Como vimos al comienzo, la raíz gramatical básica de jinuj aparece con más frecuencia en la Biblia con el sentido de “inauguración” e “iniciación” [ver nota 1]. También puede ser dividida en dos partes, jen que significa “gracia/belleza” y uj, un fragmento que no tiene significado propio, pero sí en virtud de su valor numérico (guematria), 26, igual al del Nombre de Dios de cuatro letras, el Tetragrámaton.
Basándonos en esta información etimológica, podemos ahora definir más precisamente el jinuj como el proceso de revelar la belleza latente y particular que Dios ha sembrado en cada alma. La medida del éxito de la educación se transforma entonces en el grado en que el educador puede extraer del alma esta gracia inherente, haciendo que esta comience a brillar en la vida del estudiante.
El idioma hebreo tiene ocho sinónimos de belleza, enfatizando cada uno otra faceta diferente de esa evasiva y seductora cualidad. Gracia, jen, es la estética de la simetría, ya sea en movimiento, forma o proporción. Es un estado de balance y armonía entre diferentes elementos, denotando un punto elevado y oculto de síntesis. El atractivo y encanto de la gracia proviene de su capacidad de sugerir unidad dentro de un estado de multiplicidad, por medio de la distribución balanceada de sus partes.
Pero la belleza no es intrínsecamente algo sagrado, sólo entra en la categoría de gracia verdadera si trae con ella una apreciación más profunda de Dios, ya que de otra manera permanece atada a lo externo, a lo físico, es un fin en si misma y es llamada gracia falsa (sheker hajen). Esta belleza ilusoria es la fealdad más grande, porque seduce a los seres humanos para que idolatren la vanidad y las apariencias en vez de la integridad y lo esencial. La clase de inspiración que es el punto de partida de un buen proceso educativo debe orientar los gustos de los estudiantes y sus pasiones hacia la belleza de la verdad y la santidad, fortaleciéndolos para resistir las tentaciones de los placeres e ideales falsos.
El rey David enseña que la “Torá de Dios es perfecta, restituye el alma.” El Baal Shem Tov explica así lo que esto significa: no importa cuánto conocimiento de la Torá podamos obtener muchos de nosotros, su esencia y belleza absoluta está completamente más allá de nuestra comprehensión; es una sabiduría intocable, imposible de conocer, inmune a nuestras precepciones y concepciones limitadas, no pudiendo ser adulterada por ellos. Quien estudia Torá –apreciando que los detalles individuales e incluso las nociones más profundas aluden a otro nivel que es absolutamente impresionante e inconcebible- encontrará que este tipo de sabiduría “restaura el alma”.
El educador comienza la tarea de liberar y revelar la belleza del alma identificando cuáles son las sensibilidades y talentos del estudiante. Estas habilidades, a medida que se van desarrollando, se transforman en los canales a través de los cuales el alma halla su expresión en el mundo físico. Cada personalidad tiene sus predisposiciones y aptitudes, fortalezas y debilidades, y esta es la materia prima del arte del educador. Refuerza las dotes naturales de sus estudiantes, minimiza o elimina sus trabas y crea de esta manera la posibilidad de la autorrealización. Sus estudiantes estarán satisfechos cuando sientan que están realizando su potencial y sentirán frustración toda vez que sientan que se les impide hacer algo, tanto por obstáculos internos como externos. La sensación de bienestar –el aura de gracia y belleza- que rodea a aquellos que están utilizando sus sensibilidades y talentos de una manera consistente con la Torá de Dios en beneficio de la comunidad, es algo muy nombrado, pero difícilmente conseguido: PAZ.
Nota 1
Jinuj puede se descompuesto en varias subraíces de dos letras que forman palabras que brindan indicaciones adicionales a su profundo significado. Por ejemplo: jen (gracia o belleza), jej (gusto o paladar; jej es también la subraíz de jojmá, sabiduría, como ya hemos visto), najá (golpe, impacto, conquista).