¿Es bueno seguir siendo niños?
Veamos:
“Buscamos a alguien con quién envejecer, y en realidad deberíamos buscar a alguien con quien seguir siendo niños.” Charles Bukovsky.
J: Envejecer y ser niño no son opuestos. Más bien buscamos a alguien con quien madurar y crecer, entonces es bueno dejar de ser niños.
L: Y se puede madurar y crecer, sin abandonar esa parte de niño/a que fuimos. Una de las cosas más bellas que existen en el alma de ellos, es la inocencia, no deberíamos perderla del todo cuando crecemos.
J: Podemos aprender de los niños la inocencia, madurar no significa dejar las buenas cualidades.
Pero la inocencia del niño no es voluntaria, es producto de la falta de conciencia de si mismo, de su entorno y de Hashem. Cuando crecemos y tomamos conciencia perdemos esa inocencia, de hacer las cosas sin un motivo, y debemos adquirir una inocencia madura adquirida, que se transforma en una segunda naturaleza, de hacer las cosas pensando y por un buen motivo.
E: El alma del ser adulto debería conservar esa parte de inocencia y una parte de falta de conciencia porque ahí reside la humanidad pura.
J: El alma conserva todo, no es afectada por vivir en el cuerpo, salvo la parte más externa de nefesh que vitaliza el cuerpo y por eso tiene que pasar por el guehinom después de 120 años, o hacer teshuvá completa.
Lo que cambia es el cuerpo y la mente humana conciente de si misma y no conciente del alma. Es una cáscara que oculta el alma y por eso no la percibimos.
La conciencia natural del cuerpo es como la de los animalitos que son puros y viven de acuerdo a sus instintos animales.
Pero hay otra conciencia que es la del alma Divina, parte de Hashem en lo Alto, que es solo conciente de Hashem y la tarea que tiene que hacer en el mundo.
Madurar es el proceso de pasar de la conciencia natural del alma animal a la conciencia Divina del alma Divina. Esa es la verdadera conciencia pura, y cuando ella guía la vida de la persona el alma animal se somete al principio para cumplir los deseos del alma y deja de cumplir sus propios deseos.
Luego el alma animal se transforma para participar voluntaria y concientemente del proyecto del alma, la Tora y sus preceptos.