La conciencia y percepción constante de Di-s, incluso mientras se disfruta de los placeres de Su mundo, sólo se consigue una vez que se ha completado el trabajo de separación. A través de su deseo de liberarse de las cadenas de este mundo y aferrarse sólo a Di-s y del estricto apego a la Torá y los mandamientos de Di-s, la persona se libera exitosamente de la esclavitud a la gratificación sensual.
Una vez que ha experimentado el bello sentimiento y el verdadero deleite de estar cerca de Di-s ya no lo impresionan las tentaciones de este mundo, ya no se siente compelido a esforzarse para conseguirlas y dejarse seducir por ellas. Cuando una persona que ha llegado a este nivel de madurez espiritual se gratifica con algún goce físico, lo hace de una manera esencialmente liberada. Experimenta el placer como algo puro e inalterado en lugar de satisfacer alguna vanidad o necesidad artificial. Y por sobre todo, de momento que no está cautivo en forma alguna del placer que se permite, puede asociarlo y experimentarlo en el contexto de su conección global a Di-s y la conciencia que tiene de El.
Durante la etapa de separación, el inividuo no le confía a nadie el mal que lleva oculto en su interior, más bien trata de ignorarlo de la mejor manera que pueda y no pensar para nada en él. Pero por el contrario, durante la etapa de dulcificación, una vez que se divorció exitosamente de su anterior identificación con sus neurosis y se liberó de la errónea idea de que son parte esencial de su psiquis, la persona puede exteriorizar cosas con su confesor y revelarle todos sus problemas mientras trata de ocuparse de ellos. Durante el tiempo que dura la etapa de separación, hablar acerca del mal es malo en si mismo, de acuerdo con el dicho de nuestros sabios que una persona no debe hacerse malvado a los ojos de los demás; pero en la siguiente etapa la persona debe entrar dentro de su propia zona malvada y debatir acerca de ella para dulcificarla. Aquí, la permisividad es la licencia para discutir lo que antes constituía un tabú.
El deseo de endulzar la realidad inmediatamente sin primero separar (o subyugar), recuerda el pecado de los judíos en el desierto que intentaron dirigirse hacia la Tierra Prometida incluso luego de que Di-s les dijo que estaban sentenciados a vagar allí por cuarenta años (Números 14:40-45). Moisés les advirtió que Di-s no iba a estar con ellos, y por cierto fueron derrotados inmediatamente en la batalla a manos de las naciones enemigas que se opusieron en su camino.Esta impetuosidad es la raíz de la mayor parte de los pecados descriptos en la Torá, incluso a veces aquellos de individuos grandes y justos. La conducta psicológica de empujar incautamente hacia el fin se origina en la misma inhabilidad para tratar con el mal que motiva a la persona a empujar (reprimir) su maldad interior de vuelta a su subconciente. Cuando una persona se siente amenazada por su maldad interior, se siente presionado tanto a reprimirla (y por lo tanto evitar el proceso de separación) como a pretender que no existe (por lo que procede prematuramente al proceso de dulcificación).