Sefer Ietzirá 4:1

2 Bava Batra 120a

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