Uno de los temas más fundamentales en la Cábala del Arizal es la destrucción del llamado Mundo del Caos y la construcción del Mundo de la Rectificación. En la dimensión revelada de la Torá, este proceso fue descrito en el Midrash como que Dios creó mundos y luego se destruyeron. El pensamiento jasídico traduce al ámbito psicológico este movimiento de una realidad destrozada a una rectificada y lo identifica con la construcción del carácter de la persona, por medio del cual se rectifican los rasgos negativos en la psique humana.
Este es un proceso general durante toda la vida y a la vez un proceso puntual que se aplica a cada crisis emocional que atravesamos en la vida. La crisis señala una ruptura dentro de nuestra psique similar a la ruptura del Mundo del Caos; y la sanación señala que ha comenzado un proceso de rectificación, similar a la construcción del Mundo de la Rectificación.
La adolescencia, en su conjunto, es una de esas grandes transiciones de la vida en las que cada individuo experimenta la destrucción y reconstrucción de la psique. Los rasgos de carácter con los que nacemos se identifican con el Mundo del Caos. “El hombre nace asno montés”, proporcionando una imagen poderosa para los rasgos de carácter caóticos con los que entramos en la adolescencia. Estos inevitablemente se rompen hasta que eventualmente el adolescente madura y su carácter se estabiliza en una personalidad más rectificada.
El paso del caos a la rectificación, sin embargo, no debe considerarse como una falla en nuestro desarrollo, sino más bien un proceso vital de crecimiento y desarrollo sin el cual el adulto maduro nunca emergería del niño.
Enumeremos brevemente algunas de las características del Mundo del Caos y describamos su manifestación en la psicología adolescente.
“Yo voy a gobernar”
Una personalidad caótica se experimenta a sí misma como el punto focal del mundo, con cada emoción o percepción extremadamente amplificada. Además la persona caótica piensa que tiene todas las soluciones para todos los problemas del mundo: “Deja que yo y/o mis opiniones manejen la realidad y todo será diferente; haz lo que yo digo y todo estará bien.”
Falta de interinclusión
El Mundo del Caos es inherentemente solitario. En términos psicológicos, se podría decir que está para siempre en un estado de soltería. Sus componentes no pueden crear lazos y pactos como el matrimonio. Una persona que se experimenta a sí misma como el punto focal de la realidad no puede comunicarse honestamente con otra persona, respetarla o relacionarse con sus emociones. Una persona que no puede apreciar una experiencia o punto de vista diferente o incluso opuesto al suyo interpreta todo en términos de blanco o negro. Por ejemplo, una persona cuyo principal rasgo de carácter es el amor puede tener dificultades para apreciar la importancia de los límites y el orden. Una persona que es muy estricta consigo misma y con la realidad puede no apreciar la importancia de la compasión y de dar a los demás el beneficio de la duda.
Miedo a la intrusión
El Mundo del Caos es el mundo de la guerra total (piensa en el amor por los videojuegos a esta edad, la inversión de tiempo en los deportes y otras competiciones). Aquellos que están en este estado de caos temen que alguien más se entrometa en su espacio, de ahí que lo guarden a él y a su intimidad con fanatismo. Más interiormente, este comportamiento está motivado por el temor de que alguien pueda darse cuenta de mis limitaciones y defectos, que el individuo mismo trata de encubrir o ignorar a toda costa. Este sentimiento puede proyectarse hacia el exterior como indiferencia (estar “genial”) o “Todo está bien conmigo”.
Una plétora de luz y una escasez de recipientes
El Mundo del Caos normalmente sufre de una plétora de luces. Estos se manifiestan como sentimientos fuertes, experiencias poderosas, ideales elevados y una disposición aparentemente profunda para el sacrificio personal. Pero las herramientas o recipientes necesarios para expresar estos poderosos sentimientos o luces son muy pocos.
Como resultado el individuo que vive en el reino del Caos rápidamente se siente abrumado emocionalmente. Su personalidad no es lo suficientemente compleja ni sofisticada para abarcar todas sus experiencias. No cuenta con los medios ni la capacidad para promover verdaderamente sus ideales en el mundo real de manera efectiva. En un nivel más profundo, este rasgo es la raíz y el denominador común de todos los rasgos anteriores.
en el adolescente
Todos estos rasgos los podemos identificar fácilmente en el adolescente. El adolescente se experimenta a sí mismo como el punto focal del mundo. Cree que puede dirigir el mundo mejor que los demás. Todavía es demasiado joven para casarse y no lo suficientemente maduro para relaciones complejas y sutiles. Experimenta la realidad en blanco y negro.
El adolescente es extremadamente celoso de su espacio personal y de su libertad, se opone a cualquier tipo de intervención exterior y teme que los demás descubran su mundo interior con todas sus turbulencias. La adolescencia es la edad de las emociones abrumadoras y del celo abnegado por los grandes ideales (celo que nace del egocentrismo), aunque el adolescente no disponga de los medios complejos y eficaces para llevarlos a la realidad.
La característica final, una plétora de luz en una escasez de recipientes explica la importancia del caos. Sin la abrumadora energía emocional —la plétora de luz— que se experimenta en la adolescencia, el desarrollo de la psique se detendría y, como resultado, el desarrollo del mundo también se vería afectado.
El desafío que enfrenta el adolescente y los adultos que lo rodean es identificar correctamente y poner de relieve las enormes reservas de energía positiva que están detrás del comportamiento difícil y caótico. Esta energía necesita ser nutrida con amor, y es necesario hacer recipientes para contenerla.
Para navegar con éxito la adolescencia debemos tener cuidado de no oponernos directamente a las luces, lo que lleva a crear un adulto con pocas luces y ausencia del carácter que se forma durante estos años, sino más bien ayudar al adolescente a integrarlas en recipientes rectificados, comportamientos constructivos, intereses, y relaciones, de tal manera que puedan alimentar una vida larga, feliz y plena, que incluye la construcción de una familia y el fomento de la conexión con Dios y otras personas.