Un día, el santo Baal Shem Tov llegó a un pueblo lejano donde solo vivía un judío. Entró en la casa del judío y pidió hablar con él. Los miembros de la familia le pidieron que esperara porque su padre estaba rezando las oraciones de la mañana. El Baal Shem Tov esperó a que el dueño de casa terminara su oración durante mucho tiempo. Hacia el mediodía el judío salió de su habitación y con voz tímida le explicó a Baal Shem Tov:
soy un judio muy simple, apenas puedo leer. Digo las palabras de la oración poco a poco, y las instrucciones complicadas de lo que se dice cada día, no las entiendo para nada. Por eso leo todos los días todas las palabras de la oración.
El Baal Shem Tov escuchó esto y decidió ayudar al judío a rezar la oración de forma más apropiada. Con gran paciencia, el Baal Shem Tov escribió en pequeños pedazos de papel “Oración de la mañana”, “Suplemento especial de lunes y jueves”, “Bendición para después de la comida”, “Oración de la tarde”, “Oración nocturna”, “para Shabat”, “Para Rosh Jodesh”, “Para Rosh Hashaná” y así… y colocó las notas en los lugares correctos en el sidur del judío. Después de eso, el Baal Shem Tov se despidió de él y siguió su camino.
El judío se alegró mucho y dijo en su corazón:
“Qué bueno que este tzadik vino a visitarme…
¡Gracias a él, finalmente puedo observar correctamente las mitzvot de la oración, como cualquier buen judío!”.
Pasaron unas horas de felicidad para el judío. De repente, sin razón aparente, el sidur se cayó de su lugar y todas las notas de papel que el Baal Shem Tov había colocado en el sidur volaron por todas partes. El judío se asustó,
¡No quería perder la oportunidad de comenzar a orar apropiadamente!
Rápidamente, agarró el sidur y las notas, y corrió tras el Baal Shem Tov para que pusiera las notas en su sidur nuevamente, en el orden correcto. después de una larga carrera, vio al Baal Shem Tov a la distancia. Aceleró sus pasos, manteniendo contacto visual con él.
Mientras corría, notó que Baal Shem Tov había llegado al borde de un río profundo y peligroso.
“Tengo que advertirle, este es un río peligroso”
pensó y aceleró aún más sus pasos. pero entonces, notó que Baal Shem Tov saca un pañuelo de su bolsillo, lo extiende sobre el agua, se para en él y cruza el río en paz, como si el pañuelo fuera un barco bueno y seguro. El judío llegó agitado y jadeando a la orilla del río, sin dudarlo, sacó un pañuelo de su bolsillo, lo extendió sobre el agua, y ve algo asombroso, su pañuelo también se convirtió en un barco estable y seguro.
Cuando cruzó el río se encontró de nuevo con Baal Shem Tov. Con lágrimas en los ojos contó cómo el viento hizo volar las notas por todas partes y le rogó al Baal Shem Tov que volviera a marcar las páginas. Baal Shem Tov miró con curiosidad al judío que corría tras él.
“¿Cómo cruzaste el río?” Le preguntó.
“Con el pañuelo, igual que tú”, respondió el judío.
“Es una muy buena solución…”, agregó.
El Baal Shem Tov pensó un poco y luego le respondió al judío:
Si cruzaste el río con el pañuelo, probablemente el Todopoderoso esté especialmente complacido con tus oraciones, tal como son y agregó,
Será mejor que sigas orando, como solías hacerlo, hasta hoy. Una oración completa, con una intención completa.