PARASHÁ VAIKRA
JASIDUT PARA CHICOS
La parashá Vaikrá, que abre el libro de Levítico, nos introduce al corazón de lo ocurrido en el Mishkán (Tabernáculo), recientemente finalizada su construcción: el servicio de los sacrificios (korbanot). Presentar y ofrecer sacrificios es una mitzvá, como cada una de las 613 mitzvot. Y como en cada mitzvá, Hashem nos ordena esforzarnos en cumplir Su voluntad, y nosotros intentamos cumplir esta tarea.
Sin embargo, los sacrificios poseen algo único. La Torá no solo especifica qué debemos hacer, sino también qué ocurrirá como resultado, y cómo nuestra acción será aceptada desde la perspectiva del propio Hashem.
Comer y Oler
Acerca de los sacrificios quemados sobre el altar, se dice que su ofrenda es semejante a “comer”. Al igual que nuestro pan, el sacrificio le genera a su dueño una sensación de saciedad, y por eso los sacrificios son denominados “Mi pan” (לחמי), el pan que “Yo” como. Además del sentido del gusto, el sentido del olfato completa la escena. Los sacrificios también generan un “aroma agradable” (ריח ניחוח) ante Hashem. Aquí encontramos otro sentido que despierta el sacrificio.
El aroma es una de las cosas más placenteras que conozco. Para mí, lo más placentero durante la Havdalá es tomar las especias, frotarlas bien entre los dedos, cerrar los ojos y aspirar profundamente su agradable olor. “¡Ahhh… qué placer!”. Sientes cómo la dulzura fugaz del aroma se extiende por todo tu cuerpo.
El aroma de los sacrificios que ofrecemos asciende a Dios y le causa placer. ¿Qué tipo de placer? De tipo “agradable”. Nuestros Sabios enseñan que la expresión “aroma agradable” alude a la satisfacción que siente Dios cuando se ofrece un sacrificio. ¿Y cuál es esta satisfacción? Que “He dicho algo, y se ha cumplido Mi voluntad”.
¿Qué le falta?
Un momento, aquí algo no está del todo claro. ¿Acaso Dios tiene hambre? ¿Dios quiere oler algo agradable? ¿Le falta algo a Dios? Sé cómo funciona esto conmigo. Para mí, el hambre es signo de una carencia. Cuando tengo hambre, solo pienso en el momento en que el alimento entrará en mi boca para calmar mi estómago vacío. Cuando ayuno, miro el reloj cada diez minutos para calcular cuánto falta para finalizarlo. ¿Qué se puede hacer? Soy humano, y la máquina necesita combustible para funcionar. No hablo solo de pequeños placeres como comer un snack durante el día, cosas sin las cuales definitivamente podría vivir, sino de nuestras necesidades básicas.
¿Qué significa esto? Que soy un ser incompleto. Siempre me falta algo. ¿Cuál es la primera acción que realiza un bebé al nacer? Empieza a respirar, lo que significa que desde ese instante necesita aire, literalmente, “como aire para respirar”. Aunque intento ser independiente y hacer lo máximo posible con mis propias fuerzas, esto no significa en absoluto que sea perfecto. Para no tener hambre necesito alimento; para no tener sed necesito beber; para no estar cansado necesito dormir; y para no sentirme solo y triste, necesito un buen amigo.
Es cierto que las mitzvot que cumplimos nos refinan y nos hacen mejores judíos. Nos esforzamos por cumplir las tareas que Dios nos ha dado hasta en el más mínimo detalle. Pero aún podríamos pensar que quizás todo esto es solamente por nuestro propio bien. ¿Y qué pasa con Dios? Él es santo, puro, verdaderamente infinito; quizás no le importe demasiado si actuamos de una manera o de otra. ¿Hasta qué punto le importa realmente el esfuerzo que hacemos?
«Dios desea»
Viene el Baal Shem Tov y nos enseña algo profundo: ¡el trabajo y los esfuerzos que hacemos en este mundo físico son realmente importantes para Dios! De alguna manera, Él mismo tiene una necesidad de ello. Él anhela vernos acercándonos a Él, solicitando Su ayuda. ¡Para eso creó el mundo y ese es Su deseo!
Cierto es que normalmente decir que alguien es “un hombre de deseos” no es un elogio, más bien es una crítica. Por eso puede sonar extraño decirlo acerca de Dios. En una persona, el deseo indica una carencia. Si bien está permitido, e incluso es obligatorio cuidar la salud comiendo, esto no significa que uno deba lanzarse sobre la comida o empujar a otros en el camino… No pasa nada por comportarse con moderación y educación.
Sin embargo, respecto a Dios, un “deseo” es algo completamente distinto. Para Él, esto no implica ninguna carencia. Después de todo, Dios mismo creó aquello que desea. Para Dios, la aparente carencia forma parte integral de Su perfección. Él es todopoderoso, y por lo tanto puede ser a la vez perfecto, sin necesitar absolutamente nada, y también “carente”, deseando intensamente nuestro servicio. ¡Y todo esto al mismo tiempo!
Difícil de comprender, ¿verdad? ¡Claro que sí! Nuestro intelecto es pequeño y limitado. Pero para Dios estas preguntas no son un obstáculo. Él trasciende nuestras dudas e intelecto. ¡Él puede sostener incluso contradicciones!
Sobre este santo deseo divino está dicho: «¡El deseo de los justos es solo el bien!».
¡Que tengamos el mérito de sustentar a Dios, y con abundancia!
¡Shabat Shalom umevoraj!
— Razi