Hasta ahora, hemos descripto el proceso de sumisión, separación y dulcificación padecido por el sufrimiento individual a partir de desórdenes sicológicos. El confidente, mentor o terapista, debe experimentar su propia versión del mismo triple proceso, a fin de que su atención y consejo sean verdaderamente enfatizados. Describiremos este proceso:
La sumisión que el confidente debe manifestar, es enfocar de lleno su atención e interes en el confesor. Esto involucra callar las “voces” que compiten para atraer su atención dentro de su mente, y así corresponder al significado de la primer sílaba de la palabra electricidad – “jashmal”, silencio.
Este enfoque es posible solamente cuando es motivado por el verdadero amor basado en el encuentro fundamental entre dos almas judías como ocurre aquí. Este amor es lo que marca la diferencia entre el verdadero interés de parte del terapista y la simple curiosidad.
Esta relación que se basa en un verdadero amor, es posible sólo cuando el confidente no alberga ninguna actitud condescendiente hacia el confesor.
Su actitud debe demostrar que es completamente antinatural e incómodo que el esté representando el papel de terapista y el confesor sentado opuestamente a él actue como paciente. Mas bien es sólo providencia Divina que ocurra de esta manera, y los papeles podrían haber sido a la inversa. Después de todo “La carrera no es ganada por el más veloz, ni la batalla por el más fuerte, ni el pan por el sabio ni la riqueza por el hombre de entendimiento ni el beneficio por el hombre de habilidad sino que el tiempo y la oportunidad acontecen a todos ellos” (Ecclesiastes 9: 11). En las palabras de nuestos sabios la rueda de la fortuna gira en el mundo, el que es rico hoy tal vez no lo sea mañana, y el que es pobre hoy quisa deje de serlo mañana. Si esto es cierto sobre la riqueza fisica, es ciertamente verdadero sobre el bienestar mental y toda cosa que fomente la tranquilidad de la mente.
La separación que debe hacer evidente el confidente es el proceso de filtrado interior que el debe experimentar cuando escucha a su paciente. Debe seleccionar a través de diferentes situaciones que le acontecen, desarraigando en primer lugar aquellas originadas y puestas de manifiesto en las regiones no rectificadas de su propia psiquis, y en segundo lugar aquellas que se originaron en un buen sitio pero son más relevantes a si mismo que a su amigo o paciente. Una vez que todo esto es llevado a cabo, debe archivar las respuestas rechazadas por sus últimas consideraciones y garantizar que ellas no afectarán su actitud o respuesta durante la terapia.
Si elige ver esta indeseada e irrelevante respuesta desde una perspectiva profunda, el confidente se dará cuenta que es una bendición disfrazada.
La Divina providencia le envió la persona que sufre para hacerlo consciente indirectamente de las áreas de su propia psiquis que requieren un tratamiento ulterior.
Dicen nuestros sabios : “¿Quién esta lleno de sabiduría? Aquel que aprende de todas las personas”. El Baal Shem Tov enseña que el significado interior de esta afirmación es que uno debería aprender aún del comportamiento o actitud de una persona malvada. El hecho de que la Divina providencia haya dispuesto que semejante persona se cruce en su camino, es para mostrarle que la misma maldad que observa en esa persona existe de alguna manera en sí mismo. Podrá existir en él de una manera mucho más abstracta o refinada, pero dado que la persona generalmente no nota sus propios defectos, la forma que Di-s nos alerta sobre ellas es mostrándonos estas faltas en otra gente.
Cuando la persona rectifica la falta en si mismo, concluye el Baal Shem Tov, purifica también a la persona en quien observó la falta. Además esta enseñado en el jasidismo que éste es el camino correcto para cumplimentar el mandamiento de reprender a al semejante (Levítico 19:17). Cuando uno observa a otro pecando o mostrando algún defecto, debe considerarse primero como si él mismo fuera culpable de alguna manera de la misma falta, luego corregirla y sólo entonces proceder con diplomacia a ayudar al otro a salir de esa situación. Esta metodología es por supuesto relevante también al proceso terapeútico, como ya hemos visto.
Después que el Rebe Dov Ber de Lubavitch terminara de recibir gente en audiencia privada, tenía que cambiar su camisa porque estaba impregnada en traspiración. Cuando le preguntaron sobre ésto, el explicó que cuando alguien entraba en su estudio para pedir su consejo, se tenía que quitar sus propias “vestimentas” y ponerse las de esa persona para poder entender su problema completamente, luego volver a sus propias “ropas” para ver el problema objetivamente y ofrecer consejo desde su propia perspectiva. El esfuerzo de hacer ésto repetidamente le causaba traspirar profusamente. Aquí vemos que el mentor o terapeuta se debe manejar con mucho cuidado y cautela entre una identificación subjetiva con el mundo del confesor y el mantenimiento de si en su propio mundo, guardando la distancia que lo habilita a una perspectiva objetiva.El estado de endulzamiento del confidente es el mismo que el del confesor. Es el diálogo en el cual juntos encuentran la solución adecuada y el confidente brinda el apoyo necesario para transformar lo malo en bueno.