La Torá autorizó que el médico cure, pues fue dicho (Éxodo 21:19): “Y curar, curará”. Por lo tanto, el enfermo no debe fiarse de un milagro; en cambio, procederá como lo hace la gente, llamando a un médico para que lo cure. Muchos de los hombres piadosos del mundo ya fueron sanados por médicos. Quien se abstiene de llamarlo, comete dos males: Uno, pues está prohibido fiarse de un milagro donde existe peligro [de vida], y semejante conducta provoca que sus pecados sean evocados durante su enfermedad. Y [en segundo lugar,] fiarse de la propia rectitud, y de que se será curado de forma milagrosa, es una actitud presuntuosa y arrogante.