La raíz de dos letras que significa “enfermedad” (jal, jet lamed) posee varios significados de significados aparentemente opuestos, como es el caso de muchas raíces etimológicas del idioma hebreo (y su lenguaje hermano, el arameo).
Primeramente, esta raíz puede significar tanto “débil” o “fuerte”. En la historia de Samsón y Dalila –cuando Samsón le revela a Dalila el secreto de su fuerza– “enfermarse” significa “debilitarse”:
Le confió todo su corazón, y le dijo:
“Una navaja nunca a pasado sobre mi cabeza,
Porque he sido un nazareno ante Di-s desde el vientre de mi madre.
Si fuera rasurado, entonces mi fuerza se iría de mi,
Y me volveré débil [vejaliti],
Y seré como los demás hombres.
En jasidut, aprendemos de estos últimos dos versos que el mismo concepto de “enfermedad” es algo relativo en la naturaleza. Lo que para cualquier otro hombre puede ser un estado de buena salud y bienestar, para Samsón es un estado de enfermedad. Perder su fuerza es perder su propio sexo o status masculino; volverse como una mujer, del sexo débil (lo que nosotros consideramos como natural y saludable ciclo menstrual de la mujer, es considerado en la Torá como un estado innato de enfermedad, una de las maldiciones que recibió Eva por su pecado de comer del fruto del Arbol del Conocimiento del bien y el mal).
En contraste, la palabra jail, similar a “enfermo”, significa “fuerza”, como está declarado respecto de los justos en este mundo y el Mundo por Venir:
Ellos van de fortaleza en fortaleza [mijail el jail],
Cada uno de ellos aparecerán ante Di-s en Zión.
Un soldado es un jaial. Una “mujer de valor” es eshet jail.
Otro par de opuestos, de la raíz jal (sobre todo en su acepción aramea) es jal en el sentido de “amargo” o “acre” y jal en el sentido de “dulce”.
La relación entre amargura y enfermedad se hace ostensible en el hecho de que el nombre del órgano físico, que de acuerdo con los sabios es el asiento de todas las enfermedades, significa “amargo”, es lo que conocemos como vesícula biliar, que en hebreo se llama mará (de mar, “amargo”), de la que está dicho: las ochenta y tres enfermedades (el valor numérico de la palabra “enfermedad” en hebreo [majalá], como se explicará) que afligen a la humanidad son dependientes de la vesícula biliar.
La bilis de la glándula biliar fue llamada por los antiguos humor “amarillo” o “verde” en el cuerpo. En cabalá y jasidut es asociado en particular con los deseos naturales del cuerpo de procurar placer físico. Es conocido además como “las aguas inferiores” de la creación, en oposición a las “aguas superiores”, el placer espiritual y Divino. Cuando las dos aguas están separadas y distanciadas una de la otra sobreviene la enfermedad.
Incluso estando prisionera, atrapada en las garras del placer físico, enajenada de su fuente espiritual, aún así la conciencia interior de las aguas inferiores clama a Di-s con existencial amargura: “nosotras también deseamos estar en la presencia de Di-s, experimentar el placer Divino como lo hacen las aguas superiores”. Así, aprendemos en jasidut que la enfermy su remedio dependen de la rectificación o redirección del “principio del placer” del alma, la transformación de lo amargo (la aparente dulzura de los profanos placeres físicos) en (verdaderamente) dulce (placer de lo Divino, la experiencia de la completa unidad Divina subyacente en toda la realidad, tanto física como espiritual).
Basado en estos dos fenómenos –la relación etimológica de “debilidad” con “fuerza” y “amargura” con “dulzura”, en conjunción con la palabra hebrea para “enfermedad”– se nos enseña en jasidut que la “enfermedad” es un estado intermediario del ser, el intermediario entre la vida y la muerte. “Vida” es un estado de santidad (“el que es verdaderamente santo vive para siempre”), mientras que “muerte” es un estado de profanidad (el origen de todas las impurezas). El estado intermedio es el reino de lo “mundano” (julín, de la raíz jal, “enfermedad”). En cabalá es conocido como kelipat noga, “la cáscara transparente”, el intermediario entre transparencia (la revelación clara de la naturaleza Divina de la realidad) y opacidad (encubrimiento, no reconocimiento de la Divinidad).
De esta manera, la enfermedad puede servir como un puente entre dos direcciones: de la vida hacia la muerte o de la muerte hacia la vida. Recuperarse de la enfermedad es renacer, vivir de nuevo. Uno de hecho se enferma para volverse más fuerte y sano que antes. A veces, como en el caso del Mashíaj, para conectarse con almas caídas y asi elevarlas. El Mashíaj sufre una verdadera enfermedad física para redimir –alzar desde el reino de la muerte– al pueblo de Israel y a toda la humanidad.
En las siempre resonantes palabras de Isaías:
…él [Mashíaj] es un hombre de dolor,
familiarizado con la enfermedad [joli], …
En verdad, él ha soportado nuestra enfermedad [joloeinu],
Y ha sufrido nuestro dolor.Como se enseña en jasidut, cada uno de nosotros posee una chispa de Mashíaj. Si una parte esencial de la Divina providencia que actúa en uno se vuelve enferma, es que viene a identificarse con todas las almas sufrientes y, suplicando a Di-s, intenta recuperarse y ser redimida junto con todas ellas.