O sea que para vaciarse de lo inútil, caduco y perjudicial hay que empezar a llenarse de lo bueno, útil y beneficioso, de esa manera lo malo va yéndose al no tener lugar.
Vimos que eliminar lo malo primero no tiene fin, porque al ocuparnos de lo malo le estamos dando entidad y legitimidad y se va agrandando y fortaleciendo.
Y en los tiempos del Mashíaj se revela que “hay una superioridad de la luz que viene de la oscuridad, como la sabiduría que viene de la vanalidad”. Tenemos que transformar la oscuridad misma en luz y lo amargo en dulce, esa es la verdadera victoria, revelar y rescatar la Divinidad incluso en las cosas más burdas y materiales.