La semana pasada aprendimos cómo las etapas de la oración corresponden a las diez plagas, y llegamos hasta la del granizo (“con todas tus fuerzas”). Ahora completaremos las tres plagas en nuestra parashá:
La plaga de langostas es paralela a la bendición que sigue al Shemá: la bendición de “verdad y permanente” que termina con el “que redime a Israel”, “gaal Israel“. El contenido de esta bendición es validar lo que se dice en el Shemá, todo se revela realmente en la redención de Egipto. En esta bendición se dice ocho veces la palabra “verdad”, y la palabra langosta es ocho veces el Nombre Havaia: ארבה, 208.
La oscuridad corresponde a la oración de pie o amidá (shemoná esré, las dieciocho bendiciones). En palabras de la Cabalá, en la oración de amidá entramos en el Mundo Divino de Atzilut, un lugar donde solo hay luz y bondad, sin conciencia separada del ser y la Divinidad. Este es el sentido de que “todos los hijos de Israel tenían luz en sus moshavot-asentamientos” durante esta plaga (de ahí la oscuridad en la cabeza de los malvados).
La plaga de los primogénitos es el momento en que nos inclinamos o nefilat hapaim (inmediatamente después de la oración de pie). Al leer el Shema, expresamos nuestra disposición para el autosacrificio, pero inclinarnos al final de la plegaria silenciosa es una verdadera entrega de la vida, “אֵלֶיךָ ה’ נַפְשִׁי אֶשָּׂא”, “Eileja Havaiá nafshi Esá”, “A ti, Dios elevaré mi alma”. Cuando le entregamos el alma a Dios, se produjo la plaga de los primogénitos en Egipto, y sí viene la redención.