Las historias de los justos más allá de su moraleja suelen contener una dimensión milagrosa que deja boquiabierto al lector, una conexión con un mundo superior al nuestro.
Estas historias nos sacan de un mundo ‘duro’ y rígido que funciona sólo según las leyes de la naturaleza hacia una atmósfera de fe, a un mundo bueno y amoroso donde Dios se revela con su atributo de misericordia que amortigua la realidad y nos permite actuar en él con una sensación de suavidad: hay quien dirige el mundo, hay en quien confiar e incluso se puede dormir en su regazo con tranquilidad y seguridad.
El Rebe Raiatz, el héroe mil batallas espirituales y materiales que nos sigue guiando, no se contentó con solo decir enseñanzas de Torá, agregó un formato de sijot, alocusiones jasídicas más comprensibles y populares y puso un énfasis especial en las historias de las generaciones pasadas mientras al mismo tiempo trata de presentar a los miembros de la nueva generación y del nuevo mundo (cuando fue a América) la atmósfera única de shtetl, la aldea judía.
En efecto, más allá de las historias del pasado las historias de los tzadikim contemporáneos tienen un valor especial, porque revelan que ‘Dios todavía está aquí’ y que la fe está viva y presente. Conocer a tales tzadikim, e incluso historias sobre figuras ejemplares que ocuparon su vida con auto sacrificio y preocupación por toda la nación y con un inmenso amor por cada judío, influyen en nuestra alma y le dan calor, amor y fe.