JASIDUT (Filosofía y pensamiento)
REBE MENAJEM MENDEL SHNEERSOHN
EXPLORACION DE TRES ARGUMENTOS A FAVOR DE LA EXISTENCIA DE DI-S
En una carta dirigida a los estudiantes, el Rebe de Lubavitch presentó tres argumentos para la existencia de Dios. Estos forman una escalera hacia la fe, que desaparece una vez que la alcanzamos.
En la primavera de 1959, el Rebe de Lubavitch, Rabi Menajem Mendel Schneersohn, recibió una carta de un grupo de estudiantes de secundaria que le planteaban una pregunta: Como escépticos, ¿se les podía mostrar una prueba irrefutable de la existencia de Di-s?
En esa época el Rebe ya era ampliamente reconocido y respetado por muchos y dedicaba un tiempo significativo cada semana a responder cientos de cartas que le enviaban desde todas partes del mundo. Cabe destacar que antes de convertirse en Rebe había estudiado filosofía y matemáticas en la Universidad de Berlín y luego ingeniería en París, incluyendo la función de auditor de conferencias en la Sorbona. Su formación tanto en ciencias como en campos más amplios significaba que la gente a menudo se comunicaba con él con preguntas sobre el encuentro entre la ciencia y la fe, lo que probablemente explica por qué estos jóvenes eligieron escribirle específicamente a él.
El Rebe inició su respuesta abordando la complejidad y relatividad de términos como “prueba” y “existencia”, y señaló que la carta no especificaba qué tipo de prueba satisfaría a los escritores. Luego presentó tres argumentos diferentes para la existencia de Di-s. Más precisamente, ofreció dos argumentos como “pruebas” y un tercero que desafiaba la noción misma de la necesidad de una prueba.
Resumiremos estos tres puntos y luego intentaremos descubrir el proceso de pensamiento subyacente en ellos.
El orden en el que el Rebe presentó los argumentos, como mostraremos, sugiere un viaje mental, una escalera de razonamiento que lleva a la mente a un estado superior al de la argumentación. Finalmente llevaremos este proceso un paso más allá, hacia un concepto implícito en las palabras del Rebe, pero no expresado explícitamente.
LOS TRES ARGUMENTOS
1 Toda una nación de testigos
El primer argumento es un clásico de las fuentes judías. Afirma que el hecho de que la historia de la revelación de Di-s a los israelitas en el Monte Sinaí fuera la experiencia colectiva de una nación entera y se transmitiera como tal de generación en generación es en sí mismo una prueba de su veracidad.
El razonamiento indica que un solo individuo podría imaginar o inventar una revelación y los rumores sobre milagros o revelaciones que sucedieron en otros lugares podrían inventarse fácilmente. Pero ¿cómo pudo una nación entera, millones de familias, un día comenzar a mentir a sus hijos diciéndoles que sus antepasados presenciaron algo así y repetir la mentira cada Pesaj? La única manera de que generaciones de todo el mundo transmitieran consistentemente este mismo testimonio sería si en algún momento una generación entera lo hubiera presenciado.
Así va el primer argumento. Puede que no te convenza y probablemente no lo estés y lo entendemos, pero te pedimos que dejes de juzgar por ahora y sigas leyendo.
2 Un Universo Perfecto con Leyes Perfectas
El segundo argumento es también muy conocido y esta vez también surge de la tradición judía. Postula que la existencia de un universo complejo y perfectamente ajustado con una cantidad incomprensible de componentes que operan en armonía apunta a un diseñador.
Si nos topáramos con una fábrica llena de robots que funcionaran automáticamente y sincronizados no tendríamos ninguna duda de que un ingeniero había diseñado y construido los robots. De hecho, cuanto más autosuficientes y armoniosos fueran sus operaciones, estaríamos más impresionados por el intelecto del ingeniero. De la misma manera, el universo, incluso hasta el nivel de la materia física, es un sistema tan intrincado, con innumerables partículas que funcionan en armonía y obedecen leyes delicadas y precisas, que esto sirve como prueba de que hay un Diseñador inteligente detrás de él. Este es el segundo argumento, también conocido como el “argumento del diseño”.
3 La incertidumbre de nuestros sentidos y las pruebas científicas
El tercer y último es el más intrigante y parece ser un argumento original formulado por el propio Rebe. Después de presentar cortésmente a los estudiantes los dos argumentos clásicos, el Rebe se permitió cuestionar la premisa misma detrás de su solicitud. Aquellos que piden una prueba de la existencia de Di-s, escribió, suponen que la realidad de la Creación misma está fuera de toda duda y basan su pregunta en la existencia de un Creador oculto detrás de ella. Pero esta misma suposición es en sí misma cuestionable. Según los últimos hallazgos científicos, escribió (refiriéndose a la teoría de la relatividad y la física cuántica), la naturaleza de la realidad misma está lejos de ser cierta: se ha revelado que la materia que parece sólida está compuesta de campos de energía intangibles; el tiempo que parecía absoluto ahora se ve como relativo; la causalidad, que alguna vez se pensó que era mecánica, ahora se entiende como probabilística; y nuestra capacidad de percibir la realidad está fundamentalmente nublada por la incertidumbre.
De hecho, mucho antes de estos avances científicos, filósofos como Descartes, Hume y Kant habían lidiado con un problema básico: la fiabilidad de nuestros sentidos. ¿Cómo sabemos que lo que nuestros sentidos nos muestran realmente existe? Teniendo esto en cuenta, escribió el Rebe, es en realidad más sencillo o más fácil creer en la existencia de un Creador que tomar la realidad como algo incuestionable. Tiene más sentido pensar que hay una razón rectora detrás del misterio de esta existencia incierta que aferrarse a una realidad que puede ser virtual.
El Rebe concluyó su carta con una observación: la naturaleza humana es tal que, cuando se nos presentan pruebas sencillas a menudo nos resistimos a ellas precisamente por su simplicidad. Pero expresó su esperanza de que este no fuera el caso de estos jóvenes y que sus preconcepciones no les impedirían considerar los argumentos con detenimiento. Les invitó a responder y compartir sus pensamientos, incluso si no estaban de acuerdo en absoluto.
La secuencia de argumentos
Centremos nuestra atención en el orden en que el Rebe de Lubavitch presentó estos tres argumentos. La secuencia no parece ser arbitraria, pero ¿cuál fue exactamente el razonamiento que lo sustentó y qué nos enseña?
Lo primero que podemos observar es que las tres pruebas parecen avanzar gradualmente desde conceptos que reflejan el espíritu de generaciones pasadas, hacia aquellos que están más alineados con la mentalidad de nuestra propia era.
El primer argumento, que afirma que el testimonio transmitido por una nación entera tiene una validez innegable, parece carecer de la fuerza persuasiva que tuvo en el pasado. Si bien sigue siendo bastante difícil de refutar y, por lo tanto, tiene un cierto peso innegable, es poco probable que convenza a muchas personas educadas de nuestro tiempo (aquellos a quienes sí convence probablemente ya sean creyentes o estén en camino de convertirse en creyentes).
De hecho, es más probable que lo tomen con desdén en lugar de considerarlo una conclusión necesaria. Esta falta de aceptación no indica necesariamente una falla en el argumento; más bien, refleja una amplia resistencia modernista hacia esos argumentos que suenan a “medievales” (un hecho que el propio Rebe insinuó al final).
El segundo argumento, el argumento del diseño, tiene hoy un mayor arraigo y, de hecho, sigue siendo objeto de un amplio debate. La ciencia moderna sigue descubriendo capas adicionales de complejidad en la naturaleza, intrincadamente entretejidas en los niveles físicos más fundamentales que desafían cualquier reducción simple. Se han acumulado pruebas empíricas en apoyo de lo que se denomina el “principio antrópico”, que sugiere que el universo está perfectamente ajustado para permitir la vida, especialmente la vida inteligente.
Por estas razones, algunos científicos aceptan una versión del argumento del diseño como base para creer en algún tipo de inteligencia detrás del universo, aunque no sea el Di-s personal de la Biblia. Sin embargo, el argumento no goza de un apoyo generalizado. Un gran número de intelectuales son escépticos al respecto e invierten esfuerzos en tratar de refutarlo sobre bases biológicas y físicas. A pesar de la evidencia a su favor, este argumento también tiene dificultades para calar entre personas instruidas, que todavía lo consideran un tanto artificial y anacrónico.
El tercer argumento, sin embargo, relativo a la incertidumbre inherente a la realidad, pertenece a una categoría completamente diferente a las dos anteriores. Irónicamente, a pesar de cuestionar la aparente solidez del conocimiento científico, en realidad resuena mucho más con el espíritu de la época que los dos primeros. Si hay alguna idea que pueda calar hondo entre los pensadores sofisticados de hoy, es ésta.
Aunque también está construida de alguna manera como una prueba y trata de acercarnos a la creencia en un Creador, no lo hace infundiendo certeza, sino sembrando dudas, primero en la certeza que depositamos en la existencia de la realidad y luego en la negación de que tenga un creador. Al ofrecer esta línea de razonamiento, el Rebe está dando una especie de “salto cuántico” hacia un nuevo espacio intelectual, donde el punto de partida no es la realidad, sino lo Divino.[1]
Otra cosa que hay que tener en cuenta es que, a medida que los argumentos se acercan a la mentalidad de nuestra época, abarcan menos terreno religioso. El primer argumento, si se acepta, no sólo prueba la existencia de un Creador, sino también la verdad de la Torá, el Éxodo de Egipto y los 613 preceptos. El segundo argumento, en cambio, sólo pretende demostrar la existencia de un diseñador inteligente, posiblemente benévolo (ya que las leyes de la naturaleza son propicias para la vida), pero ciertamente no el Di-s de Israel que entregó la Torá. Por último, el tercer argumento no es una prueba en absoluto, sino un desafío a la existencia misma de la realidad, abriendo así indirectamente un camino a la creencia en un Creador.
Cuanto más nos acercamos a la mentalidad moderna, menos podemos decir con certeza.
Cuatro argumentos, cuatro mundos
Para profundizar en el patrón subyacente de la secuencia de pruebas, enumeraremos ahora algunos conceptos cabalísticos. La Cabalá habla de cuatro “mundos” que forman la realidad, cada uno de los cuales se encuentra por encima del otro:
Asiá (acción), Ietzirá (formación), Beriá (creación), Atzilut (emanación). El término “mundos” no necesariamente se refiere a reinos metafísicos separados. También podría interpretarse como una referencia a distintos niveles de percepción de la realidad. Cada uno de los cuatro “mundos” constituye una visión del mundo, una imagen de la realidad vista desde una perspectiva más elevada que la anterior.
Entre estos mundos, Atzilut o Emanación representa un nivel sublime de conciencia donde no hay separación entre el Creador y la creación, mientras que los tres mundos inferiores sí experimentan dicha separación. En este contexto, una demanda de pruebas de la existencia del Creador sólo podría provenir de los tres mundos inferiores. De hecho, podemos trazar un paralelo detallado entre los tres argumentos del Rebe y los mundos inferiores, en orden ascendente:
- El primer argumento se alinea con el mundo de Asiá, la acción, el nivel más bajo y más terrenal. Se trata de un mundo de hechos concretos y de causalidad gradual e ininterrumpida. En consecuencia, el primer argumento, basado en el testimonio, se apoya en la existencia de una cadena causal de transmisión inserta en la realidad y en la historia.
- El segundo argumento corresponde al mundo de Ietzirá, Formación, un reino más espiritual caracterizado por un orden armonioso y perfecto (similar al mundo platónico de las “formas”), y por fuertes experiencias emocionales. Asimismo, el segundo argumento existe en un plano de pensamiento que contempla el orden perfecto y la intencionalidad del mundo, y el asombro emocional que éste inspira.
- Finalmente, el tercer argumento pertenece al mundo de Beriá, creación, que es aún más elevado que los dos anteriores y exige un salto a un nuevo nivel de conciencia. Este mundo encarna el acto de creatio ex nihilo (crear algo de la nada) y se caracteriza por la conciencia de que la existencia del mundo depende de una voluntad superior. Estas características reflejan con precisión el tercer argumento, que va más allá de las leyes de la naturaleza para cuestionar la existencia misma del mundo y sondear los límites entre él y lo que hay más allá.
Esta correspondencia también explica por qué cada uno de los argumentos que el Rebe enumeró prueba menos que el anterior. Cuanto más bajo es el mundo, más concreta y detallada es su visión de la realidad, mientras que los mundos superiores perciben la realidad de una manera más amplia y abstracta. De manera similar, la secuencia de argumentos pasa de pruebas específicas y bien definidas a ideas más amplias y abiertas, otorgando al individuo mayor libertad para creer en ciertas cosas y rechazar otras.
Los argumentos y el alma
La correspondencia entre los argumentos y los cuatro mundos cabalísticos también ilumina un cambio en la conciencia humana en el camino hacia la conciencia moderna. Sugiere que la evolución de nuestra conciencia está ascendiendo significativamente. Hemos pasado de una mentalidad de acción a una de formación, y finalmente a la creación. El hecho de que hoy nos hagamos eco con más fuerza del tercer argumento indica que algo dentro de nosotros ya no se nutre de los mundos inferiores, sino que encuentra inspiración en el excelso mundo de la creación. Reconocer este ascenso es importante, ya que nos impide malinterpretar nuestra renuencia a aceptar los argumentos tradicionales como simplemente un “declive de las generaciones”.
Pero detengámonos un momento. Antes de felicitarnos por el alto nivel que hemos alcanzado y desestimar las perspectivas de generaciones pasadas (y sus seguidores contemporáneos), deberíamos considerar un principio crucial en el desarrollo de la conciencia. Un crecimiento saludable desde una etapa de conciencia a otra superior no significa abandonar los conocimientos adquiridos en la etapa inferior. Más bien, la nueva conciencia debería ser capaz de incluir esos conocimientos y desarrollarlos.
¿Qué valor tienen las ideas más simples, “infantiles”, ahora que hemos alcanzado una adultez más madura? La respuesta es que estas ideas más simples continúan alimentando los niveles más básicos en nuestro interior, niveles que sirven como los cimientos subconscientes de nuestra psique madura.
Este principio sugiere que, si bien podemos identificarnos más con el tercer argumento y menos con los dos primeros, cada uno de los tres argumentos tiene valor para nosotros en diferentes niveles. Incluso si los dos primeros argumentos parecen algo obsoletos, ciertos niveles dentro de nosotros todavía los necesitan y pueden aceptar su validez sin problemas, incluso si los niveles superiores de nuestra mente son más escépticos.
Más específicamente, los tres argumentos corresponden a los tres niveles fundamentales del alma en la Cabalá: Nefesh (“ánima”, el nivel instintivo), Ruáj (“espíritu”, el nivel emocional) y “neshamá” (“alma”, el nivel intelectual). Cada argumento brinda una contribución importante, incluso crucial, para el correcto funcionamiento de su nivel correspondiente.
El primer argumento, basado en la continuidad del testimonio de la nación, habla del nivel Nefesh, nuestra capa más básica e “infantil”, responsable de nuestros actos y comportamientos. En este nivel, el argumento puede apoyar nuestra aceptación del yugo práctico de la Torá y los mandamientos, integrándonos a la cadena de la tradición y las prácticas judías.
El segundo argumento, el argumento del diseño, apela al nivel Ruáj, el reino intermedio de la experiencia emocional. Este argumento puede profundizar nuestro emocional asombro por la creación, reforzar la sensación de que tiene un Creador y un Guía y ayudar a despertar el deseo de conectarnos con ese Creador y vivir de acuerdo con Él.
Finalmente, el tercer argumento, que cuestiona la certeza de la realidad en contraposición a la existencia de Di-s, se refiere al nivel de Neshamá, el más alto de los tres, donde se desenvuelven los procesos intelectuales. Aquí, la idea de que la realidad es meramente “posible” y no “necesaria” fortalece la fe en la sabiduría eterna de la Torá y potencia la contemplación de sus misterios.
Más allá de los argumentos
Puesto que el sistema completo de mundos de la Cabalá incluye un cuarto mundo, el mundo de Atzilut o emanación, podemos concluir que allí se disuelve la separación entre lo humano y lo Divino. Atzilut, por tanto, indica un nivel adicional de desarrollo al que podemos aspirar. En este nivel no hay necesidad de argumentos, ni siquiera los sutiles argumentos de Beriá. Desde esta perspectiva, la elección de servir a Di-s surge puramente del libre albedrío: un deseo de estar cerca de Di-s, de estar “con” (etzel, la misma raíz que Atzilut) Di-s, sin necesidad de que nadie “pruebe” que Él existe.
Este nivel corresponde al nivel supra-consciente del alma humana, que se encuentra por encima del nivel intelectual. Cuando nuestra supra-consciencia se alinea con los tres niveles inferiores, arroja nueva luz sobre ellos. Esta iluminación no hace que los argumentos asociados con los niveles inferiores sean redundantes, pero sí debilita nuestra necesidad de ellos. Los impregna de una fe sencilla e inquebrantable que se mantiene firme sin necesidad de pruebas.
[1] En terminología jasídica, esto describe una transición desde la mentalidad de “la realidad es un hecho, la existencia de Di-s es dudosa”, a su opuesto, “Di-s es un hecho, la existencia de la realidad es dudosa”.