El propósito de expresar verbalmente las ansiedades a otra persona, es transformarlas en alegría con una buena palabra. Esta palabra que brinda el confidente puede sonar como un consejo o puede ser alguna forma profunda de comprender la raíz del problema. Alternativamente, puede ser incluso un nivel superior de resolución del problema, tema que vamos a continuación.
Verbalizar la ansiedad o el mal que nos afecta dentro de la psiquis actua dulcificando en tres niveles:
Primero, la simple articulación del problema en si mismo lo dulcifica en cierto grado. Está explicado en el pensamiento jasídico que el poder del habla implica de por si una sutil experiencia de placer, por lo que esa charla toca la fuente del placer en el alma. Esto endulza o inyecta un elemento de placer en lo que sea que la persona este hablando. Hablar revela el poder de la persona de exponer los reinos secretos de su alma, y esta experiencia le demuestra a la persona que no está sola, sino por el contrario, se encuentra envuelta por la misericordia de Di-s. En virtud de esta gracia de Di-s, puede permanecer conectada a El a pesar de las profundas deficiencias de su psiquis. Esta experiencia se logra principalmente gracias al confidente interesado que juiciosamente evita saltar de horror cuando escucha las confesiones, sino que más bien le da a entender que aunque descubra ciertos asuntos difíciles, no constituyen un impedimento para su relación con Di-s.
El buen consejo ofrecido por el confidente continúa con el proceso de dulcificar, que prepara el camino hacia la rectificación del problema y separa al sufriente de sus padecimientos. Una vez que se ha propuesto una solución, uno puede verse a si mismo como por encima de su situación y considerar objetivamente sus opciones, en cuanto a cómo rectificarla y redimirla.
Sin embargo, la dulcificación final ocurre cuando ambas partes aciertan con una nueva e ingeniosa percepción de la realidad que la existencia del problema requiere. Esta nueva comprensión les permite ahora entender el real proceso interno que lleva a que se produzca el problema en primer lugar. Con este conocimiento, el confesante puede ajustar su forma de vida, con lo que ya no caerá presa de este encierro.
Esta nueva profundización en la naturaleza de la realidad, habiendo sido precedida por la etapa de separación, de una completa sumisión a la autoridad de la Torá respecto a decidir qué es bueno y qué es malo, es una revelación de una nueva dimensión del entendimiento de la Torá, la que es llamada por nuestros sabios el anteproyecto de la creación. Es Su plan, de acuerdo con el cual creó el mundo, el sistema de circuitos internos fundamentales de la realidad. Por lo tanto toda nueva comprensión de la realidad es en esencia una nueva penetración dentro de la Torá.
La existencia del mal, ansiedad o temor dentro de la psiquis es sólo un síntoma de una enfermedad más general: un cuadro o interpretación imperfecto de la realidad. Nacimos en un mundo de una aparente disonancia, y la maduración es en gran parte el proceso de ordenar las miríadas de contradicciones que nos presenta la realidad y desarrollar una comprehensiva visión del mundo que pueda explicar cómo la aparente desarmonía refleja de hecho la unidad subyacente dentro de la creación. El éxito que una persona puede esperar tener en este proceso de aprendizaje está en proporción directa con cuanta Torá ha estudiado, de momento que la Torá es la enunciación inalterada y inadulterada del plan Divino de la creación.
Por el contrario, cuanto más alejada se encuentre y más tenga que recorrer para adoptar el modo de pensar y las categorías conceptuales de la Torá, más lo van a irritar las contradicciones y discrepancias de la vida.
Mientras que el buen consejo del confidente está dirigido en forma directa hacia los problemas de la persona, el nuevo entendimiento no lo está. Esta nace de la tensión creada por el problema, pero está focalizada en algo mucho más grande: la raíz del problema; lo que permite la existencia y el desarrollo del problema es la percepción inconsistente e inmadura de la realidad.
El desafío de transformar lo amargo en dulce es quizás el único llamamiento de nuestra generación. Ninguna de las épocas anteriores estaba tan plagada de neurosis profundamente arraigadas como estamos nosotros, o no eran capaces de enfrentarse a ellas directamente y por lo tanto se ocupaban de ellas ignorando y reprimiéndolas.
Hemos identificado entonces tres etapas en la terapia dentro de la fase de dulcificación: sumisión dentro de dulcificación (articulación del problema), separación dentro de dulcificación (el consejo para tratar directamente con el mal) y dulcificación dentro de dulcificación (transformar [la raíz del] mal en bien).El tercero y consumado nivel de dulcificar, el fluir de nuevos y profundos enfoques de la concepción de la realidad en general y de la Torá en particular por parte de la persona, es una expresión del aspecto más profundo del alma Divina judía. La cabalá enseña que Di-s, el pueblo judío y la Torá son en esencia una sóla entidad. En virtud de la completa aniquilación de su ego, el judío puede experimentarse a sí mismo como uno con Di-s y con la mentalidad con que creó el mundo, la Torá. El resultado de esta identificación tripartita es el flujo espontáneo de nuevas ideas y comprensiones del significado y relevancia de la Torá. Conectado a la Torá y su origen, el alma Divina judía sirve como un canal para la revelación de la Torá en la realidad, en el contexto de su personalidad individual.