En la Torá nos encontramos con los árboles al comienzo de la creación. Dios plantó un jardín en el que había “todo árbol agradable a la vista y bueno para comer”. Después de que Adam pecara y fuese expulsado del Jardín del Edén tuvo que trabajar duro para obtener su pan: “Con el sudor de tu frente comerás el pan”. Pero en el Jardín del Edén, por el contrario, todo lo que tenía que hacer era extender la mano y elegir un fruto de un árbol (excepto del Árbol del Conocimiento). Comemos pan para nuestro sustento, pero comemos frutas para deleitarnos con los dulces de la naturaleza.