Un judío llegó al Baal Shem Tov llorando amargamente.
– “¡El rabino debe hacer un milagro y salvar a mi hijo!”
El hijo del judío estaba gravemente enfermo y ningún médico pudo llevarle curación. El Baal Shem Tov vio con su visión sagrada que este era un caso particularmente difícil. Las puertas del Cielo estaban cerradas a su oración. El Baal Shem Tov entendió que tenía que actuar con trucos.
Rápidamente llamó a su asistente y le pidió que le trajera un minian de diez judíos ladrones.
– “¿Ladrones?” El asistente le preguntó.
El Baal Shem Tov asintió y le instó a que no se demorara ni un momento.
Buscó en la ciudad aquí y allá, y encontró al ladrón Moishe y también convenció a David, quien también ponía su mano de vez en cuando en el bolsillo ajeno, y con gran dificultad logró reunir después de mucho esfuerzo y persuasión de un grupo de diez ladrones.
Después de una charla del Baal Shem Tov, los ladrones se pusieron a orar desde lo más profundo de sus corazones, y he aquí que sucedió un milagro increíble y el niño comenzó a recuperarse y pronto se puso de pie. Todos quedaron asombrados por el milagro.
Los jasidim se miraron y se preguntaron por qué el santo Rabi de repente pidió diez ladrones y no judíos justos o al menos judíos simples y kosher. Finalmente, uno de sus jasidim se armó de valor y le preguntó al Baal Shem Tov. El Santo Baal Shem Tov explicó:
– El niño estaba en una situación tan desesperada que las puertas del Cielo estaban cerradas con una traba y un cerrojo y mis oraciones fueron en vano. Y pensé para mí mismo que solo los ladrones que se especializan en ‘cerraduras’ podrían atravesar las puertas del Cielo…
Así, el Baal Shem Tov sanó, además del niño enfermo, también las almas perdidas de los ladrones. Porque a pesar de todo, todo ser humano tiene poderes que le fueron otorgados desde el Cielo y junto con ellos la posibilidad de elegir qué hacer con ellos. Y el Baal Shem Tov en su grandeza los reunió con estas fuerzas escondidas y evocó en ellos el recuerdo y el anhelo por la Divinidad.