GEOCENTRISMO O HELIOCENTRISMO

Una de las ideas más revolucionarias propuestas por la ciencia moderna es que no es el sol que gira alrededor nuestro, sino que nosotros lo hacemos alrededor del sol. La respuesta del santo rabí Israel de Ruzhin a esta idea, llamada heliocentrismo, provee la base para una discusión original del impacto de la cabalá sobre la ciencia y viceversa. El heliocentrismo y el geocentrismo reemplazado son discutidos en términos del servicio Divino de los Tzadikim, los justos líderes de la generación.

1. ¿Ciencia vs. Torá?

En nuestros tiempos surge constantemente el interrogante de cómo se ocupa la Torá de los descubrimientos científicos probados empíricamente, que aparentemente contradicen las enseñanzas tradicionales del judaísmo.

Algunas de las más evidentes de estas aparentes contradicciones son encontradas en la astronomía. Por un lado, sabemos que en la Torá el universo es considerado geocéntrico, con todos los cuerpos celestes, el sol, las estrellas y la luna girando alrededor de la tierra, mientras que la ciencia moderna enseña claramente que la tierra es la que ciertamente da vueltas alrededor del sol, el heliocéntrico sistema solar.

Hasta Copérnico, la visión científica de la tierra correspondía al punto de vista de la Torá, considerándosela como una masa estática con el universo entero danzando a su alrededor. Sin embargo, Copérnico probó empíricamente que el sol es en realidad el centro del “universo” y nosotros en la tierra, junto con los otros planetas, nos estamos moviendo alrededor del sol-centro. Este nuevo ángulo es probablemente el cambio más significativo de la perspectiva que la ciencia ha ofrecido en toda la historia y a primera vista presenta aparentemente un desafío para la perspectiva de la ciencia.

La manera en que la Cabalá y el Jasidismo tratan este tipo de cuestiones es único, como lo ilustra la siguiente anécdota, captando bellamente la relación entre la ciencia y la perspectiva de la Torá sobre los descubrimientos científicos, especialmente las innovaciones científicas que parecen cambiar la manera en que las personas se relacionan con el universo.

A pesar de que Copérnico da comienzo al heliocentrismo y niega totalmente la postura opuesta con sus ecuaciones matemáticas, esta nueva teoría no llega al público en general hasta varias centurias más tarde, en el tiempo de uno de los grandes maestros jasídicos, el Ruzhiner Rebe.

Cuando los discípulos del Santo Ruzhiner, como es llamado en la tradición de Jabad, escucharon acerca de este aparentemente herético descubrimiento científico que había dejado el mundo al revés, como si fuera, trajeron las noticias a su Rebe, probablemente previendo que su respuesta sería la negación absoluta de que semejante fenómeno pudiera ser alguna vez reconciliado con las enseñanzas verdaderas de la Torá y que todo el que creyera en tales cosas fuera un hereje.

Sin embargo su reacción fue muy inusual. Cuando le contaron la novedad el Santo Ruzhiner permaneció completamente calmo y su respuesta fue verdaderamente especial.

Dijo que tanto que la tierra gire alrededor del sol o que el sol gire alrededor de la tierra depende del servicio de los tzadikim, los judíos justos de la generación. La respuesta a la pregunta “¿Qué gira alrededor de qué?” no es absoluta. Si, por ejemplo, los tzadikim en esa generación sirvieran a Di-s de una manera según la cual fuera correcto ver a Plutón como el centro del sistema, entonces de alguna manera misteriosa los descubrimientos científicos se adaptarían para reflejar este cambio.

Esta respuesta es un pensamiento revolucionario que sugiere que en verdad no existe controversia entre la ciencia y la Torá, más bien, es un campo abierto en que la Torá influencia sobre la perspectiva científica de la realidad física. Más todavía, veremos que nuestra comprensión de la ciencia nos puede ofrecer en realidad una mayor profundidad y nuevos discernimientos de los principios de la Torá.

El servicio del tzadik influencia la forma en que la ciencia percibe el mundo porque a sus ojos, la tierra, el sol, etc. son todos meramente símbolos que representan su servicio a Di-s. El versículo de los Salmos dice: “El sol y su escudo son Di-s [Havaiá, el Nombre esencial de Di-s] Di-s [Elokim]”. Vemos aquí claramente que el sol y su escudo representan en cierto sentido dos aspectos diferentes de Di-s: Havaiá, el Nombre esencial de Di-s corresponde al sol en el centro, mientras que el Nombre Elokim corresponde a su escudo. El Nombre Elokim es el único que es utilizado en el relato de la creación y su valor numérico es 86, equivalente al valor de hateva, “la naturaleza”; es la revelación del Nombre sobrenatural y esencial de Di-s, Havaiá, tal como aparece en la naturaleza.

Así como el escudo del sol puede ser observado y estudiado físicamente, también podemos observar los efectos directos de Di-s, en su aspecto de Elokim, tal como se manifiesta en la naturaleza; pero el sol mismo dentro de su escudo no puede ser medido para nada, sólo vemos la luz que sale de él y por eso alude al Nombre Esencial de Di-s, Havaiá. Por lo tanto la Torá identifica las dos dimensiones de Divinidad, la sobrenatural y la natural, como el sol y su escudo. De manera similar, los otros cuerpos celestes, incluyendo la tierra, pueden ser identificados como símbolos de la creación en si misma.

2. Un Asunto de Perspectivas

En consecuencia, la variación entre geocentrismo y heliocentrismo puede ser comparada con la que existe entre un servicio a Di-s que ve al hombre (en la Tierra) como el centro, con Di-s, como si fuera, girando alrededor suyo y cuidando de todas sus necesidades; o percibiendo a Di-s como el centro, obligando por lo tanto al hombre seguir a Di-s y a Sus mandamientos. Esta perspectiva filosófica está bien ilustrada por una segunda historia.

Había una vez un jasid que recolectaba fondos por Europa oriental. Cierta vez comenzó a juntar fondos para una causa digna y a sabiendas de que en ciertos pueblos los misnagdim (opositores al jasidismo) que allí vivían no acogían con beneplácito a los jasidim por considerarlos como un culto casi herético, se esforzó por disimilar su apariencia jasídica, comprendiendo que de otra manera sería echado del pueblo sin un centavo. Al pasar por cierto poblado, haciéndose pasar de misnagued como de costumbre -camuflaje que le dio resultado y le reportó generosas donaciones- uno de los líderes de la comunidad comenzó a sospechar que esta persona era en realidad un jasid. Para tratar de descubrir su verdadera identidad se le acercó y le preguntó sin vueltas “¿Qué tienes que decir acerca de este culto jasídico?” El jasid pensó un momento y le contestó: “¿El culto? Conozco a algunos de esos jasidim, se la pasan todo el día pensando y hablando acerca de ellos mismos, y no hablan de Di-s en absoluto; los misnagdim, por el contrario, piensan y hablan acerca de Di-s todo el día y nunca hablan acerca de si mismos”.

Esta respuesta agradó sobremanera al líder comunitario por lo que le entregó una contribución adicional. Una vez que el jasid recibió todo el dinero y estaba dispuesto a abandonar el pueblo, llamó nuevamente al hombre y le dijo: “Te explicaré ahora lo que trataba de decirte realmente cuando contesté a tu pregunta. Tu sabes, para los jasidim es obvio que Di-s existe, Di-s es un axioma, pero el interrogante que ellos tienen es ‘¿Acaso yo existo?’ por eso todo el día están meditando si existen o no, porque Di-s ciertamente si existe. Pero para un misnagued pasa todo lo contrario, el hecho de que él exista es obvio para él, pero acaso ¿Di-s existe? Esa es la cuestión, ¿a lo mejor Di-s nunca existió? Y si existe ¿está presente en mi vida? ¿Existe la Divina Providencia? El misnagued se pregunta esto todo el día, por eso está todo el tiempo pensando en Di-s. Esto es lo que trataba de decir.” Entonces el jasid cargó con sus pertenencias y se escapó lo más rápido que sus piernas le permitieron….

Esta historia ilustra claramente dos perspectivas diferentes de nuestro servicio Divino relativo a nuestro Creador. El debate contemporáneo acerca de si existe o no un Diseñador inteligente del universo, apunta exactamente a la posición del público en general hoy en día en América. En la terminología jasídica esto es llamado “elokut behitjadshut”, que sería algo así como que Di-s, lo Divino, es una novedad en la conciencia, en el entendimiento de la persona, por que si fuera algo esencial y perteneciente a la persona entonces Di-s sería tomado como algo seguro e indiscutible y el hombre se estaría interrogando acerca de su propia existencia. El jasidismo ofrece la perspectiva opuesta, viendo a Di-s como algo obvio mientras la existencia del hombre es una novedad constante, mi experiencia de la existencia no es el centro de la realidad, es meramente un caparazón externo que oculta la esencia verdadera de la realidad, que es Di-s.

La perspectiva jasídica es observar la realidad desde el punto de vista de Di-s, por decirlo así, lo que es llamado daat elión, la perspectiva superior, Divina, donde Di-s existe y toda la creación es virtualmente nada y Di-s la re-crea en cada momento. El otro punto de vista que ve el mundo desde la posición del ser humano es llamado daat tajtón, la perspectiva inferior. Desde tal perspectiva Di-s es imperceptible; no es que no exista, sino que es simplemente intangible para nuestros sentidos y por lo tanto está tan oculto que tenemos que estar constantemente recordándonos Su existencia. Esto da lugar al interrogante intelectual de si existe un Diseñador, ya que nunca seremos capaces de conocerLo. A lo mejor seremos capaces de concluir lógicamente que debe haber un Diseñador Inteligente de universo, pero incluso así, a lo sumo seremos capaces de creer que El existe, desde esta perspectiva inferior de la realidad.

3. Dos Perspectivas de la Torá

 Hasta Copérnico, como hemos mencionado, no había disputa entre la Torá y la ciencia acerca de qué giraba alrededor de qué. De acuerdo con el Santo Ruzhiner debió haber algún cambio en la forma en que los tzadikim de la época de Copérnico servían a Di-s que afectó la manera en que la ciencia percibió el universo.

Como ya comenzamos a bosquejar en este artículo la Torá también tiene dos aspectos diferentes: nigle, el nivel revelado de la Torá y nistar el nivel oculto. Nigle es daat tajtón, la perspectiva inferior de la Torá que incluye la Biblia y todos sus comentarios, el Talmud y las leyes prácticas generales de la Torá, mientras que nistar es daat elión, la perspectiva superior de la Torá que incluye la cabalá y las enseñanzas más esotéricas del misticismo judío.

A través de su servicio a Di-s, los tzadikim que estudian diligentemente los más altos aspectos de la Torá logran elevarse por sobre la perspectiva baja y egocéntrica de la realidad y comienzan a ver cómo Di-s percibe el mundo. Este tipo de servicio comenzó a ser accesible al público en general sólo en el tiempo del Arizal, y más aún más adelante en los tiempos del Baal Shem Tov.

El Arizal, rabi Isaac Luria, fue el líder de la Torá más sobresaliente que vivió en la época de Copérnico. Hasta ese momento, el estudio de las sagradas escrituras de la Cabalá estaba prohibido excepto para unos pocos elegidos. La cabalá siempre existió, y aquellos que estudiaban nigle, a pesar de que no estudiaban cabalá, eran bien concientes de su existencia, pero estaba prohibido exponer las enseñanzas del misticismo judío, la dimensión interior de la Torá.

Pero fue entonces cuando el Arizal recibió permiso de lo Alto para difundir la enseñanzas de la cabalá y agregó que era un mandamiento positivo hacerlo, siempre y cuando el estudiante cumpla con ciertas condiciones. Más tarde, el Baal Shem Tov liberó el estudio de la dimensión interior de la Torá al público en general, con el objetivo de iluminar el mundo con su profundo espíritu interior y así acelerar la redención.

Comenzamos a ver así cómo la innovación científica de Copérnico coincidió con la apertura de nuevos horizontes ofrecidos por el Arizal. El hecho de que este nuevo descubrimiento no se volviera público hasta más de una centuria después, puede ser visto como para que coincida con el Baal Shem Tov, quien vivió en esa época y quitó más restricciones aún para el estudio de la cabalá, el encuentro real entre los dos se volvió claro en la anécdota acerca del Santo Ruzhiner, quien fue el bisnieto del sucesor y discípulo principal del Baal Shem Tov, el Maguid de Mezeritch.

Para resumir estas etapas, diremos que el sol es un símbolo de la Divinidad, algo estático e inalterable, mientras que la tierra representa una conciencia de cambio, una adaptación constante a una determinada realidad absoluta y a una verdad absoluta.

Aunque nuestros sentidos humanos perciben a la tierra como una entidad estática y al sol girando alrededor de la tierra, la física moderna, comenzando con Copérnico, viene a enseñarnos que en realidad el hombre no es el centro del universo. Contrariamente a la tendencia geocéntrico-egocéntrica de la humanidad, incluso de acuerdo a la primera versión de la teoría de la relatividad restringida de Einstein, continuaba siendo imposible probar o escribir ecuaciones de acuerdo al sol girando alrededor de la tierra, y por cierto es infinitamente más simple describir un mundo donde el sol sea el centro del universo.

Ahora, si Di-s hubiera creado al hombre de tal manera que sólo pudiera experimentar el mundo como heliocéntrico, entonces habría alguna legitimidad para daat tajtón. Esta legitimidad se manifiesta científicamente en la segunda teoría de Einstein, la teoría general de la relatividad, que prueba que es imposible representar a la tierra o el sol como centros absolutos del universo.

4. Un Dios de Dos Perspectivas

A pesar de que el científico humano pueda tener un problema para reconciliar esta aparente paradoja de que dos hipótesis contradictorias estén en vigencia simultáneamente, Dios no tiene ninguna dificultad en ello, porque Él es llamado nimna hanimnot, la Paradoja de todas las paradojas, y en su canto de agradecimiento Jana declara: Kel Deiot Havaiá, “Dios es un Dios de perspectivas”. De momento que la palabra deiot aparece en plural sin especificar ninguna cantidad, seguimos la regla general de la Torá para tales casos y asumimos que se refiere a un mínimo de dos.

De esto entendemos que Dios posee simultáneamente dos perspectivas, dos niveles de conciencia o dos maneras de conocer o reconocer a Su creación.

Sabe que Su creación es “nada” en tanto la ve desde lo Alto, pero no está limitado a ser sólo Dios en lo Alto. Al mismo tiempo que percibe la creación en general como “nada”, incluyendo al hombre, también está presente simultáneamente en nuestras mentes y almas, ya que son “una verdadera porción de Di-s en lo Alto”. ¡Dios es simultáneamente infinito y finito!

La capacidad de Dios de contener simultáneamente ambos extremos de la paradoja absoluta es uno de los conceptos más profundos en la Torá y la Cabalá que hasta la llegada de Einstein no podía ser ilustrado en el plano físico.

Sin embargo, el Santo Rabi Israel de Ruzhin precedió a Einstein por varias décadas con su propia declaración de la relatividad: “Si el universo es geocéntrico o heliocéntrico depende del servicio de los grandes justos judíos de la generación”

5. Nuevos Recipientes para lo Antiguo

 El novedoso descubrimiento de Copérnico no sólo invirtió la perspectiva humana respecto al sistema solar, también preparó el camino para el descubrimiento de nuevos planetas. En los tiempos antiguos se consideraba que en los cielos se encontraban en movimiento siete cuerpos celestes, rotando alrededor de la tierra estática, el sol, la luna y los cinco planetas visibles Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno. Los tres planetas que fueron descubiertos en los últimos tres siglos, Urano, Neptuno y Plutón, son invisibles al ojo desnudo.

Ahora, cada fenómeno en el mundo, ya sea de tipo psicológico, físico, celestial o en el cosmos, el microcosmos o cualquier otro sistema natural, posee un modelo cabalístico correspondiente a un marco de referencia cabalístico muy básico, el más importante de los cuales es el de las diez sefirot, los diez canales de la creación. Estas diez sefirot son también los diez poderes del alma: tres poderes intelectuales y siete emotivos.

Como tales, los siete cuerpos celestiales móviles y visibles eran identificados con ciertas sefirot. La cabalá aceptó esta perspectiva y basó sus enseñanzas en ella, como dijo el Ruzhiner, esa era la forma de servir a Di-s de los tzadikim según su conciencia en aquella época, por lo que se determinó un modelo muy definido de la correspondencia entre los planetas y las sefirot. Siete es un número muy importante, como ya hemos dicho que “todos los séptimos son queridos”, y Dios creó el mundo de tal manera que percibamos siete cuerpos moviéndose en el cielo y que corresponden en una relación uno a uno con los siete diferentes poderes del alma.

Ahora, los astrónomos modernos han alcanzado una visión diferente del sistema solar y no existe ninguna dificultad en representar esta nueva perspectiva según los términos que se adecuen a ellos. Si ahora los tzadikim sirven a Dios de tal manera que hay nueve o incluso diez poderes involucrados en su servicio, entonces el sistema solar completo es visto de una manera diferente y este cambio necesita delinear un nuevo modelo que lo explique.

Si los científicos llegan a descubrir que en realidad todo el universo está al revés, patas para arriba, entonces esto puede ser explicado o descrito por algún otro modelo cabalístico. Por lo tanto, la dimensión interior de la Torá no tiene ningún conflicto con los descubrimientos científicos de ninguna generación.

Pondremos énfasis una vez más en el punto más importante de este artículo: los cambios en la percepción y el entendimiento humano del universo depende de nuestro servicio al Todopoderoso y una vez que estos cambios afectan nuestra perspectiva del universo, es meramente una cuestión de encontrar el modelo cabalístico correcto para describir el sistema en consideración.

En nuestro caso, la adición de tres nuevos planetas y la innovación de un sistema solar heliocéntrico realmente mejora el modelo anterior de siete, ya que ahora en el modelo están incluidas las diez sefirot.

Mientras que las matemáticas de Ptolomeo de la forma en que el sol y los planetas giraban juntos alrededor de la tierra eran tremendamente complejas, utilizando ciclos y semiciclos para describir el movimiento de una manera muy complicada, el enunciado de Einstein, E=mc2, es una ecuación simple signo del verdadero genio, el cual es reconocido por su simplicidad.

Ser genio es ser capaz de concebir y expresar conceptos verdaderos y profundos a través enunciados simples. Pero de todas maneras Keats (poeta inglés) no fue el primero en proclamar que la verdad y la belleza son cosas recíprocas, porque en el Zohar leemos que la sefirá de tiferet, “belleza”, es el atributo del patriarca Iacov, de quien está dicho: “Da verdad a Iacov”, por eso cuando vemos algo tan bellamente simple como el hecho de que la tierra gira alrededor del sol, sabemos que eso debe estar de alguna manera más cercano a la verdad que una ilustración más compleja de la misma idea. Similarmente, el descubrimiento de tres planetas nuevos crea un nuevo y más bello modelo del universo que es por lejos más simple que el anterior.

6. Un Mundo de Conocimiento y Bondad

De acuerdo con nuestro nuevo modelo, el Sol está en el lugar de keter, la “corona” supra conciente; Mercurio representa a jojmá, sabiduría y Venus es biná, entendimiento. Esto nos trae entonces a nuestro planeta Tierra. A pesar de que la sefirá que viene luego de biná es daat, como dice el Sefer Ietzirá: 10 y no 9, 10 y no 11, al incluir keter en el esquema de las diez sefirot daat usualmente no se incluye, por lo que a continuación viene jesed, bondad.

En nuestro caso, como hay 10 cuerpos celestes incluyendo al sol, podríamos esperar que la Tierra esté en la posición de jesed. Esto concuerda con el versículo de los Salmos: “Una palabra de bondad será construida”. De todas maneras, hay un tercer poder que sirve como puente entre la mente y el corazón,: daat, la conciencia propiamente dicha. Entonces de acuerdo con este modelo, el planeta Tierra al ser el tercero que gira alrededor del sol posee dos aspectos.

Para apoyar esta idea encontramos que en hebreo hay dos sinónimos para el planeta en que vivimos, aparecen en el mismo versículo del Salmo 24, “Para Dios es la tierra (haaretz) y lo que la llena, el planeta terrestre (tevel) y lo que lo habita”. Siempre que hay dos palabras en hebreo para el mismo concepto, se aprende que cada una de ellas posee su específica connotación o significado propio. En este caso, haaretz se refiere al planeta físico Tierra, mientras que la segunda palabra, tevel, se refiere específicamente al planeta habitado por seres inteligentes.

Similarmente, encontramos que en el Zohar se mencionan dos opiniones de por qué Dios creó el mundo. La primera para que haya seres inteligentes que sean capaces de ser concientes de la existencia de Dios. La otra razón que se menciona es para expresar Su bondad y amor con la creación de seres que son capaces de emular Su amorosa benevolencia hacia el otro y hacia todas las criaturas sobre la Tierra.

Esto significa que tenemos dos misiones básicas que llevar a cabo sobre este planeta:

1. Ser concientes de Di-s y

2. Emular Su amorosa benevolencia hacia toda la humanidad, los animales y toda la creación.

En nuestro presente análisis del sistema solar, estas dos cualidades se manifiestan en la posición de la Tierra como tercer planeta que gira alrededor del Sol, keter, ubicando a la Tierra tanto en la posición de daat, correspondiente a la capacidad humana de ser conciente de Di-s, o de jesed, correspondiente a la capacidad humana de emular y manifestar el poder de benevolencia de Dios.

El rojo planeta Marte concuerda claramente con el atributo de guevurá, poder o juicio severo. Marte es el punto de contacto entre el modelo antiguo y el nuevo, ya que según ambas opiniones concuerda con la misma sefirá. Sin embargo en el presente análisis es mucho más clara esta correspondencia por su posición directamente posterior a jesed.

A continuación sigue Júpiter, tzedek en hebreo, que significa justicia. La ciencia sabe actualmente que si hubiera sido un poco más grande hubiera tenida suficiente masa para ser una luminaria por si misma. En cabalá, una de las formas de dividir las sefirot es separarlas en dos grupos de cinco cada uno, donde los cinco primeros se corresponden con los cinco últimos. En este modelo podemos ver definitivamente cómo esta cualidad de Júpiter de ser casi un sol se adapta a esta división, al ser el primero del segundo grupo, mientras que el sol es el primero del primer grupo.

Saturno corresponde a netzaj, victoria, quedando los tres nuevos planetas, Urano, Neptuno y Plutón, que corresponden entonces respectivamente a hod, iesod y maljut.

7. El Juego de los Nombres

La Torá, especialmente la cabalá, su dimensión interior, es llamada shaashuim, “deleites”, insinuando que para Dios la Torá es como un juego. Una parte del juego conferido al hombre es crear un lenguaje con el cual pueda poner nombre a las cosas nuevas que se vayan descubriendo. La primera actividad de Adam, el primer ser conciente, fue poner nombre a cada criatura que Dios le acercó con ese objetivo.

Similarmente, se nos enseña que el Mashíaj inventará nuevas palabras, obviamente basado en las permutaciones de las raíces gramaticales hebreas conocidas. De esto podemos ver que el ser humano tiene la habilidad innata de dar nombre a cosas nuevas que ve a su alrededor y el poder conceptual de darles el nombre correcto. De momento que Dios creó el mundo con Sus 10 luces, que son las 10 sefirot y los 22 recipientes, las 22 letras del alfabeto hebreo, el nombre apropiado para cualquier objeto es la palabra cuyas letras hebreas en esa determinada combinación y permutación le sirva de canal a ese artículo para su recreación continua.

Al encontrarnos con tres nuevos planetas, aunque aún no han sido nombrados en hebreo, Urano, Neptuno y Plutón, podemos sugerir nombres hebreos para ellos basados en sus posiciones en el árbol sefirótico y en el significado profundo de sus correspondientes sefirot. Urano podría ser llamado Tam, una conjugación de la raíz temimut, ingenuidad, el sentido interior de la sefirá de hodAmitai podría ser el nombre de Neptuno, de acuerdo con el significado interior de la sefirá de iesodemet o verdad; mientras que Plutón podría recibir el nombre de Shaful, de la raíz shiflut, humildad, el sentido interior de la última sefirá, maljut.

8. Un Proceso de Desarrollo en Tres Etapas

Volviendo a la cuestión de heliocentrismo vs. geocentrismo, podemos ver concretamente que el desarrollo de estos cambios de pensamiento se llevó a cabo a través del proceso de desarrollo jasídico de tres etapas: sumisión, separación y dulcificación. Posiblemente Copérnico no se dio cuenta (o quizás intentó prevalecer en cierta medida sobre la iglesia, cosa que por cierto consiguió), pero lo cierto es que dio comienzo a un desarrollo revolucionario, que hasta incluso podríamos llamar una mutación positiva de conciencia. Sacó a la humanidad de una perspectiva egocéntrica de la realidad y le brindó una poca de sumisión. Reemplazó el egocentrismo universal por una faceta de humildad cósmica enseñándonos que no deberíamos sentir que estamos en el centro de la realidad y que todo gira alrededor nuestro.

Antes de Copérnico era como si el hombre hubiera inventado a Dios, si fuera posible, y su inversión de perspectiva fue un avance definitivo desde ese estado primitivo en el cual Dios era poco más una posesión personal del hombre.

Pero de repente, desde la llegada de la teoría general de la relatividad de Enstein, pareció como que era posible recaer una vez más en la aceptación de esta perspectiva primitiva y egocéntrica.

Sin embargo, ahora vemos que en realidad fue un progreso en el desarrollo, ya que ambas perspectivas pueden ser ciertas, dependiendo de qué manera uno lo esté observando.

La teoría general de la relatividad ofrece ambas opciones, sin distinguir cuál de ellas es la correcta; ambas pueden serlo. Esto da lugar a un estado de “separación” en el cual el científico es capaz de elegir la opción que mejor se adapta a sus necesidades. Por momentos, ya que por lejos es mucho más sencillo explicar el movimiento de los planetas y otros fenómenos astronómicos mediante el heliocentrismo, este se enseña en la escuela primaria, mientras que en cambio los estudiantes avanzados de física son capaces de captar las matemáticas complejas de la renovada opinión del geocentrismo.

Cuando se progresa desde un punto de conciencia a otro, a menudo descubrimos que la nueva perspectiva parece negar totalmente la primera, “sumisión“, sólo para descubrir más tarde que la primera perspectiva también es válida, esto es  “dulcificación“. El endulzamiento ocurre cuando descubrimos un nivel oculto de la primera perspectiva que es incluso más elevado que el nivel de la segunda.

En términos de la discusión astronómica que estamos tratando, geocentrismo es un sistema egocéntrico y primitivo, mientras que el heliocéntrico trasciende al anterior y lo niega totalmente. La relatividad afirma que toda perspectivas es válida, en cuyo caso la etapa de endulzamiento ya ha comenzado, posiblemente con la forma de un nuevo conjunto de ecuaciones que probarán el geocentrismo de forma más eficiente y elegante que las matemáticas actuales, sin contradecir al heliocentrismo en lo más mínimo.

9. Tres Niveles de Conciencia

Dado que todo depende de la manera en que los tzadikim sirven a Dios, podemos aumentar nuestro entendimiento utilizando esta idea como parábola. Si uno percibe el mundo como si Dios estuviera girando alrededor suyo, por decirlo así, esto es idolatrarse a si mismo, como si nuestro ego hubiera inventado a Di-s.

El alma animal, presente en judíos y no judíos, es la conciencia egocéntrica e inferior del hombre que llamamos mudaut atzmit, conciencia de si mismo, el pensamiento de que yo soy el centro y todo lo demás gira a mi alrededor, viendo todo como un reflejo de mi propia imagen “imaginaria”. Debemos salir de esa perspectiva, llevando a nuestro ego a un estado de total sumisión y darnos cuenta de que no somos mas que meros sirvientes orbitando alrededor de nuestro Maestro, atentos a cada uno de Sus deseos, considerando nuestras necesidades totalmente insignificantes.

Una de las misiones de nuestra existencia sobre “el planeta de seres concientes” es trascender esa perspectiva de experimentar el sol moviéndose alrededor de la Tierra o de Dios existiendo para servir a nuestras necesidades, para alcanzar un estado de mudaut Elokit, “conciencia Divina”, en la cual estamos constantemente concientes de la presencia del Creador, creando un nuevo universo ex-nihilo. Esta etapa es un proceso continuo de separación mediante el cual llegamos a la conclusión de que en realidad somos nada y que Dios, el verdadero Algo, está recreando la ilusión de nuestra existencia a cada momento.

Un verdadero tzadik alcanza el estado de dulcificación; la tercera etapa en la cual Dios le concede un cierto grado de poder sobre Dios Mismo. En el Talmud se explica que un verdadero sirviente de Dios tiene el poder de anular los propios decretos de Dios y que también tiene el poder de dictaminar un decreto y que Dios lo cumpla. El placer más grande de Dios es cuando sus hijos lo vencen en su propio juego, como si fuera, y El ríe y dice: “Mis hijos me han ganado!” Pero sólo un verdadero hijo de Dios, un verdadero tzadik puede alcanzar este nivel.

Después de haber alcanzado el nivel en el cual Dios es algo obvio, bipshitut, y él es una novedad, behitjadshut, cuestionándose constantemente su propia existencia, entonces al tzadik se le brinda milagrosamente el poder de triunfar sobre Dios. Este estado final es llamado mudaut tivit, “conciencia natural”, que es un estado donde se vive la Divinidad, viviendo como una parte de Dios, permitiéndole a esa parte del alma -que es una verdadera parte de Dios- dirigir nuestras vidas, como lo declara el versículo: “He dicho que ustedes son Dios, y todos ustedes son hijos del Supremo”. En esta etapa somos capaces de controlar los decretos de Dios o de decretar nosotros mismos, de una manera natural.

10. Dos Clases de Tzadikim

La disputa continua entre Dios y el verdadero tzadik es sobre cosas que aparentan ser malas en nuestras vidas, pero desde el punto de vista de Dios son en realidad para nuestro propio bien, porque todo lo que hace Dios es para bien. Desde la perspectiva de Dios incluso un intenso sufrimiento que se nos inflige es siempre para mejor, aunque no lleguemos a experimentar esa bondad.

Cuando el tzadik ha alcanzado el nivel de conocimiento absoluto, habiendo anulado completamente sus tendencias egocéntricas (la etapa de sumisión, correspondiente a la iniciación del heliocentrismo que niega completamente al geocentrismo), ahora es conciente en cierta medida de los motivos ocultos de Dios (separación, viendo la Tierra tanto desde la perspectiva del sol como desde la tierra), o al menos se da cuenta de que todo sufrimiento es para lo mejor, aunque no sepa cómo.

Sin embargo, el verdadero tzadik no desea permanecer en esta etapa de desarrollo y no desea aceptar semejante aflicción.  En lugar de eso se para ante Dios como representante del pueblo judío en el exilio y le implora que ponga fin a sus sufrimientos, demostrando su preocupación por el bienestar físico del pueblo.

Es entonces cuando Dios le concede al tzadik el poder de retornar a la perspectiva terrestre, egocéntrica y controlar a Dios, haciendo que El gire alrededor de la Tierra, dulcificando Sus decretos, este es el más grande placer de Dios. Esta es la diferencia entre Noé y Abraham. Noé no se desarrolló hasta el estado en que hubiera rezado por anular el decreto. Más bien aceptó que si Dios quiso destruir el mundo con un diluvio, entonces debe ser para bien, por eso simplemente dejó que pase, sin rezar por su generación. Este es el motivo de que no haya sido elegido para ser el fundador de la nación judía.

Abraham fue el primer judío porque no sólo trascendió su status primario egocéntrico de tener una fe completa en Dios; permaneció suficientemente humano como para preocuparse por el bienestar de sus contemporáneos, como Dios mismo lo desea. Sin embargo el tzadik no siempre gana, a pesar de lo mucho que trate, porque si ese fuera el caso la redención ya hubiera llegado hace mucho.

11. El Matrimonio entre la Torá y la Ciencia

Hay cosas que están más allá de nuestro alcance, como está dicho: “No investigues cosas que son increíbles para ti”.

De lo que discutimos en este artículo podemos ver cómo ganar perspectiva dentro de las enseñanzas más profundas de la Torá, contemplando fenómenos que una vez fueron totalmente increíbles, tales como el hecho de que la tierra de vueltas alrededor del sol y de que hay más planetas en el sistema solar de los que el ojo puede llegar a ver.

Como un todo, la ciencia representa el daat tajtón, la perspectiva inferior, cuyas innovaciones están basadas sólo en las observaciones empíricas. La cabalá representa el daat elión, la perspectiva superior que parecería contradecir a veces a la anterior. Sin embargo, los nuevos descubrimientos científicos de hecho pueden ofrecernos nuevos modelos de la realidad, mejores que los anteriores y más aptos para adaptarse a la visión cabalística de la realidad.

La perspectiva de la Torá sobre la ciencia también enriquece nuestro entendimiento de la ciencia. La cabalá ofrece un modelo conceptual que ve los distintos descubrimientos macrocósmicos de la ciencia como un microcosmos del universo. Cuando son estudiados como una parábola para nuestra percepción y nuestra psique, estos modelos pueden y deben tener un efecto educativo sobre nosotros, reemplazando así el punto de vista amoral que la ciencia reclama tener (y las veces inmorales conclusiones a las que llega como resultado de su amoralidad).

En definitiva, la cabalá y la ciencia son interdependientes, a pesar de que hasta el presente se experimentaron en forma separada, como hemos visto que los tzadikim influencian la manera en que la ciencia percibe el universo. Una vez que la ciencia madure lo suficiente como para desear la conexión entre las dos perspectivas, habrá llegado el tiempo para concretar el matrimonio entre ambas.

No falta mucho para que la ciencia llegue a descubrir que todo el universo, macrocosmos y microcosmos, y todos sus niveles, poseen una única estructura unificada que es la firma de Di-s. La cabalá es la clave para reconocer esa firma.

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